Voto, lucha y cambio, por Simón García
Un partido como Acción Democrática (AD), fundamental para marcar el rumbo del país llama a votar. Recuerda que la política, como la naturaleza, aborrece el vacío y que cada espacio abandonado sin resistencia es una pérdida. El llamado reposiciona a AD en uno de sus fundamentos histórico porque la socialdemocracia nació en la defensa del voto ante fuerzas que reivindicaban la violencia.
Los dirigentes de AD sostienen y confirman una opinión mayoritaria: hay que impedir el choque armado entre venezolanos. Esa mayoría que opta por la paz está formada por militantes de todos los partidos opositores y buena parte de bases del PSUV.
No debe haber temor: el país quiere votar con nuevo CNE, observación internacional y rehabilitación de tarjetas y candidatos. No debe haber debilidad para afirmar que la herramienta y el medio óptimo para lograr un cambio pacífico es participar en elecciones con resultados fieles a la voluntad del elector.
Toda dictadura distorsiona el voto porque le tiene miedo. En las consultas electorales de Cuba no hay sino un partido y una lista. El régimen no permite elecciones plurales y libres porque sabe que dictadura si sale con votos. Es a la inversa: no hay democracia sin voto libre, órgano electoral imparcial y competencia plural entre proyectos políticos distintos.
La primera revolución comunista, Rusia de 1917, comenzó con un golpe de Estado de bolcheviques, que siendo minoría en el parlamento derrocaron a un gobierno de transición dirigido por un socialista
Se hicieron dictadura a la fuerza, al margen del Estado de derecho y sacando su legitimidad de intervención coercitiva del Estado y el monopolio de las armas. El voto, fuente de legitimidad en las democracias, pasa a ser en las dictaduras el principal recurso para deslegitimar a los tiranos. Ejercerlo es un imperativo para la oposición.
*Leandro Area: Tiempo, virus y poder, por Leandro Area Pereira
La mayor y más destructiva vocación autoritaria está en el Gobierno, donde aún no aparece un sector reformador capaz de ofrecer una transición. Entre quienes buscan profundizar un simbólico poder dual también existen núcleos autoritarios, extremistas e intolerantes. Su expresión más relevante es la ambición de hegemonizar a la oposición y provocar su abstención.
Pero la intuición popular sabe que el escenario electoral es el terreno donde es más posible ganarle al Gobierno y que a partir de una victoria electoral contundente se pueden desplazar a los extremismos que bloquean el acuerdo en torno a un plan a 15 años para asegurar gobiernos de integración nacional que puedan acelerar la reconstrucción de Venezuela con estabilidad, cambios y apoyo internacional…
Requerimos formular, con la mayor unidad posible, una política transicional que contemple elecciones, parlamentarias y presidenciales, producto de un consenso y no de la imposición del régimen. Votar no es resolver los problemas – como lo señala Sartori – sino seleccionar a los que van a resolverlos.
Un acuerdo para realizar elecciones libres abre oportunidades para unir al país en torno a un programa de cambios y una oferta de sociedad con la que Maduro no podría competir porque representa lo que ha fracasado. ¡Mambrú no tiene con qué irse a la guerra!