¿Votó mal Colombia?, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
La verdad es que luce casi tremendo el hacer y responder la pregunta que encabeza la opinión de esta semana. Pero siempre es bueno abrir los espacios para la disertación, la discusión constructiva. Esa que tanto bien le puede hacer a la democracia, sobre todo en esta parte del continente que en las dos primeras décadas del siglo 21 anda montada en un carrusel, montaña rusa o como le llamen en el lugar donde se encuentren. Esta vez le ha tocado a Colombia, y como quiera que ya fijé alguna posición sobre las dos candidaturas, me atrevo a dejar mi impresión sobre lo ocurrido y su nuevo presidente.
La segunda vuelta de las elecciones en Colombia ha dejado registrado el primer hito, de dos, en su historia como República. Comencemos con el primero, estas elecciones han resultado las de mayor participación en ese país, casi el 60 por ciento de los colombianos de los 39 millones con derecho al voto, entre sus 50 millones de habitantes, decidió participar, lo que indicaba que la dinámica política ha venido cambiando en el Continente. Por otra parte, la izquierda se abre paso por primera vez en un país donde siempre ha prevalecido en conservadurismo. Sin duda, dos acontecimientos que quedan registrados para la historia de ese país.
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En lo personal, no me sorprende, y creo que a no muy pocos, la victoria del exguerrillero del M19. Todas las encuestas indicaban que así sería. Tampoco sorprende la notable polarización política (creo que también social) que ha quedado demostrada luego de estas elecciones. Colombia, a pesar de su búsqueda y solicitud de un cambio deja abierta una fisura que hay que cerrar lo más pronto posible y así evitar los mismos escenarios que, o se han vivido en otros países, o está creciente en otros. Esa es una de las tareas del nuevo presidente y creo que ha comenzado con buenos pasos. Veamos.
Gustavo Petro, ha manifestado su disposición a encontrar puntos de coincidencias y conciliación entre las clases políticas colombianas. De primera, intenta demostrarlo desde la visita al presidente saliente Duque en el Palacio de Nariño, en una muestra de respeto por el sistema democrático, ya debilitado por la poca confianza que sienten los ciudadanos hacía este.
En esa reunión, no hubo nada como aquel encuentro entre Rafael Caldera y Hugo Chávez, que por cierto solo ocurrió en la transmisión de mando y ambos se dieron la espalda, luego del irrespetuoso e informal juramento del último y de las palabras del primero. –El presidente Caldera, no quiso colocarle la banda a Chávez–. En el caso de los dos presidentes de Colombia, el saliente y el entrante, no hubo ningún gesto parecido y todo transcurrió bajo mutuo respeto.
La siguiente señal, es la reunión que le ha solicitado al expresidente Álvaro Uribe, hombre clave en la política de Colombia. Líder, además, de otro de los tantos «ismos», algo parecido a las versiones del chavismo y el trumpismo, salvando las distancias. Aunque vale la pena recordar todos se han ocupado de dividir, internamente, a ciertos países.
Cuando se plantearon la posibilidad de conversar, ambos políticos lucieron tonos respetuosos, animados por la búsqueda de factores claves que permita la construcción de caminos que conduzcan hacia la meta final de todo gobierno que se llame democrático: el mayor beneficio posible para la calidad de vida de los ciudadanos, la disminución –ojalá la desaparición– de la desigualdad y garantizar la existencia de reales oportunidades para todos; tres de los factores que trajeron a Gustavo Petro, como opción de cambio.
Más allá de la conversación con Álvaro Uribe, Gustavo Petro de inmediato sostuvo otra con el presidente de los Estados Unidos. En ella intercambiaron temas de interés, sobre todo la propuesta del presidente colombiano de convertir a su país en líder en los asuntos que tengan que ver con el freno al cambio climático. Por supuesto, en ese ciclo de conversaciones, tenemos que dedicar unos caracteres a la que sostuvo con Nicolás Maduro, a quien evadió durante toda su campaña y seguramente continuará haciendo, pese a su nueva investidura.
El nuevo presidente de Colombia dijo que su preocupación, manifestada en esa llamada, era la apertura de la frontera, ya con todas las de la ley, y la revisión de la situación humanitaria que en ella se vive. Agregó, además, el reinicio de las relaciones diplomáticas, en el entendido de que en Venezuela viven, aún, miles de colombianos y necesitan hacer sus gestiones consulares, igual para los venezolanos que viven en Colombia y no pueden gestionar ningún documento.
Desde mi punto de vista, Gustavo Petro debe estar claro que, con el vecino país comparte una frontera de más de dos mil kilómetros y además permeable, y sin la presencia de un gobierno que la regule, atienda y administre. Es decir, debe saber que la figura del Estado, en esa basta zona, es de vital importancia para su país. Debe saber, además, como político y vista la cantidad de votos que obtuvo en esa zona de la costa caribeña: La Guajira y Magdalena; y el borde fronterizo, como las regiones del Meta, Arauca, Vichada y el Norte de Santander, que tiene un compromiso con todos sus habitantes, incluyendo a los del lado de Venezuela, quienes han vivido de la dinámica fronteriza.
Es inevitable que las dudas, razonables todas, nos invada, tanto a muchos colombianos, como a los venezolanos. Más aún, conociendo el pasado de Gustavo Petro, su anterior cercanía al chavismo que nos hace temer por tantos venezolanos que ahora se encuentran bajo la protección de Colombia. Son temores muy válidos y propios de las circunstancias. Sin embargo, no todo debe ser visto bajo los recelos y el cristal de nuestro país, porque esos miedos no son comparables. Además, creo que el manual de la destrucción escrito por Chávez y continuado por sus cómplices, nadie quiere tomarlo al pie de la letra.
¿Votó mal Colombia? Colombia votó agotada, acorralada por las patricias gestiones de gobiernos concentrados en el centro, olvidándose de la periferia y sus reales necesidades. Es un libreto que ya es harto conocido en todo el continente, en particular la porción correspondiente a Latinoamérica.
Me temo que nadie está en condiciones de sentenciar o responder con un sí o un no, esa incógnita. Así, solo nos toca esperar y apostar, junto a los colombianos, al éxito de la gestión de su nuevo presidente, quien tiene sobre sus hombros la unidad de todos. Trabajo que luce bien duro, bajo la estrecha situación que ha dejado la nueva realidad mundial tras dos años de claustro pandémico y una guerra en desarrollo. De entrada, cualquier gestión de gobierno es más que un reto.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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