Vuelco geopolítico y pretensión neoimperial, por Marta de la Vega
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Donald Trump no solo trastrueca el escenario mundial con las órdenes ejecutivas que ha lanzado desde su arribo a la presidencia de los Estados Unidos el 20 de enero de 2025, sino que pone en peligro la soberanía de Ucrania y la seguridad de Europa frente al invasor ruso de Ucrania, el autócrata Vladimir Putin, por quien Trump no puede ocultar una admiración casi erótica, que nos recuerda el embeleso, funesto para Venezuela, del teniente Hugo Chávez por Fidel Castro.
En este caso y desde entonces, el país fue reducido a la dominación cubana en todos los ámbitos de la vida nacional. Recomiendo en este mismo espacio revisar dos textos publicados al respecto, uno sobre «Qué significa la victoria de Trump», de noviembre de 2024 y el otro, sobre la presencia cubana en Venezuela, «Creatividad y propósito», de enero de 2025.
Con las actuaciones autoritarias, violatorias de la ley con la excusa de que es para salvar su país, Trump ha roto el orden mundial que prevaleció en las relaciones internacionales después de la segunda guerra mundial, marcado por la Guerra Fría y la confrontación bipolar Este Oeste, basado en la cooperación recíproca, una justicia y derechos universales, el surgimiento de organismos supranacionales a fin de garantizar la participación de todos los países y sus respectivos gobiernos en la aspiración legítima a afianzar sus economías, su desarrollo social y la consolidación de las instituciones democráticas, así como la estabilidad interna sobre la base del respeto a los derechos fundamentales, al Estado de Derecho y a una economía de mercado, o sea, un orden jurídico justo y democrático sostenido por el principio de que nadie está por encima de la ley y cuya fuerza impulsora y principal valor ha sido la libertad.
El vuelco geopolítico que impulsa Donald Trump favorece el ascenso de minorías oligárquicas globales desde su propio territorio. Se caracteriza por una reconfiguración del liderazgo de Estados Unidos orientada hacia el aislacionismo, el pragmatismo económico y el desmantelamiento de alianzas multilaterales. En este marco, su pretensión neoimperial no responde al modelo tradicional de expansión territorial, sino a una dominación basada en el poder económico y la coacción política para imponer su agenda en el escenario internacional. Hemos identificado cinco elementos que configuran este vuelco geopolítico de Trump en el escenario mundial.
La reducción del compromiso de EE.UU. con organismos internacionales como la ONU, la OTAN y la OMC, prioriza acuerdos bilaterales más ventajosos para su país. Significa aislacionismo y debilitamiento del multilateralismo. El segundo componente es el desafío hacia la Unión Europea (UE) y la Organización del Tratado de Atlántico Norte (OTAN). Esta surgió desde el Tratado de Washington, firmado por doce países de ambos lados del Océano Atlántico el 4 de abril de 1949, para defenderse mutuamente en caso de agresión armada contra cualquiera de ellos, principalmente desde la Unión Soviética.
En tercer lugar, Trump busca la reorientación de la política hacia Rusia, en desmedro de Ucrania, y China, cuya rivalidad predominante está definida en términos económicos y tecnológicos. El cuarto elemento es el proteccionismo y las sanciones económicas. Estas van a ser utilizadas por el gobierno de Estados Unidos como herramientas de coerción principalmente mediante la aplicación de aranceles y presiones comerciales. Por último, ha comenzado a perfilarse, para la desazón de los demócratas en la región hispanoamericana, un mayor desinterés por los países menos desarrollados. Los efectos se hacen visibles: recorte de ayudas, menos intervención en crisis humanitarias y mayor énfasis en el beneficio inmediato de EE.UU.
Las consecuencias más notables en el orden mundial son la desestabilización del sistema multilateral al retirarse Estados Unidos de instituciones claves a favor del unilateralismo. El influjo creciente de potencias alternativas como Rusia y China, que se van a aprovechar del vacío del liderazgo estadounidense para propiciar modelos de gobernanza más autoritarios.
El debilitamiento del modelo liberal democrático con la pérdida de apoyo de Estados Unidos hacia países que luchan por rescatar la democracia favorecería regímenes de gobierno más autocráticos.
El viraje de las políticas estadounidenses significaría, para Ucrania, la reducción o suspensión de ayuda militar y financiera que dejaría el país y a su población en gran desventaja frente al agresor Putin. Peor aún, un acuerdo entre ambos líderes a espaldas del presidente Volodímir Zelensky y de la Unión Europea, pretendería concesiones territoriales a Rusia. La defensa de Europa quedaría más vulnerable frente a Rusia con el debilitamiento de la OTAN, y su economía, en una mayor incertidumbre ante el proteccionismo anunciado por Trump.
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Para los países menos desarrollados, en especial en África e Iberoamérica, la disminución de la ayuda y cooperación internacional significará un aumento de la desigualdad global, el agravamiento de las crisis humanitarias y una mayor injerencia económica de Rusia y China en estas regiones.
En síntesis, el segundo mandato de Trump podría acelerar la transición hacia un mundo multipolar menos estable, con mayor incertidumbre para Europa, Ucrania y los países en desarrollo.
Marta de la Vega es investigadora en las áreas de filosofía política, estética, historia. Profesora Titular en la USB y en la UCAB
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