Vuelve familia, vuelve, por Rafael A. Sanabria M.
Qué paradoja escuchar en estos días por la calle, en el transporte público, a padres y representantes desesperados porque sus hijos están perdiendo muchos días de clases, motivado a la cuarentena. Pareciera que repentinamente la presencia del docente es vital en el aula, habrá que preguntarse:
¿será que sí quieren el progreso de sus hijos? ¿Será que las actividades asignadas por el docente le obligan a dedicar más tiempo a sus hijos? ¿Será que en realidad no controlan la disciplina de sus hijos en el hogar? ¿Que no pueden realizar diligencias personales, porque la guardería no tiene las puertas abiertas? ¿Será que nunca le han dedicado tiempo suficiente a las actividades de sus hijos?
Éstas, entre muchas otras interrogantes, pueden ser los motivos por los cuales los padres se encuentran hoy angustiados por el destino del año escolar de sus representados. Cuando hay actividades escolares de manera regular, la escuela se cansa de convocarlos y los representantes hacen caso omiso al llamamiento. Normalmente no se evidencia preocupación alguna por el progreso académico de los educandos.
Lo único a lo que siempre se dedican es a rasgar las vestiduras del docente, etiquetándolo de flojo, reposero, mal maestro, impuntual y pare de contar los epítetos que se le asignan a los hombres y mujeres que a pesar de las situaciones adversas siempre están frente al verde pizarrón cada mañana.
Esta cuarentena de hoy ha permitido desmantelar esas negativas expresiones con las que han venido crucificando a la escuela venezolana usando frases como: “la escuela no enseña nada”. En realidad es la familia quien no está cumpliendo su tarea primordial de educar, quien como mínimo es corresponsable de la educación de los hijos.
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Ahora pareciera que el maestro sí es importante, que se le reconoce su loable labor, muchas veces sacrificada, a pesar que su sueldo no se compensa con la realidad del país. Camina con sandalias de pescador por forjar voluntades para la patria.
Entonces el problema es otro, que precisamente no es la práctica docente, el meollo está en que no se le ha metido la lupa a la familia venezolana.
Por la calle no veo sino a personas a quienes les cuesta vivir en comunidad. Los valores fundamentales de la convivencia andan de vacaciones. ¡A donde vamos a parar! Y así están nuestras ciudades y pueblos, minados de familias indiferentes, indolentes, fracturadas y desvirtuadas.
Hay que abrir los ojos, dejar de vivir en el país de las maravillas, dejar de ser utópicos, dejar de evadir las responsabilidades y no ser tan cómodos colocándolas en los hombros de otros.
Ya basta de buscar culpable donde no hay. Qué asuma su rol la familia como fuente primaria de la educación. Éste es un momento clave para reflexionar, para empezar a aportar lo que le corresponda como institución de la sociedad.
Estimado representante dígame qué le enseñaron cuando niño, dígame las costumbres que usted adquirió en su hogar, la manera en que aprendió a dirigirse hacia los otros, y le diré que clase de ciudadano es usted y su representado. Porque es el seno familiar quien te enseña valores que son indestructibles, aunque crisis sociales, económicas o políticas nos aquejen.
Padres, su tarea es enseñar, pues la función del maestro es facilitar el aprendizaje a través de la pedagogía y la didáctica.
Qué no se olvide que nuestro comportamiento diario tiene su base en los principios que absorbimos cuando pequeños y adolescente en nuestros hogares.
Señor representante, usted es el primer maestro del niño. Sin su buena labor en el hogar, al maestro de aula se le hace más difícil su tarea y en estos días en que las funciones se han invertido usted puede verificar cuán importante es la labor del maestro.
Sólo basta caer en cuenta, recapacitar y dar paso a una simple cuestión de conciencia. Hay que volverse hacia la familia rescatarla de ese abismo.