WHAT?!!! “Siblings”!?, por Carolina Espada
Lo menos que esperaba Malola, con 55 años bien puestos, era descubrir que tenía una medio hermana en algún lugar del mundo. ¿Qué sabía de ella?… que las iniciales de su nombre eran “V.T.” Misterio en el universo de la ciencia al alcance de todos.
Allá en Nueva York, el hijo menor de Malola le había regalado una cajita que decía “23andMe” y le tuvo que explicar para qué servía eso. Con un examen minucioso de la saliva de su mamá, ella podía saber todo lo necesario sobre su ADN y su familia. Además, podría encontrar a parientes en cualquier país por remoto que fuera.
Sólo por complacer a Iñaki, Malola se hizo el “test”. Escupió en el cilindro en dónde debía escupir, lo envió por correo y se olvidó de eso. Total, ella sabía de dónde venía: Italia y España, aunque era la tercera generación de caraqueñas. Y por supuesto que estaba al tanto de todos los miembros de su familia. ¡Ah pues!
A las semanas, un email con los resultados. De entrada Malola se cayó para atrás. Sí, tenía un alto porcentaje de italianos y españoles, y un inesperado 5.1% de alemán con francés (¿Estrasburgo?), pero en su ADN (hasta ahora tan blanquito) había un 2.9% de africano del Oeste (¿Costa de Marfil?) y un 5.6% de aborigen americano. Lo del negro no se lo pudo explicar, aunque ella, pese a ser rubia de ojos verdes, siempre había bailado muy bien tambor, pero lo del aborigen americano sí lo tenía clarito. ¡Ése ha tenido que ser su tatarabuelo andino, Teodolindo, que se resbaló al pisar una mata de frailejón y tuvo un affaire con una timotocuica! Cero resistencia indígena, pues Teodolindo tuvo fama de ser muy atractivo y querendón.
Para averiguar más de su familia, Malola le tuvo que dar click a “share”: compartir. De inmediato apareció su hijo Iñaki y también el mayor, Ignacio. Ambos se habían hecho el test y aparecían como hijos suyos con un 50% de compatibilidad. Obvio. El otro 50% era del padre irresponsable donde quiera que estuviese. Y más abajito y en inglés, decía: “V.T. Half Sister Female, 27.7% DNA shared”. O sea, eso que llaman “sibling”, hermano o hermana, sólo que ésta era su media hermana con 27.7% de ADN compartido.
*Lea también: Lo más seguro es que quien sabe, por Tulio Ramírez
¡Íngrima en Manhattan en Año Nuevo y botella de vino para comprobar que “El Derecho de Nacer” se queda pálido! A saber: ella no se parecía a la familia de su papá, era idéntica a su madre hay una sola. ¿Acaso la señora Margot había salido embarazada a los 15 años, la habían mandado para Suiza, había dado a luz allá, olvidado a la nené junto a una caja de “Kleenex” y había regresado a la patria como si nada y hablando francés? ¿O sería cuando su papá, si es que el señor Otmaro era su papá, había estado de agregado cultural en Argentina, Margot se había pasado de copas en una fiesta en la embajada y nunca supo cómo fue que amaneció en un velero en la marina? ¿O sería que su papá sí era su padre y justo antes de regresar tuvo un amorío con una bailarina profesional de tango? A ella le habían echado los cuentos de la argentina esa a quien le había dado un ataque de atracción fatal con su papá, pero le habían asegurado que eso no había pasado de allí. El señor Otmaro, ¡incapaz! Pero… ¿a qué se debió el regreso intempestivo de sus padres? Eso nunca se lo habían contado y la cosa es que la carrera diplomática de su papá había terminado abruptamente. Jummm.
¿Y a quién preguntarle? Su mamá con demencia senil y su papá con 92 años y una arritmia severa. “¡El descubrimiento de una gran verdad!” lo podría matar del susto
A través de la página de “23andMe” le mandó un mensaje a “V.T.” diciéndole algo así casual como: “Veo que compartimos ADN, me gustaría saber de ti”, aunque lo que le hubiera querido escribir era: “V.T. phone home”. Y, desde ese momento, ha estado engordando a punta de alfajores argentinos con la vista clavada en la pantalla de su computadora. Larga espera, días eternos de suspenso, pues la otra también tiene que estar en shock deshilvanando su genealogía. ¡A la búsqueda del eslabón perdido!
Yo quiero que me regalen un “kit” de esos para saber si soy legal, natural, recogidita, adoptada, o si soy la heredera de Luis Muñoz Marín y una periodista chilena de apellido Vergara (directora de las revistas “Buenhogar” y “Vanidades” para el área del Caribe y con sede en Puerto Rico circa 1957). Eso me lo aseguraba mi primo José Ignacio Cabrujas por ese puño de cruces, pero José Ignacio era muy cuentero y le encantaba mezclar la ficción con la realidad. Lo cierto es no tengo a nadie quien me regale algo que cuesta 99 dólares.