¿Y ahora?, por Teodoro Petkoff
Bien, tenemos a Nicolás Maduro de presidente de la República. Ha llegado al cargo después de una de las campañas electorales más llenas de trampas y marramucias que hayamos tenido en el país. A Maduro debería darle vergüenza «ganar» una elección en la que de ningún otro modo, con un mínimo de limpieza, habría podido vencer.
Aunque aquí jamás ha habido la más mínima revisión sobre irregularidades electorales denunciadas, de modo y ahora menos que tampoco sería de creerse que prosperen las señalamientos hechos por Capriles y por la MUD. Sin embargo, si en el CNE quedara un mínimo de decencia, los señalamientos hechos tanto por Capriles como por la MUD deberían ser tomados muy en serio e investigados a fondo. En cualquier país donde la democracia no sea un chiste, la investigación procedería prácticamente de oficio. No porque todo resultado estrecho sea sospechoso por sí mismo sino precisamente para despejar dudas, que mal que bien siempre deja como estela, en América Latina, un resultado electoral muy cerrado.
Basta con recordar el caso de las últimas elecciones mexicanas, donde un margen de dos puntos entre los candidatos llevó a un reconteo escrupuloso de los votos, que si bien no cambió el resultado final sí puso de manifiesto la comisión de numerosas irregularidades. En nuestro caso, un margen tan estrecho haría obligatorio un reconteo. Es bueno para el país que la confianza en el sistema electoral no sea debilitada por la sospecha de que podría ser manipulado.
El primer año de gobierno va a ser un año difícil porque se han venido acumulando un conjunto de dificultades económicas, legadas por Chávez a su sucesor, que ni éste ni el actual equipo económico parecieran tener demasiadas luces para enfrentarlas, ni siquiera un poco de sentido común, a tal punto son flagrantes sus desvaríos al respecto. Varias veces hemos repetido sobre la profundidad del hueco fiscal y la astronómica magnitud de la deuda pública, tanto externa como interna estrechamente relacionadas ambas variables, por cierto, que se han retroalimentado mutuamente a lo largo de estos años de extrema irresponsabilidad fiscal, para sólo citar dos males de una economía a punto de entrar en coma.
Pero, de Maduro cabría esperar también un cambio en el estilo de gobierno. Durante la campaña fue un mal imitador de su antecesor, obviamente para reforzar su imagen ante un chavismo que no lo conoce bien y al cual, tal vez pensaría Maduro, seguramente le daría más seguridades un sucesor que imitase o tratara de imitar el estilo retrechero y agresivo del fallecido Presidente. Su primer discurso no es como para abrigar muchas esperanzas, pero también debe entenderse que se trataba de palabras dichas al calor del final de fotografía al que aludimos y no habría porqué descartar de antemano un Maduro que muestre su verdadera identidad, hipotecada a la imagen del fenecido, cualquiera que ella sea. Buena falta le hace al país un cese de conflictividad gratuita y un gobierno que contribuya a restablecer los elementos fundamentales de la convivencia ciudadana.