¿Y el PAE? No vino hoy (I)
La letra con hambre no entra. Las escuelas tampoco están en capacidad de sustituir la falta de comida en el hogar de los niños que se ha convertido en la principal causa de ausentismo escolar
El año escolar apenas comienza pero las maestras y los representantes ya están sacando cuentas para enfrentar el primer problema con el que vienen lidiando desde hace años y con el que cerraron el período escolar pasado: la falta de comida. Si buscan respuestas y acuden a la página web de la Corporación Nacional de Alimentación Escolar (CNAE), el ente oficial a cargo del Programa de Alimentación Escolar (PAE), pudieran conseguir una variedad de recetas que no podrán preparar en ninguno de los planteles porque no reciben ni la mitad de los ingredientes que se sugieren en el recetario.
Educadoras, madres y trabajadoras de escuelas públicas que están adscritas a esta modalidad que existe desde el año 1996 para garantizar una alimentación balanceada de los niños y jóvenes de la cual es responsable el Ministerio de Educación, cuentan de qué manera están resolviendo con los pocos alimentos que les llegan.
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Wanda (identidad reservada) es una maestra de un Centro de Educación Inicial Simoncito ubicado en Caracas. Afirma que los niños del plantel reciben un almuerzo que se aleja de ser balanceado debido a que no contiene proteína animal. “Solo comen arroz con caraotas o lentejas; una vez a la cuaresma les dan pedacitos de carne o pollo”. La situación cada año se vuelve más crítica en la escuela donde labora pues los niños llegan sin desayunar; otros llevan únicamente una arepa sola o con poco relleno, y su dieta diaria se basa prácticamente en carbohidratos.
El año pasado, la escuela le pedía diariamente a los representantes que colaboraran con aliños para por lo menos sazonar los granos, “pero hay muchos que no tienen la posibilidad de llevarlo a diario porque dicen que prefieren dejarlos para su casa donde tienen que darle de comer a más personas”, dice la docente
Del dicho al hecho
Las cifras oficiales del Ministerio de Educación aseguran que el PAE aumentó el número de planteles atendidos entre septiembre de 2018 y enero de 2019, ya que pasó de 18 mil a 22.800 en todo el país, lo que según el ministerio se traduce en más de 4,2 millones de niños, niñas y adolescentes que se benefician de este programa. Pero aunque en años anteriores los maestros reportaban un aumento en la inasistencia de estudiantes, el año pasado fue diferente, debido a que los padres preferían que sus hijos fueran a la escuela para que por lo menos tengan segura una comida al día. “Hay niños que esperan el almuerzo del colegio porque no desayunan ni cenan en su casa”, asevera.
Pero lo que le ofrecen en la escuela tampoco es la comida más completa. Para ayudar un poco a los niños que van llegando sin comer, las maestras han implementado la idea de compartir. “Hay algunos que llevan panquecas, arepas con jamón y queso, entonces se les pregunta si quieren compartir con otro compañero y se les da; otros ofrecen compartir voluntariamente”, dice Wanda.
En la teoría la Corporación Nacional de Alimentación Escolar explica el procedimiento de cómo funciona el PAE: afirman que el Instituto Nacional de Nutrición (INN) se incorpora al equipo para ofrecer alrededor de 20 propuestas alimenticias para los simoncitos, escuelas y liceos bolivarianos, escuelas o granjas Técnicas robinsonianas y senifa, de acuerdo con los requerimientos nutricionales de cada institución y luego las zonas educativas realizan los pedidos a las coordinaciones de Mercal y/o Pdval, para que se distribuyan los pedidos a los centros educativos.
Pero en la práctica, las docentes aseguran que la escuela tiene que resolver por su cuenta. Wanda dice que la mayoría de los rubros alimenticios que le ofrecen a los niños los obtienen de asambleas que hacen junto a la comunidad de padres, por donaciones o lo buscan ellos mismos en la casa de alimentación que tengan cerca.
Tres pollos
En una escuela de los Valles del Tuy que cuenta con aproximadamente 1.600 estudiantes, la secretaria de este centro educativo afirma que los almuerzos son arroz con caraotas o lentejas, pasta con leche o arroz condimentado para darle sabor; porque la poca proteína que les mandan no llega completa y no alcanza para todos los niños. Aquí también apelan a pedirle a los padres algo de vegetales para sazonar la comida.
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Denuncia que los pollos destinados para la alimentación de los estudiantes “los agarra un concejal de la zona y luego son distribuidos en centros de comida a precios regulados. Todo el mundo aquí en los Valles del Tuy sabe que esos pollos que venden son de la escuela, pero como son más baratos igual los compran porque la gente necesita comer”. Asegura que a veces les envían unos cuantos, pero “tres pollos no son suficientes para hacer el almuerzo a 1.600 estudiantes”.
Cuenta que por la falta de gas y de agua muchas veces no se puede cocinar, por lo que las cocineras o educadores han sugerido que se envíe a casa de los estudiantes los alimentos y que se las preparen sus padres para garantizar que tengan esa comida en el estómago, pero la directiva de la escuela no lo autorizó.
Ponedoras como remedio
Elizabeth, maestra de primaria en un plantel de Caracas que cuenta con una matrícula de unos 200 estudiantes entre el turno de mañana y tarde, indica que en el colegio donde labora la distribuidora encargada de proporcionar los alimentos ofreció una solución muy particular: darle a la escuela cuatro gallinas ponedoras de huevos.
Explica que por los horarios de esta escuela deben servir desayunos y almuerzos, “pero digamos que es un mínimo complemento, porque generalmente les dan granos y arroz”. A su juicio la comida que recibe el estudiantado no puede ser catalogado como una comida completa ni balanceada. En los desayunos solo dan carbohidratos (arepas o empanadas) con apenas un poco de relleno o a veces solo, y cuando no hay ni siquiera harina les dan un vaso con lactovisoy o leche achocolatada. “Si es lactovisoy o chocolate, entonces no hay empanada”, confirma, y agrega que los niños no reciben ningún tipo de frutas ni proteína animal.
En una encuesta realizada por la ONG Con La Escuela en 26 instituciones públicas del municipio Guaicaipuro, Miranda, encontraron que 66,3% de los niños recibe alimentación a través de algún programa de alimentación escolar (MIPAE o del SAE). Pero al revisar qué tipo de alimentos recibían la poca variedad mostraba un alto consumo de solo carbohidratos: “arroz (94%), arepa o bollito (93%), granos (82%), pasta (80%), pan (68%), plátano (74%), y cereales (21%).
Así ocurre en la casa de Carmen, quien además de ser trabajadora en una institución escolar en los Valles del Tuy, también es representante. Relata que su familia vive una situación muy precaria desde hace dos años y que enviaba a sus hijas a la escuela para que por lo menos almorzaran, pues en su hogar no había posibilidad de tener desayuno ni cena, por lo que su hija mayor se enfermó. “Tuve que mandarla a casa de mi mamá porque el médico me dijo que si no comía por lo menos las tres veces al día iba a empeorar” explicó. Confiesa que nunca le ha faltado el apoyo de amigos o familiares. “Mis hijas ya han madurado, entonces escogen si prefieren desayunar o cenar”.
Los resultados de la encuesta mencionada refleja también la proporción de estudiantes que han tenido que pasar un día o más sin comer durante la última semana. En el caso de los niños de 6to grado, 10% de los alumnos señala que se ha acostado sin comer, mientras que el porcentaje de adolescentes llega a 8%.
A pie y sin comida
Carmen dice que en el liceo donde asisten sus dos hijas menores los alumnos que más sufren son los que cursan el turno de la tarde. «Quienes llegan después de las 12:00 m. se quedan sin almuerzo, les dicen que ya se acabó”. Los jóvenes que viven en zonas muy alejadas del colegio suelen quedarse sin esa comida porque la mayoría llega a pie. Este liceo tiene una matrícula de 1.724 estudiantes, por lo que ella igual que otros padres se preguntan “¿qué se hace con la comida que no reciben los chamos que llegan tarde? Si se supone que el plan de alimentación debería cubrir el almuerzo de todos los jóvenes de la institución”.
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Según Orlando Alzuru, presidente de la Federación Venezolana de Maestros, la situación económica, social y política del país es peor a la del mes de julio pasado cuando finalizó el año escolar 2018-2019. “Vemos como la inflación terminó de pulverizar el salario de nuestros educadores, el poder adquisitivo se redujo aún más aproximadamente 70%, por lo tanto su situación económica es más grave, hasta el punto que asistir a su centro educativo se hace poco probable por el alto costo del transporte público ya que en julio el pasaje costaba bolívares 300 y hoy cuesta 3.000, en el mejor de los casos”.
De hecho, Carmen refiere que otro de los problemas que se vive en su comunidad es el elevado costo de los pasajes. “Casi todo se me va en pasajes, el mínimo en los Valles del Tuy es de mil bolívares, entonces imagínate lo que gastan esos muchachos que viven en los pueblitos más lejanos para llegar al liceo”
Alzuru destaca que el costo de transporte es un elemento que agrava la situación educativa del país por cuanto también repercute sobre padres y representantes y conlleva a más deserción escolar. “Por ejemplo, un padre o representante que tenga tres alumnos deberá sacar de su salario Bs. 12.000 diariamente, sumado por cinco días a la semana serian Bs. 60.000 semanales, es decir 1,5 salarios mínimo, lo cual es casi imposible para un trabajador que gane un salario de Bs. 40.000. A esto hay que agregarle el costo de uniforme, útiles y demás enseres escolares que necesitan sus representados”.
Mientras tanto, las maestras se preparan con base a la experiencia que tuvieron al terminar el año escolar pasado. La trabajadora de un plantel educativo de los Valles del Tuy cuenta que decidieron reducir el tiempo que dura el acto cívico con el que reciben a los niños en la mañana “No podemos someter al alumnado a estar tanto tiempo en pie, porque muchos llegan sin desayunar y la verdad es que no siempre tenemos cómo resolver aunque sea una comida en la escuela”.