Y la derecha también, por Luis E. Aparicio M.

Twitter: @aparicioluis
En el artículo anterior, hablé un poco sobre mi percepción del uso, o del mal uso, que le dan los más destacados populistas de Latinoamérica a la tendencia política que mayores dividendos les ha aportado a sus proyectos. Hablaba de la Izquierda como herramienta adaptada para lograr sus victorias y la mayor de las adiciones en términos de seguidores, hasta el momento en el que se transforman en autócratas.
Pero más allá de encontrar a la izquierda como la mejor adaptación para el populismo, la tendencia contraria a ella también tiene sus versiones, incluso mucho más exageradas y explicitas que aquella. Pero es que tampoco lo son de la reconocida y muy valorada derecha, respetuosa de la libertad del ser humano, su desarrollo y sobre todo de la democracia.
Los populistas autoritarios que están en la línea de la derecha, a diferencia de los que asumen el papel de su vecina, lo que, hoy en día no hacen es engañar en la posición que asumen, ni en su formato, ni en sus propuestas. Suelen mostrar buena parte de lo que en realidad aspiran. Eso sí, aquellos eran un poco más cuidadosos en sus actuaciones. Los de esta nueva derecha, van de una vez al grano y muestran algunas de sus más crudas intenciones; desde un nacionalismo extremo, hasta la amenaza al vecino, o a aquel que le es diferente en color, pensamiento y puede que hasta en su acento. Pero lo más notable es su indiferencia y desprecio por los vínculos con la democracia.
Estos señores –parece que no les viene eso de “señor”, porque lo que menos muestran es dignidad y respeto– están, peligrosamente, abandonando el camuflaje y abiertamente actúan sin el menor desparpajo. Hoy, por ejemplo, los vemos como mantenerse en una línea dura en contra del emigrante resulta un gran estimulante para ganar adeptos e incluso colocarse a la cabeza de cualquier proceso electoral. Los tenemos tanto aquí cerca en nuestra América y un poco más allá.
Si creemos que no es así, solo miremos a sus mejores representantes que van ganando espacios en los escenarios electorales, como el caso de José Antonio Kast en Chile quien ha logrado ubicarse en el segundo lugar, con la posibilidad de entrar en una segunda vuelta; Donald Trump, quien no ha parado en sus intenciones y sigue en campaña amenazando a medio mundo en su empeño por volver a ser presidente de esa poderosa nación, quien sabe, o muchos saben, con cuales propósitos y cierra Éric Zemmour en Francia, un hábil periodista quien con su discurso anti emigrante, se eleva al segundo lugar en las encuestas.
A diferencia de la izquierda, los populistas en la línea de la derecha se sienten autorizados para mostrar sus intenciones, tal y como las vienen tramando desde que deciden dar el paso en el mundo de la política. Aprovechan las explosiones nacionalistas y la avidez del viejo autoritarismo que persiste en muchos de sus seguidores, para acelerar su marcha.
La combustión que hoy brindan los temas como sacar a los emigrantes de los países donde se les han brindado la acogida, o simplemente evitar que entren; o que el sistema democrático se ha corrompido y está secuestrado por los “enemigos”, sumado a las mentiras que construyen basados en ese individualismo, permiten la aceleración necesaria para llegar al poder, incluso aprovechando las ventajas de la democracia que luego irán a destruir. Todo esto se ha elevado a tal grado, que se sienten en la mayor comodidad al momento de militar en uno de los tantos prestigiosos partidos de derecha, intentando incluso apoderarse de ellos, con todo y militancia.
Por otra parte, pareciera que la globalización, siendo un efecto positivo para la humanidad por aquello de conocer mucho mejor al otro, al cercano y al lejano, está incentivando los temas de rechazo a todo lo que tenga que ver con la libertad y los sistemas que le soportan, sobre todo la democracia. Es esta última la que está en el peor de sus momentos, tanto por los abusos como por su uso por parte de los populistas y los fantasmas que deambulan por algunos corredores, añorando una estructura desplomada y vencida por la democracia, como es el comunismo al estilo de la desaparecida Unión Soviética.
De tal manera que tanto la derecha, como la izquierda, tienen por delante un compromiso enorme con la humanidad libre, con esa democracia que se cae a pedazos, o simplemente que intentan demoler los autócratas y populistas, con las herramientas de la mentira y la represión.
Son muchas las voces y figuras que desean cargarse, en términos hispanos, a la democracia. Pero también somos muchos más lo que deseamos vivir libres y en un sistema que nos pueda garantizar el disfrute de ello. Porque es cierto que hay que hacer ajustes y enriquecer la manera como, hasta la fecha, se ha concebido y operado la democracia, todo bajo el viejo concepto del “poder del pueblo”, cuando en realidad ella es la estructura que garantiza la libertad que merece el ser humano.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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