¿Y la fecha?, por Julio Castillo Sagarzazu
Twitter: @juliocasagar
Tener una agenda es prácticamente una de las pocas cosas de las que se es dueño. Eso es verdad desde el punto de vista personal y también lo es en la política. Normalmente decidimos libérrimamente lo que escribimos en ella.
Una agenda en la política es una estrategia con fechas y tareas asignadas. Sin eso, la política es pastoreo de nubes, discursos, arengas y calorías gastadas y perdidas.
En estos momentos, en la política venezolana hay dos fechas que son necesarias de definir. Una, es la de las elecciones presidenciales. En los países normales, ese día está fijado en la Constitución y todo el mundo sabe a qué atenerse, pero Venezuela no es un país normal y aquí los eventos electorales se fijan a real saber y entender y a ojo de buen cubero del poder. De allí que es tan importante que la presión nacional e internacional se fije como objetivo lograr esa fecha para que todos trabajen con un horizonte definido.
La otra fecha importante es la de unas primarias o la de un mecanismo para que las fuerzas democráticas definan una opción y un liderazgo a presentarle al país.
Si no hay fecha, sencillamente no hay estrategia.
En la Plataforma Unitaria se habla de avances en el tema de las primarias. Pero solo «se habla» porque decisiones básicas, como la de designar al comité rector de un eventual proceso, se ha pospuesto luego de que se había fijado una fecha.
No hay que ser muy perspicaz para deducir que no se trata de problemas con el Zoom y las comunicaciones lo que no permiten los acuerdos. Es evidente que la falta de entendimiento entre los integrantes de la plataforma es lo que está retrasando las decisiones.
Una vez más, la falta de decisiones afecta la vida de la oposición venezolana. Si se tratara de un tema menor, las cosas pasarían sin consecuencias y podríamos atribuirla a lo que la sabiduría popular ha reseñado en el conocido proverbio «cada cabeza es un mundo», pero ya esa falta de decisión, que paraliza iniciativas, se ha convertido en una práctica que amenaza la viabilidad del proyecto opositor mismo.
Una de las «leyes» de la dialéctica nos explica que «la cantidad se convierte en calidad», o sea, que «bueno es cilantro, pero no tanto» y aquí, efectivamente, la cantidad de la parálisis se está convirtiendo en una fuerza que desnaturaliza y deteriora la calidad de los esfuerzos y los sacrificios que se hacen en otros terrenos.
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¿No habrá llegado, entonces, la hora de una posición disruptiva de todo esto? ¿No hará falta un golpe en la mesa para dar un viraje?
Sería bueno saber cuál es la posición de TODAS (mayúsculas ex profeso) las fuerzas políticas y de todo el liderazgo opositor del país, sobre este tema de las fechas y las iniciativas concretas para enfrentar los desafíos de hoy. Saber igualmente quién retrasa y quién no las decisiones.
Conocidas las posiciones, sería igualmente deseable que se formaran, alrededor de estos temas, los polos y reagrupamientos concretos de organizaciones que compartan la misma conducta y las mismas propuestas; y que propongan mecanismos para agilizarlas. No todo tiene que ser tratado con la camisa de fuerza de la unanimidad (siempre tan difícil como sospechosa)
Ya bastante caro hemos pagado con nuestros aliados internacionales el espectáculo de la falta de decisión y acuerdos por razones fútiles, para que tengamos que pagar también la factura del crecimiento interno de la desafección de miles de compatriotas que no entienden la trama que tienen delante sus ojos.
Ya Maduro anda hablando de fechas. ¿Qué esperamos para hacerlo nosotros?
Julio Castillo Sagarzazu es maestro.
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