…Y ovarios también, por Teodoro Petkoff
A los reparos se ha llegado porque el gobierno hizo todo lo posible por impedir el ejercicio del derecho democrático y participativo de que sea convocado un referendo revocatorio para el presidente de la República. Los reparos constituyen una pancada de ahogado del gobierno.
A este le habría encantado obligar al CNE a declarar, al mes de verificadas las firmas –y hasta sin necesidad de hacerlo–, que no se había alcanzado el número necesario de ellas y que por tanto no habría RR. Pero no pudo hacerlo porque existe un entorno internacional que se habría sentido ultrajado por tamaño acto y habría reaccionado, pero sobre todo, porque, pese a sus bravuconadas, el gobierno está consciente de que más de la mitad del país lo rechaza y que una decisión tan brutal como esa generaba el riesgo de producir un conflicto de impredecibles consecuencias, que, por supuesto, ningún gobierno desea asumir gratuitamente.
Excluida la vía del arrebatón, el gobierno tuvo que negociar con la Coordinadora Democrática. Para esta, liberada de la hipoteca de los sectores que indujeron algunos de los costosos errores pasados, la negociación fue una opción válida, porque abría una alternativa al conflicto violento, de indeseables resultados para quien en ese terreno está en evidente desventaja frente a aquel que detenta el monopolio de la fuerza armada. En el camino se produjo la sentencia de la Sala Electoral, cuya inobjetable razón jurídica reforzó el poder negociador de la CD, pero no podía –ni debía– sustituirlo. No podía porque el gobierno, a través de la Sala Constitucional, “empató” el juego en el TSJ, dotándose a su vez de una razón jurídica. Quienes clamaban por “no negociar” y “hacer valer la decisión de la Sala Electoral” no sólo quieren ignorar el conflicto de competencia suscitado, lo cual maniata a la Sala Electoral, sino que eluden contestarse la pregunta aquella de cómo hace la cucaracha para sentarse. Porque, obviamente, la Sala Electoral no posee los medios materiales para hacer valer sus decisiones. Y en un juego tan cerrado como el venezolano, razón jurídica sin poder de fuego es como si no existiera.
De modo que, apoyados en el poder moral de la sentencia de la Sala Electoral, la CD, juiciosamente, no abandonó el tablero de la negociación. Esta culminó con un procedimiento que permite, ganando el round de los reparos, avanzar hacia el RR. Necesario es admitir algo que ya Felipe Mujica señaló y es que en el curso de esta negociación surrealista, en la cual el gobierno estaba representado por uno de los árbitros, este, Jorge Rodríguez, operó como un interlocutor válido, que pudo encontrar un terreno común con los negociadores de la CD, encabezados por Felipe Mujica y Alberto Quirós Corradi, a cuyo esfuerzo hay que hacer un especial reconocimiento, sobre todo por el enorme riesgo que se echaron sobre sus lomos.
Por supuesto que ahora viene la prueba del pastel, que es comérselo. El balón está en la cancha de la oposición. Ahora hay que moverse a fondo. El gobierno no va a jugar limpio. Ya vimos ayer que una pacífica manifestación de educadores fue agredida por una pandilla de matones “revolucionarios”.
Las presiones sobre empleados públicos y otras personas dependientes del Estado serán durísimas, contando, además, con esa insólita decisión del CNE de que se vale retirar firmas por “arrepentimiento”. Pero nada de esto debe arredrar a los venezolanos. Y no los arredrará. Bolas… y ovarios están muy democráticamente repartidos en este país. El que se asuste, pierde.