¿Y qué recuperaron de la UCV?, por Vicente Lecuna Torres

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Hace más de un año publiqué una nota en Prodavinci sobre este mismo tema que de nuevo me convoca a raíz de un artículo en TalCual del 31 de enero 2022. En aquel momento hice una crítica sobre la reacción del gobierno a raíz de la caída de parte del pasillo techado de la Ciudad Universitaria, cerca de la sede de la Facultad de Humanidades y Educación, en julio de 2020. En la prensa hubo un escándalo. La culpa se atribuyó al abandono de las edificaciones y obras de arte. Sin esperar el informe de los expertos se atribuyó la causa de la caída del pasillo a la desidia y al descuido de las autoridades universitarias.
Poco después, cuando las protestas y la indignación aumentaron en diferentes ámbitos, una comisión presidencial acudió a la sede principal de Universidad Central de Venezuela, de noche y sin avisar a las autoridades de la universidad. Recorrieron parte de las instalaciones de la plaza techada, destrozaron una puerta del Aula Magna y luego, apretado en el pupitre de un aula, el mismísimo presidente Nicolás Maduro anunció que restauraría a la Universidad Central de Venezuela, para el disfrute de todos los caraqueños. Y recalcó la acusación contra de las autoridades de la Universidad Central de Venezuela, por su decidía, o algo así. El plan gubernamental de este caso se llamó “Venezuela Bella”.
El complejo de la Ciudad Universitaria integra edificios, obras de arte, pasillos, estacionamientos, y jardines, gracias a la maravillosa lucidez y la genial conducción ejecutiva de Carlos Raúl Villanueva, el mejor arquitecto de Venezuela en el siglo XX. No solo se la debemos a él, sin duda. Muchas personas y factores determinaron que esa obra total que es la Ciudad Universitaria se culminara, casi completamente, y terminara siendo una parte fundamental de Caracas.
No es nada raro que se confundan la Universidad Central de Venezuela con la Ciudad Universitaria. Precisamente por eso es que vuelvo a escribir sobre el tema. Veo que la confusión persiste, sobre todo en el gobierno de Nicolás Maduro. Y se entiende la confusión, en general. Solemos imaginar la Universidad Central de Venezuela y la Ciudad Universitaria como una sola cosa.
El Aula Magna, por ejemplo, simboliza a la Universidad Central de Venezuela, o el reloj de la plaza del rectorado. Algo parecido pasa con los estadios, el hospital, “El pastor de nubes” de Jean Arp, los murales de Alejandro Otero de la Facultad de Ingeniería, por decir algunos casos apenas. Y eso hace que confundamos una cosa con la otra. Pero sabemos que no son los mismo, si nos fijamos con un poquito de cuidado.
La Universidad Central de Venezuela va mucho más allá, y más acá, de la Ciudad Universitaria, no solo porque tiene sede en otros lugares, como en Maracay, sino, y sobre todo, porque son cosas distintas. La UCV no es la magnífica integración de edificios, obras de arte, pasillos, estacionamientos y jardines de la Ciudad Universitaria, ni la sede de Maracay, ni ninguna otra, por cierto. Algo así dije en aquella nota del 2020 sobre la caída del techo del pasillo, cerca de la Facultad e Humanidades y Educación.
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Nuestro gobierno insiste en la confusión, torpemente, con su ya muy tradicional desprecio por la universidad, que no es diferente al del general Millán Astray, que en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, en 1936, dijo “Viva la muerte”. Nuestro presidente no lo dice, no dice nada en realidad, pero hace que “viva la muerte” en la Universidad Central de Venezuela, y en todo nuestro arruinado país. Es por eso es que su confusión me saca de quicio. Su confusión no es anecdótica ni torpe, como puede ser la de todos nosotros, que merecemos confundirnos. La de él es una calamidad. Y es por eso que vuelvo a hablar de esta misma cosa ahora.
En el siglo veinte muchos países se centraron en la formación de nuevas ideas, conceptos y tecnologías, justamente en las universidades, donde trabajaban las personas mejor preparadas en el ámbito académico. La formación de profesores con postgrados de alto nivel es muy costosa, y los conceptos nuevos y los productos tecnológicos o sociales tardan en materializarse. Durante algunos años Venezuela fue parte de esos países, sobre todo después de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Y vimos resultados, poco a poco, en un país que arrastraba miserias atroces desde la colonia.
Pero durante los últimos años todas las universidades venezolanas han sido destruidas lenta y progresivamente por el gobierno. No me refiero a sus estructuras, ni a sus sedes, que, por cierto, y sin ninguna duda, también han sido devastadas por el gobierno. Ese es otro tema. Los salarios de los profesores y empleados han desparecido, el financiamiento para trabajos de investigación se ha esfumado.
Debo insistir: no es que se ha reducido el sueldo o el financiamiento de las universidades, como pasó durante mucho tiempo, antes de esta debacle. Es que todo eso desapareció, literalmente desapareció, como dirían mis nietos. El presupuesto de las universidades ha desparecido, como los pasivos laborales de todos los empleados públicos de Venezuela. Se lo robó el gobierno. Justo bajo las narices de Nicolás Maduro.
A mí no me digan que él no tiene nada que ver con este desastre. A mí no me digan que él puede meterse en un pupitre de la escuela de sicología a decir que está arreglando la UCV, y que confunda pintura de paredes con universidad. La confusión de todos los demás, de todos nosotros, se puede entender, como dije, la suya no. Él esta a cargo de esto. A él de pedimos cuenta de este desastre.
Los empleados y profesores universitarios han sido traicionados por el estado venezolano, específicamente por el gobierno de Nicolás Maduro. En medio de este drama, las universidades públicas venezolanas siguen formando profesionales en varias áreas y subsisten gracias a un sólido grupo de empleados y profesores héroes, que trabajan y que mueren de hambre a diario, y de covid-19.
Esto de volver a hablar de recuperar a la Universidad Central de Venezuela con la pintura de unos salones es desconocer qué es una universidad. Restaurar edificios y obras de arte en la Ciudad Universitaria, sede principal de la Universidad Central de Venezuela, nada tiene que ver con la universidad en sí. Nada. Nada de verdad. La universidad es la docencia, la investigación y el servicio de los profesores, así como el vital e imprescindible trabajo de los empleados, y los estudiantes (que son el centro del esfuerzo de todos nosotros).
No es ningún edificio, ninguna obra de arte, ningún pasillo, ningún estacionamiento, ni ningún jardín, ni siquiera los de Carlos Raúl Villanueva, que proyectó uno de los tesoros de la ciudad de Caracas. Todos los empleados y profesores que hemos trabajado en la Universidad Central de Venezuela, así como los estudiantes que nos hemos graduado en ella y los que seguimos estudiando en ella, seguimos de luto por el cadáver insepulto de nuestra alma mater, asesinada por este pésimo gobierno de turno. Y estamos listo para levantarla de su sepultura.
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