¿Y qué tal si renovamos los liderazgos opositores?, por Griselda Reyes
El torbellino de eventos políticos, sociales y económicos que se sucede en Venezuela, difícilmente se repite en otros países del mundo. Parece que el desgobierno de Nicolás Maduro hizo suyo aquel principio de renovación que utilizó la propaganda nazi durante tanto tiempo, según el cual hay que emitir constantemente informaciones y argumentos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, ya el público está pendiente de otra cosa.
Sobre algunos funcionarios, familiares y el gobierno de Venezuela, pesan sanciones internacionales individuales, legales y económicas, que más allá de cerrar el cerco sobre los personajes acusados de violación de derechos humanos, corrupción y delitos tan graves como el patrocinio de grupos irregulares, han ahogado a la población venezolana que, desde 2014, enfrenta una crisis humanitaria compleja.
Este tipo de regímenes, como el que impera en Venezuela, se excusará permanentemente del caos generado y de los problemas que se ceban sobre los 26 – 28 millones de venezolanos que quedan en el país, trasladando su responsabilidad sobre otros. Otro principio de la propaganda nazi –principio de la transposición–, que carga sobre el opositor los errores propios y responde el ataque con ataque. Si no puedes negar las malas noticias, fabrica otras que las solapen.
Las sanciones impuestas en enero de 2019 por el Gobierno de Estados Unidos contra la petrolera estatal venezolana Pdvsa, fueron una puñalada al corazón de nuestra economía, porque para nadie es un secreto que el país llevaba más de un siglo dependiendo exclusivamente de los ingresos provenientes de la venta del hidrocarburo.
Opositores radicales del país aplaudieron las medidas a rabiar, creyendo que con ellas iban a lograr la claudicación de Maduro. Subestimaron a un hombre que cuenta con el apoyo de gobiernos poderosos como China y Rusia. Y esos mismos opositores se enfrascaron en una ruta que, un año y cuatro meses después, sigue sin lograr el objetivo fijado y, peor aún, que insisten en mantener a sabiendas del fracaso.
¿Esos opositores desconocen la historia? ¿Cómo viven hoy los ciudadanos que habitan en los países bloqueados por Estados Unidos desde hace décadas, incluso? ¿La experiencia no es suficiente para hacerlos recapacitar?
Las sanciones por sí solas no sacarán a Nicolás Maduro del poder, pero sí seguirán arrebatando la vida a tanta gente inocente que no logra ser escuchada por el desgobierno ni por la oposición.
El experimento de socialismo del siglo XXI que desde un principio soñó Hugo Chávez para Venezuela, logró el objetivo trazado por y para ellos: llegar al poder y, haciendo uso de las herramientas democráticas, permanecer en él por tiempo indefinido.
Los dirigentes opositores que hoy se arrogan las atribuciones del vasto porcentaje de la población que no está de acuerdo con Nicolás Maduro, cayeron en lo que tanto criticaron, radicalizaron su punto de vista, descalificando, excluyendo y humillando a quienes desde el centro llamamos a la sensatez y al sentido común. Se divorciaron del país.
No quieren ver los errores que están cometiendo, tampoco quieren rectificar y peor aún, niegan la existencia de un amplísimo porcentaje del país que no quiere guerras, incursiones militares armadas ni ensayos de invasiones que sólo dejan a su paso muertos y un sinfín de presos políticos. ¿Sabrán acaso que la inmensa mayoría de los venezolanos desean salir de este caos a través de la vía electoral?
¿Y si nos proponemos renovar los liderazgos políticos opositores? ¿Y si convocamos a tantos venezolanos sin rostros que tienen un liderazgo en sus regiones, que conocen la necesidad sentida y que son capaces de diseñar una política y articular una estrategia que nos permita confrontar a Nicolás Maduro?
La oposición venezolana tiene mucha gente en sus filas; gente con sentido común y ganas de aportar en positivo, incluidos miles de chavistas que no se sienten identificados con Maduro ni lo que él representa; gente que quiere aportar y a la que no le dan cabida, dirigentes políticos que pueden ayudar a canalizar respuestas a la escasez de alimentos, de agua potable, de medicinas, de combustible, en fin, lo que después de un año y cuatro meses, no ha podido lograr la cúpula opositora.
Sabemos que Nicolás Maduro es el principal responsable de este tormento que se vive en Venezuela, pero parte de la carga también recae en esos dirigentes opositores que no han presentado al país una ruta creíble y mucho menos viables, amén de las descabelladas ideas que sólo han dejado detenidos y muertos.
Los venezolanos necesitan una vía de escape. Es mucho lo que se está acumulando en esta olla de presión. La dirigencia opositora se agotó, hay que darle paso a quienes sí les duele el país. Olvidemos las opciones que la mayoría rechaza, los bloqueos, las sanciones, las intervenciones, los golpes de Estado, y empecemos a hacer uso de las herramientas que la Política ofrece para comenzar a dirimir las diferencias. Venezuela no debe seguir desangrándose por sus cuatro puntos cardinales, por la indolencia del gobierno y de la dirigencia opositora.