Y, sin embargo, se mueve, por Luis Francisco Cabezas
Twitter: @luisfcocabezas
La política la ejercen personas, lo que hace de esta un cuerpo orgánico, se mueve y responde de manera distinta a los estímulos de sus actores y del entorno. Por todo ello la política no es estática, ni siquiera para quienes ejercen roles hegemónicos.
En los últimos días hemos visto como el escenario político en Venezuela ha comenzado a moverse, la configuración de un nuevo CNE con una inesperada composición, ha sido uno de los hechos que más ha catalizado el movimiento de los actores políticos, episodio que también da cuenta de la existencia previa de movimientos y negociaciones que venían dándose, porque en política nada es casual, todo es causa-efecto, y si resultara casual alguien buscará capitalizarlo.
La composición de este CNE pareciera haber tomado por sorpresa a sectores opositores, aglutinados alrededor de la AN-2015, quienes parecían esperar una correlación de fuerzas mucho más asimétrica. Las tempranas reacciones de sus voceros fueron más que estridentes y descolocadas. A esta inoportuna vocería de redes se le sumó el secretario general de la OEA, quien rayó en lo ofensivo al catalogar de ridículo el nuevo CNE.
A las horas de ver en redes una diversa cantidad de calificativos e improperios hacia los nuevos integrantes del CNE, comenzamos a ver un giro en la narrativa comunicacional. Pasamos del ataque frontal al «ya veremos si los dejan hacer algo» o «será muy difícil» o la recurrente cantaleta de «dictadura no sale con votos».
Sin duda esta inesperada conformación del árbitro electoral iba a generar una movida en la gran mayoría de los partidos políticos, habida cuenta de que con este CNE, o con el que estuviese allí, este año por mandato constitucional corresponden elecciones para gobernadores, alcaldes y cuerpos deliberantes regionales y locales.
Todo partido político tiene un desiderátum: alcanzar y mantener el poder. Dice la conseja popular que «todo político que respira, aspira», cosa muy cierta y que no debe ser vista de manera negativa. Lo nocivo pudiera ser qué hacen los políticos una vez alcanzan el poder.
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Dentro de los partidos políticos hay liderazgos de base que tienen sus legítimas aspiraciones a alcaldías, concejos municipales, gobernaciones y consejos legislativos. Muchas de esas aspiraciones no pueden seguir aguardando a que los jerarcas de los partidos —muchos, por cierto, con periodos vencidos— sigan postergando el acto para el que por tanto tiempo se han preparado, como lo es medirse en elecciones.
Hoy vemos como muchos partidos comienzan a retomar el contacto con sus estructuras de base, esto da cuenta de uno de los primeros logros colaterales de la conformación del nuevo CNE, los partidos parecieran volver a ambicionar y a entender que, de alcanzarse mejores condiciones, la lucha electoral vuelve a tener sentido político, más allá de que la propia correlación de fuerzas dentro del órgano electoral en sí misma ya constituye una mejora en las condiciones.
Ahora bien, faltan muchas cosas por hacer, pero por primera en vez en mucho tiempo las fuerzas opositoras dependen más de sí mismas, de lo que hagan o dejen de hacer, que de eventos, fuerzas o episodios externos.
Un primer paso es reconocer que las fuerzas opositoras fueron derrotadas, lo cual no está mal, siempre que estés dispuesto a aprender de esa derrota. La más evidente muestra de esa derrota es que hay un gobierno al que le podemos poner cualquier cantidad de calificativos, pero que ejerce real dominio del territorio, de los recursos, de sus fuerzas militares y de la derruida institucionalidad para la gobernanza que se mantiene en pie. Un gobierno que, si bien no es reconocido por una cantidad de países de la comunidad internacional, tampoco es menos cierto que hay otros tantos que sí lo reconocen.
Un segundo paso es asumir la negociación como única vía para poder avanzar en el destrabamiento del tablero político, y se debe asumir sin poses, sin dogmas, teniendo claro que en todo proceso de negociación hay que hacer concesiones y, por sobre todas las cosas, entender que el «todo o nada» es una estrategia muy riesgosa, incluso para el que lleva ventaja en la negociación, que ya sabemos que no es precisamente el sector opositor; por tanto, es mejor avanzar en la construcción del todo por partes, y así no terminar como de costumbre: con nada.
Dejado atrás el guayabo, es necesario un nuevo comienzo, poner orden en la casa. Por ejemplo, que importante sería un proceso de negociación política para la recuperación de las tarjetas arrebatadas, que vaya acompañado de una revalidación de las autoridades de esos partidos, o que se avance en procesos de escogencia de candidatos basados en criterios transparentes, que privilegien el trabajo político y no la triquiñuela, que se defenestren prácticas nocivas como la de mandatarios locales y regionales que heredan las candidaturas a familiares, postrando a los liderazgos emergentes.
Ese nuevo camino debe suponer avanzar en la construcción de una unidad con los que quieran estar en unidad, donde se puedan relevar vocerías, donde no haya inesperados tiros libres que pongan en riesgo al equipo, donde no exista una lucha encarnizada por la foto y la tarima, donde se privilegie el trabajo en la calle y menos en las redes, donde el chantaje no se convierta en un escudo de protección. Todas estas son tareas que están en manos de los propios partidos políticos, avanzando en esos cometidos no solo enviarán un poderoso mensaje a su militancia sino a ese enorme segmento que hoy no se identifica con ninguna opción política. Quien atraiga la atención de ese segmento reinará.
En situaciones como las que vivimos hay que aprovechar las pocas oportunidades que se presentan, dar balonazos para ver si alguno logra traspasar la portería del adversario. Ya hemos visto como los balonazos de los ya predecibles delanteros opositores han terminado en nuestra propia portería —no parece una estrategia adecuada— y son muchos los que desde la grada pueden decir cuál es la mejor estrategia para ganar, pero la realidad es que todo depende de quién está en el campo.
La política no es uniforme, no es homogénea, los intereses cambian, los actores encuentran otros incentivos, establecen nuevas alianzas y, finalmente, el tiempo hace su trabajo, la expectativa de vida comienza a no ser un simple indicador demográfico, todo cambia, todo se mueve.
Luis Francisco Cabezas G. es Politólogo. Máster en Acción Política, especialista en Programas Sociales. Director general y miembro fundador de Convite A.C
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