Ya es un clamor: suspender las legislativas, por Gregorio Salazar
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Uno entiende que las elecciones libres a las que todos aspiramos no serían solamente para la escogencia de un presidente de la República. Se necesitan elecciones libres de una vez y para siempre en todos los eventos que deban realizarse para garantizar la expresión libre y soberana mediante el voto del pueblo venezolano.
Es palpable que buena de la parte de la oposición venezolana va tras la evanescente imagen de una elección presidencial, en un tiempo próximo pero indeterminado, en la que con condiciones pulcrísimas (puesto que las vamos a diseñar nosotros) aterrizaríamos en rapel sobre la escogencia del sustituto de Maduro, quien para ese momento ya deberá encontrarse en La Haya, en Guantánamo o en Teherán.
Complementa ese anhelo la creencia de que mientras llega la ansiada eyección de Maduro, impulsado por fuerzas (militares) foráneas o por la implosión que venimos pronosticando –me incluyo, dicho sea con sinceridad– desde hace veinte años, podemos darnos el lujo de ignorar todas las elecciones que aparezcan en el horizonte porque el régimen, ciertamente, manipula el proceso antes, durante y después de la fecha de los comicios.
Si usted otea la topografía electoral enfrente encontrará por lo menos cuatro ocasiones en las que deberían producirse consultas comiciales de carácter nacional: las ya convocadas legislativas; las de gobernadores en el año próximo; el referéndum antes de fin de año para aprobar o improbar una nueva constitución, y mucho más allá el obligante referéndum revocatorio, que tocaría en el 2022.
Pudiera ser que el régimen quisiera saltarse la Constitución y no presentara el proyecto a referéndum, con lo cual daría, aparte de una nueva oportunidad de lucha democrática, otra gran zancada hacia su ostracismo internacional. Pero si lo presentara sería ineludible decapitarlo voto a voto con la participación masiva y unitaria de todos los ciudadanos y banderías políticas. Ese referéndum sería un plebiscito que aterra a un régimen acorralado ahora por la pandemia y el colapso que el mismo provocó.
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Cuando Guaidó realizó su exitosa gira por Europa y Norteamérica el mensaje que recibió desde el Reino Unido hasta Canadá fue que procurara la ruta electoral como salida a la crisis mediante el diálogo, negociación, acuerdos. Ese tipo de opciones que están más encima de la mesa que por debajo, como muchas veces se dijo desde EEUU. Allí nadie le habló de aventuras tipo Operación Gedeón.
Ahora que en algo se ha aplacado el furioso teclear de quienes han visto o pretenden hacer ver en la decisión de Henrique Capriles de dedicarse a ensanchar y darle seguridad a la vía electoral como un acto de alta traición a la oposición venezolana, tal vez sea posible que en los días sucesivos se entienda mejor el punto de inflexión que su postura representa en esta lucha de largo aliento.
En ello posiblemente ayude la propia actitud no confrontativa del presidente interino: “Hay que dejar las puertas abiertas”. Desde hace semanas, Guaidó salió a buscar su objetivo fundamental: la jefatura de un gobierno de emergencia, más allá del término de su presidencia en la AN, con interlocución y control de los activos en el exterior. Para ello ya tiene el apoyo de organizaciones políticas y sociales. Cómo va a seguir esa ruta, no lo sabemos en Venezuela y tal vez ni siquiera en el Norte. Pero su interinato no va a desaparecer por la decisión de Capriles.
Del mismo modo, que HCR mueva nuevos sectores a votar, seguramente en mayor número que otros actores en liza, no va a llevar a la comunidad internacional a legitimar las elecciones legislativas. Pero probablemente sí motivará a parte de esos gobiernos a fortalecer las iniciativas como las del ex gobernador de Miranda de cara a nuevas rondas electorales en posiciones más fortalecidas. ¿Cuándo vamos a comenzar a conquistar las tan mentadas garantías electorales?
Maduro, en su tremedal de epidemia y colapso general del país, quiere disimular mediante artificios comunicacionales y precipitadas medidas temerarias, como la vuelta presencial a la escuela y la reapertura de los aeropuertos, el ritmo espantoso que ha cobrado la epidemia entre nosotros.
La saturación y desmantelamiento de los centros hospitalarios, el ritmo creciente de contagios y muertes y sus proyecciones hacia diciembre dicen que lo imperativo, lógico y racional es suspender las elecciones legislativas. Una oportunidad para que un frente opositor sin distingos le plante cara al régimen: Postergación o retiro.
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