Yes, we can!; por Teodoro Petkoff
Es muy probable que cuando la perspectiva del tiempo lo permita, la presencia de Obama en la política norteamericana, gane o no gane la elección, sea vista como el segundo gran momento de inflexión en la historia de esa nación –habiendo sido el primero la feroz Guerra de Secesión de mediados del siglo XIX.
En una sociedad cuya «mayoría silenciosa», como la denominara Nixon, es estructuralmente conservadora (e incluso racista), la candidatura de Barack Obama ha sido posible por el enorme peso de la cultura y la tradición democrática del país. La opinión pública y las instituciones del estado poseen una «fisiología» que les permite –y las obliga– a reaccionar ante las presiones y los movimientos de las posiciones minoritarias.
En la sociedad gringa una minoría puede crear una corriente mayoritaria. No es una sociedad congelada sino viva y dinámica, dotada de una plasticidad que la hace asimilar y metabolizar las corrientes que expresan el espíritu de los tiempos, por minoritarios que puedan ser los sectores o grupos sociales que las impulsan.
Cuando se piensa que hace apenas 40 años los negros todavía eran linchados y debían sentarse en los asientos traseros de los autobuses, puede percibirse la profundidad y extensión del cambio psico-social que implica la candidatura de Obama. Esta marca el fin verdadero de la guerra civil entre Norte y Sur. Simboliza la reconciliación de la Norteamérica blanca consigo misma y la asunción, por esta, de la diversidad étnica, racial y cultural del país como uno de sus rasgos distintivos. Es interesante que Obama es, en si mismo, expresión de esa diversidad. Hijo de madre blanca y padre negro, pero, además, keniano, luce como el emblema viviente de una sociedad, que sin ser el melting pot, el crisol, que proclaman sus panegiristas, no sería lo que es sin la contribución de todas las partes que hacen ese todo. Pero si ganara Obama, como la inmensa mayoría de la gente sencilla del mundo lo desea, su elección misma estaría cargada de consecuencias en el mediano plazo. Su discurso de candidato es el de quien debe su formación al trabajo, más social que político, en el South Side de su Chi cago natal, el de los barrios de negros –que es lo mismo que decir de pobres. Su discurso habla de una sensibilidad para comprender el lado sufriente de la humanidad que lleva a pensar, por ahora, que si se comporta en el poder de acuerdo con lo que ha dicho en la lucha por alcanzarlo, ello le permitiría acercarse al planeta y sus problemas desde una perspectiva muy distinta a la imperial de los políticos de su país, incluyendo entre estos a Roosevelt y a Kennedy. Parece capaz de responder a la pregunta que algunos gringos se hacen: ¿Por qué nos odian tanto? Valga sólo un ejemplo.
Sin abandonar a Israel, Obama parece capaz de entender el punto de vista del mundo árabe y musulmán –sobre todo del palestino–, y capaz de salir al encuentro de la tremenda carga de irredentismo que lo mueve. Entre tanto, repetimos, con millones gringos: Yes, we can! ¡Si Podemos!