Yo, docente, ¿qué compro con mi sueldo, señor presidente?, por Rafael A. Sanabria M.

Mail: [email protected]
Es dramático y deprimente cobrar la quincena en Venezuela. Profesionales y no profesionales claman en desesperación, aún peor los docentes que reciben cuatro millones. Eso es ridículo (y trágico), no alcanza para nada. Entonces, sobreviven vendiendo cualquier cosa. Algunos tienen (pueden) que acudir a algún familiar que les ayude. Han convertido a los docentes en seres incapaces de mantenerse ellos mismos. Un mal ejemplo.
Claro que las sanciones impuesta por EE. UU. han afectado la economía, pero otros países también sufren sanciones y han dado soluciones a su pueblo. Aquí se habló de una Ley Antibloqueo que forma parte del permanente «vamos a hacer…vamos a hacer», cuento sin fin igual al del gallo pelón. La cuestión no se resuelve pañuelo mocoso en mano, llorando como víctimas. Hay que buscar estrategias prácticas para salir del atolladero.
¿Qué compro con mi sueldo, señor presidente? Es la interrogante que se hacen muchos educadores. Pero para el presidente y el ministro de Educación eso parece no tener importancia. Si el docente come o no come no es su problema, el educador solo les sirve para llevar a cabo sus políticas. Mientras tanto, la Asamblea Nacional discute cualquier fecha de fundación o se reúnen todos para mandar un pésame. Es claro que no tienen agenda de emergencia, debe ser que todo está muy bien.
Los hombres y mujeres que un día decidieron forjar voluntades en las nuevas generaciones son benevolentes a pesar de las cruces, aunque caigan mil y una veces. Continúan llenos de esperanza (y de carencias).
El gobierno sabe bien que el sueldo es mísero. En mi pueblo, los directores de la alcaldía reciben un bono de 90 millones (50 sueldos mínimos), pero los que no son directores ni altos cortesanos, la gran mayoría, ¿cómo viven? Acá, la empresa privada grande también da cestatickets con montos equivalentes. Los docentes quedan fuera de tales remiendos en los salarios.
Señor presidente, usted que hace alarde de proteger al pueblo, ¿por qué los docentes no están dentro de los protegidos de su gobierno? ¿Por qué son los más olvidados de la república, si ellos son los que a diario forman nuevos republicanos? ¿Qué sería de un país sin educadores?
Con lo que se le cancela al docente apenas puede comer un día. Si un militar tiene un valor relevante para el país, un maestro también porque de él depende el desarrollo y evolución de los pueblos. Señor presidente, basta de tanta segregación y discriminación, los docentes exigen vivir con dignidad, no esperando migajas.
Asígnele a los militares, gobernadores y diputados cuatro millones de bolívares quincenales a ver si resisten dos días. Eso solo se lo ha calado el magisterio venezolano.
Estire las piernas y visite un mercado para que observe que la migaja que usted orgullosamente les asigna a los docentes es una mínima dádiva que se devora la Venezuela dolarizada. Porque ni a eso le ha puesto freno, pareciera que su gobierno fuese el interesado en que aumente el dólar para oprimir a la gente de a pie.
*Lea también: Municipios autónomos versus ciudades rojas rojitas, por Carlos Rodríguez
No critico al Clap ni las bonificaciones, al contrario, critico que estas no llegan a todos. No todos los docentes reciben bonos, ni bolsas de comidas. A diario fallecen por falta de recursos los maestros enfermos. Y los docentes jubilados no tienen ni para comprarse una píldora y en la batalla mueren, en total indiferencia.
Legiones de docentes a diario cruzan la frontera del país en busca de un presente mejor, de una vida digna, tal vez sin lujos pero sin hambre. En nuestro país estudiar para ser docente ya no es opción. ¿Quiénes serán los formadores de las nuevas generaciones, si ya la juventud no se interesa por la pedagogía? Basta de amenazas, que si nos van a quitar el cargo, que si se nos va a sustituir.
Pise tierra: en Venezuela nadie está interesado en ser docente. Quienes estamos somos héroes y heroínas que a diario libramos batallas sin fusiles, solamente con la palabra.
Señor presidente, ¿usted se ha preguntado cuántos docentes en el país se acostaron anoche sin comer? ¿Cuántos hacen dos o una sola comida al día? Con hambre no se puede enseñar. Cuántos son madres y padres que no saben cómo hacer para alimentar y proteger a sus hijos.
Recuerde su frase, señor presidente: «Leales siempre, traidores nunca». Entonces, comience por usted mismo: ¡no traicione al magisterio venezolano!
¿Qué compro con mi sueldo?, ¿un kilo de harina de maíz y un jabón? Más, no puedo.
No olvide que un maestro le enseñó a leer y escribir.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es Profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo