Yo me quedo aquí, por Douglas Zabala

Yo no me iré, porque aquí el primero que resolvió no irse y enfrentar a quienes nunca han debido usurpar estas tierra de gracia, fue Guacaipuro, cuando no dio tregua ni cuartel y prefirió quedarse para defender palmo a palmo cada gota y cada ribera del rio Guaire y toda esa montaña a las que él con su gente llamaban el Wuaraira Repano.
De aquí no hay que irse, porque si al joven Simón de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco, en vez de quedarse en el viejo continente y no hubiese hecho su juramento en el Monte Sacro, para luego regresar y hacer lo que la divina providencia le asignó, quizás todavía fuésemos un continente dependiente de la gran Metrópoli Madrileña.
De aquí ni por un segundo se le ocurrió irse al joven aún Ezequiel Zamora, cuando cansado de ver como la godorria venezolana con sus resabios de mantuanismo, después de la independencia pretendían seguir subyugando al mismo pueblo, que había logrado quitarse de encima al mismísimo imperio español. No. El nunca se fue, y al grito de ¡Oligarca Temblad, Viva La Libertad! provocó la primera rebelión campesina contra los terratenientes y los señores feudales.
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Tampoco ni por un pensao se les ocurrió irse del país a jóvenes como Gustavo Machado, Salvador de la Plaza, Jóvito Villalba, Rómulo Bentancourt, Miguel Otero Silva, Rómulo Gallego y Pío Tamayo. Todo lo contrario; el dictador Juan Vicente Gómez, los desterraba y ellos con más brío y valentía se devolvían a luchar por sus ideales de libertad y democracia sobre la misma tierra.
Otros que resolvieron quedarse fueron los muchachos Douglas Bravo, Pompeyo Márquez, Américo Martin, Argelia Laya, Teodoro Petkoff, Guillermo García Ponce, Alí Primera, Fernando Soto Rojas, Gabriel Puerta Aponte, Argelia Melet, Francisco Prada y Julio Escalona, en aquellos tiempos de la lucha armada contra los gobiernos adecos y copeyanos, donde los únicos que se iban, eran aquellos jóvenes que se arriesgaban a salir para pedir ayuda contra el fiero enemigo, experto en disparar primero y averiguar después.
Yo ni siendo joven me iría, porque de esta también algún día saldremos. Además, donde voy a conseguir una reina pepiada a la vuelta de la esquina. A quien le voy a pedir unas mandoquitas con un buen pedazo de queso blandito. Donde voy a tener tanta agua junta como la que me dan en su encuentro el Caroní y el Orinoco. Quien me va regalar un atardecer larense o una gaita en Santa Lucia.
No. Yo no me voy, porque por mucho que vea pa los lados, nunca voy a encontrarme con tantas mujeres bellas como las venezolanas. Donde podré escuchar una tonada llanera como las del tío Simón o una cantata como la de Florentino y el Diablo. Que voy hacer allá fuera si por esos lares el sol no parte teja ni Mochima y Choroní se ven.
Y porque he de irme, si aquí de paso puedo gritarle mis verdades a cada rato y por mucho tiempo al gobierno, sin andar pidiendo invasiones ni salidas golpistas.
Yo aquí daré la pelea por mis verdades, ante el gobierno y frente a unos líderes de la oposición, que no se parecen en nada a los jóvenes, que desde Bolívar para acá, decidieron quedarse en el país para echarle bolas contra los poderosos de siempre. Por eso, yo no me voy, yo me quedo aquí