Yo soy colaboracionista, por Enrique Ochoa Antich
Twitter: @eochoa_antich
Como todos sabemos, colaboracionista fue el denuesto que, con justificada razón, se usó, en particular durante el gobierno de Vichy, para referirse a los nacionales de un país ocupado por los nazis que, por razones diversas, colaboraban con el invasor. En una extrapolación abusiva, como si el régimen autoritario chavista-madurista pueda siquiera compararse con el régimen totalitario, racista y genocida nazi-fascista, ciertos sectores del oposicionismo extremista se lo endilgan a todo aquel que procure con el gobierno de Maduro una relación civilizada y que asuma respecto de él una actitud pacífica y moderada.
Así como Marx creía que sólo la lucha de clases era el motor de la historia, cuando posiblemente el acuerdo entre ellas lo haya sido en mayor medida, estos antichavistas patológicos sólo se imaginan el cambio político en términos de una conflagración con el contrario. Y quien no la favorezca, es, según ellos, un colaboracionista.
En términos de teoría política, se parecen a los comunistas: son un raro espécimen de marxistas de derecha. Olvidan lo que hasta Mao tuvo que reconocer alguna vez: que incluso las contradicciones antagónicas muchas veces dejan de serlo.
Si es en tales términos de moderación y paz, yo me declaro colaboracionista.
Imagino un proceso de cambio en el que se pueda o se deba cohabitar por un período relativamente largo con quienes hoy ejercen el poder, en particular con su estamento militar. Es decir, un tiempo en que se colabore con los sectores menos autoritarios del régimen para abrir progresivamente espacios de democracia y libertad plena. Así que colaboro con toda voluntad democrática que observe al interior del régimen que favorezca el camino del diálogo, la negociación y el acuerdo.
Creo en un Gobierno de Unidad Nacional en que los opositores, los chavistas, los maduristas, y los independientes, los trabajadores y los empresarios, las izquierdas, el centro y las derechas, los civiles y los militares, colaboren entre todos juntos al desafío de proporciones históricas de sacar a Venezuela del hueco de atraso y pobreza en que se encuentra. ¿Eso es colaboracionismo? Entonces, soy colaboracionista.
Desde la palabra –que a mis largos y pesados 68 años es mi principal por no decir única militancia– procuro incidir en la visión constitucionalista de muchos de quienes nos gobiernan para intentar persuadirlos de que nada más contrario a la Constitución que el modelo de partido-Estado que se quiere imponer, en que instituciones, Poderes Públicos, administración, presupuesto, Fuerza Armada, policías, etc., son una prolongación de la estructura partidista y están sujetos a sus mandatos y su disciplina.
O sea, procuro colaborar con el desarrollo de una conciencia democrática al interior del gobierno y con quienes desde el PSUV tienen o pueden tener conciencia de la contradicción entre autoritaritarismo y Constitución. Si se le pide a la oposición respetar la Constitución (incluso para cambiarla, como sería mi improbable aspiración), primero quienes gobiernan deben respetarla escrupulosamente.
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Cuando observo que se aplican medidas de «deschavecización» y liberalización de la economía, ofrezco de inmediato la modesta colaboración de mi palabra para ayudar a hacer comprender que superar y dejar atrás el frenético estatismo de los tiempos de Chávez, los controles, y el descocado populismo de aquellos años, al final podría conducir a abatir la inflación e incrementar la producción, que es la única manera de recuperar y mejorar el valor real de salarios, prestaciones y pensiones.
Siendo que la oposición las reclamó por años, no me opongo a ellas, como ese oposicionismo que sólo se define en la negación de todo, sino que denuncio su lentitud, su desarticulación tal vez, y exijo su profundización. No creo en la conseja aquélla según la cual mientras peor estén las cosas, mejor. Por ello colaboro en que las cosas mejoren, aunque sea un poquito.
A quienes me dicen que no quieren pasar del sótano 5 al sótano 3 sino subir a Planta Baja, siempre les digo que, si se está en el sótano 5, para llegar a Planta Baja hay que… ¡pasar primero por el sótano 3!, hasta nuevo aviso. Yo colaboro con eso. Y trato de colaborar con la comprensión de que la crisis actual se fraguó durante Chávez II y III y Maduro I, pues sólo de una cabal comprensión de sus causas es que se podrán superar nuestros males.
Y como creo que la patria existe, y que el imperialismo también existe, pero no creo que los desplantes ni las palabras cargadas sean prueba alguna de nacionalismo, sino que más se defiende nuestra soberanía procurando con los EEUU la mejor relación posible en términos de respeto y de colaboración en interés mutuo; y como rechazo todo tipo de sanciones, incluso las individuales (a menos que se trate de un delito cometido por un nacional en otro país, en cuyo caso debe ser procesado y la república velar por el respeto de todos sus derechos humanos al debido proceso, sea culpable o inocente); como no creo que ningún país ni unión de países del mundo pueda erigirse como juez de otros países ni injerirse en asuntos internos que en nuestro caso sólo los venezolanos debemos resolver; entonces colaboro con la normalización en las relaciones de Venezuela y el mundo exigiendo como venezolano la suspensión de las medidas coercitivas ilegales y unilaterales contra mi país.
En fin, pues, que ni me va ni me viene el calificativo de colaboracionista. Ahora, si nos atenemos sólo a la acepción peyorativa del término, habría que preguntarse si quienes propiciaron el golpe del 11A y el paro y entregaron así Pdvsa y la F.A., y llamaron a la abstención de 2005 que regaló todos los Poderes; si quienes propiciaron la violencia callejera en 2014 y 2017 sacándonos de la exitosa ruta democrática, y en 2018 no votaron dejando que Maduro ganase con sólo 30 % de los votos; si quienes hace muy poco tuvieron ese rapto de genialidad política que fue el patético dizque «interinato» (con su invasión por Cúcuta, y su 30A, y su Macuto, y su Monómeros, y su etc., etc.); todo lo cual remachó la capacidad de hegemonía del régimen autoritario durante largas dos décadas y media; habría que preguntarse, digo, si a estos extremistas pitiyanquis del oposicionismo fundamentalista de ultraderecha, no les corresponde más que a otros el dicterio aludido.
Enrique Ochoa Antich es un político y escritor. Fue miembro fundador de Movimiento al Socialismo (MAS).
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