Sin Pdvsa, pero “con patria”, por Gregorio Salazar
Autor: Gregorio Salazar | @goyosalazar
Las imágenes de la aglomeración de ciudadanos a las puertas del consulado de Chile en busca de la visa creada especialmente para que los venezolanos puedan viajar y establecerse temporalmente en ese país marcó el comienzo de la semana. Fue una nueva comprobación de que ese gigantesco éxodo, sin precedentes en la historia de nuestro continente, no se va a detener y, por el contrario, se incrementará por cada día que pase en el poder la cúpula que ha destruido a Venezuela.
Todos los días, con la partida de hombres y mujeres de todas las edades, Venezuela ve esfumarse su mayor potencial transformador y las posibilidades de ser un país próspero para todos sus hijos. Buscando asegurarse la existencia, millones de seres humanos se han marchado acongojados, llorosos, inconsolables, no sólo por la separación de familiares, amigos y querencias, sino también por estar conscientes que sus manos, voluntad e intelecto no van a estar al servicio de la grandeza de la patria que aman profundamente. Irse sin saber cuándo volverán a ver a Venezuela o a vivir en ella jamás estuvo entre sus planes.
El epicentro del terremoto que está reduciendo la nación a escombros se ha trasladado a Petróleos de Venezuela, la Pdvsa que fue orgullo de todos los venezolanos y músculo vital del desarrollo nacional. Fue la empresa petrolera nacionalizada la prueba más fehaciente de la capacidad de los venezolanos para asumir exitosamente los retos más exigentes. Si eligiéramos al azar algún hecho que nos diera la medida de la hecatombe del presente bastaría con pensar que hoy ni el más humilde operario de Pdvsa cree poder labrarse un futuro en ella. Y la abandonan por millares.
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La prensa internacional ha vuelto a ocuparse del estado de la principal industria nacional y recoge estimaciones de que son 25 mil los trabajadores, incluyendo técnicos capacitados de distinto rango, los que han abandonado las actividades en las diferentes fases de la producción de petróleo y sus derivados. Recuérdese que en la Pdvsa que existió antes del 2002 la nómina total anduvo por los 40 mil trabajadores. Paradójicamente, mientras el personal de la petrolera estatal, sobrecargada de actividades para las cuales no fue creada, es más del triple, se pronostica que sus dimensiones se reducirán a las de la petrolera colombiana, que apenas supera los 800 mil barriles por día.
Dieciséis años le bastaron a la llamada, con toda razón, “peste roja” para barrer con una de las empresas más importantes del planeta. El rubro de la economía sin el cual hoy nada se puede. Una demencial línea de acción que arrancó con la masacre laboral del 2002, expulsando a mas de 10 mil trabajadores, y luego el alocado endeudamiento, la desinversión, el abandono suicida de la cultura del mantenimiento y la seguridad. En medio del estado ruinoso de sus instalaciones y la caída de la producción y sin que se tenga claro de donde podrán salir los miles de millones de dólares que se necesitan para rescatarla, sobrevino la estampida de su personal.
Sin recursos económicos y sin el trabajador venezolano, Pdvsa no podrá ser rescatada por esta dictadura. No tienen dinero para reimpulsar operaciones, ni para traer costosos técnicos que difícilmente estén dispuestos a venir a trabajar en este infierno y en condiciones de riesgo laboral. Si las refinerías fueran finalmente entregadas a chinos, rusos o iraníes el proceso de desnacionalización sería brutal, ni siquiera comparable al período cuando pertenecían a las trasnacionales, donde ciertamente había una alta gerencia extranjera, pero también muchísimos venezolanos en cargos de importancia clave para la industria, antes y después de pasar a manos de los venezolanos.
Ante la mirada estupefacta del país y el mundo está la descomunal destrucción de Pdvsa, la obra perversa que inició el “supremo”, inspirador de quienes hoy cuando se les echa en cara su fracaso y la tragedia de enormes proporciones en la que han sumido a su propio pueblo les basta con responder, a todo trance, “pero tenemos patria”. Será otra, entonces, y estará allende nuestras fronteras, en la ínsula cubana seguramente, pues en nuestra historia nadie había actuado tan vilmente en contra de lo que Venezuela significa, duele, representa para cada uno de sus hijos.