1° de Mayo, por Teodoro Petkoff

Mañana es Primero de Mayo. Nunca, durante el último medio siglo, habían conocido los trabajadores venezolanos una situación peor que la que hoy padecen. Por una parte, entre los obreros, según cifras oficiales (OCEI), existe una tasa de desempleo cercana al 15%, (la más alta que haya habido jamás), además de que un porcentaje significativo de la masa laboral vive la situación de desempleo disfrazado que se esconde tras más de un 50% de informalidad. Por otra parte, los trabajadores se encuentran prácticamente indefensos porque los movimientos sindicales están en una suerte de limbo jurídico. La revolución de pacotilla ha logrado el milagro al revés de mantener la mayor suma de desempleados y subempleados de que se tenga memoria y, al mismo tiempo, maniatar casi totalmente a los sindicatos. Como guinda de este coctel infernal tenemos el virtual colapso del viejo sistema de seguridad social, sin que se vislumbre cuándo saldrá del congelador el conjunto de leyes que habrán de remediar los males que lo agobian. Después de 27 meses de gestión, Hugo Chávez tiene poco de qué enorgullecerse en el frente laboral.
En materia de desempleo, el Gobierno ha producido ocho planes para aliviarlo. Todos han fracasado. Sólo la patológica incompetencia que caracteriza al chavismo puede explicar que no haya podido, contando con más dinero que cualquier gobierno anterior, llevar adelante un programa de grandes obras públicas, que ha sido un recurso tradicional para la generación de empleo, utilizado por toda clase de gobiernos (de izquierda o de derecha, de norte o de sur). Por otra parte, el Ejecutivo se las ha arreglado para mantener en estado cercano al coma a los sectores privados de la economía, que constituyen los mayores empleadores del país. Esto nunca se había visto: los mayores ingresos petroleros de la historia y una economía que languidece. Este año, que pintaba mejor que el pasado desde el punto de vista del crecimiento, ha visto, sin embargo, en el primer trimestre, una disminución de la actividad económica con respecto al último trimestre del año pasado.
El sindicalismo, al que Chávez fracasó en matar con aquel triquitraqui que fue su misil referendario, se encuentra, sin embargo, envuelto en una nebulosa jurídica que lo condena, por ahora, a una suerte de vacación forzada. Existen los sindicatos pero casi no pueden actuar porque no han sido relegitimados. Nunca habían tenido los patronos de este país una golilla semejante. En el mundo sindical el chavismo no lava pero tampoco quiere prestar la batea. Sin embargo, todo apunta a que termine por fracasar la tentativa de crear un laboralismo dependiente del gobierno. El chavismo no tiene con qué y las fuerzas sindicales tradicionales, que han asumido su renovación, han demostrado una capacidad de resistencia que pocos le habrían supuesto. De hecho, ha sido en el terreno laboral donde el Gobierno ha cosechado sus mayores reveses. Como nunca, en el Primero de Mayo, han tenido los trabajadores venezolanos mayores razones para ponerse en pie de lucha