25 de Mayo: Silencio electoral, victoria del autoritarismo, por José Rafael López P.

El 25 de mayo marcó un nuevo capítulo en la historia política de Venezuela, no por lo que ocurrió en las urnas, sino por lo que estuvo completamente ausente: la participación masiva del pueblo. Aquella jornada quedó grabada como una escena desoladora y casi fantasmagórica: centros de votación vacíos, funcionarios aburridos por la soledad, y soldados custodiando urnas vacías. La oposición, liderada por María Corina Machado, apostó a la abstención como respuesta al mega fraude del 28/7, pero esa estrategia, lejos de desafiar al régimen, acabó allanando el terreno para que el poder hegemónico se consolidara aún más, sin ninguna oposición real en el horizonte.
Según expertos, las elecciones de 2025 son una de las de menor participación ciudadana de la última década. La falta de transparencia del genuflexo CNE, junto a evidencias de manipulación fraudulenta del registro electoral y del proceso de totalización de votos, ha oscurecido tanto el verdadero nivel de participación como los resultados finales. Entre las principales irregularidades destacan las fallas en las auditorías pre y post electorales, la eliminación del código QR y la reducción arbitraria del Registro Electoral Permanente.
Esta última, mediante la exclusión de aquellos ciudadanos que no votaron el 28/7, etiquetándolos como «electores no activos» para inflar artificialmente el porcentaje de participación. Esta maniobra explicaría la abismal discrepancia entre los datos de observadores independientes, que estimaron una participación de un 12 % -15 %, y la cifra oficial del 42 % reportada por el CNE. Cabe resaltar que la distinción entre «electores activos» y «no activos» no tiene base en la legislación electoral vigente, por lo que carece de fundamento técnico y legal.
La opacidad del proceso se ha visto aún más agravada por la falta de publicación de los resultados desagregados en el portal del CNE, lo cual no sorprende, pues a diez meses del 28/7, los resultados de ese evento siguen sin ser divulgados.
Para los abstencionistas, lo ocurrido el 25 de mayo representó una «derrota para Maduro» y una «ratificación del liderazgo de María Corina». Sin embargo, esta supuesta derrota del chaveco-madurismo se tradujo contrariamente en la victoria de 23 de las 24 gobernaciones, una mayoría aplastante en la Asamblea Nacional (256 de 285 diputados) y el control total de los parlamentos regionales. Esa supuesta «contundente derrota» no debilitó al régimen ni le arrebató poder alguno; al contrario, lo fortaleció y le permitirá profundizar su hegemonía y control social.
Ante este panorama, surge una pregunta inevitable: ¿fue esta abstención un acto de resistencia real, o paradójicamente una cesión voluntaria de poder que terminó fortaleciendo a quienes se pretendía derrotar? Mas allá de la cacareada deslegitimación, los hechos son ineludibles: tras el 25 de mayo, todas las instituciones clave para definir el rumbo político del país quedaron bajo el control absoluto de un proyecto corrupto, autoritario y entreguista. La abstención, lejos de frenar al régimen, le despejó el camino. La historia ha demostrado que la «deslegitimación» del régimen ha sido una fantasía inútil.
Al poder autoritario de Miraflores no le hace falta el voto ciudadano para su legitimación, le basta el respaldo armado de una élite militar que ha hecho del Estado su botín. Los fusiles han sustituido el consenso por la represión, el diálogo por la intimidación, y la legalidad por la obediencia impuesta.
En este escenario electoral, igualmente cabe acotar el fracaso del sector opositor encarnado en figuras como Capriles, Rosales, Requesens, Stalin González y compañía que optó por la vía de la participación electoral. Como alternativa política opositora, no lograron capitalizar electoralmente a esa inmensa masa de ciudadanos que adversan al proyecto hegemónico bolivariano.
El país está atrapado en un limbo político. Por un lado, un régimen opresor-hambreador sin respaldo popular que se sostiene en el poder gracias al respaldo de las bayonetas. Frente a él, una mayoría ciudadana insatisfecha, empobrecida, y reprimida, la cual ha sido cautivada por la retórica emocional-efectista de María Corina. Retórica suicida que ha sido alimentada por promesas imposibles, fechas simbólicas y caminos cortoplacistas inviables. Estrategia que lejos de ofrecer una salida real, se ha limitado a glorifica las sanciones económicas impuestas por Washington, apostar por un improbable quiebre militar o una intervención extranjera orquestada por la grotesca dupla Trump-Rubio.
¿Y ahora qué hacer? Es evidente que la oposición democrática –la que no se presta a ser caja de resonancia de la agenda MAGA– debe recomponerse. Basta ya de consignas vacías y de hiperliderazgos que, en el fondo, solo replican los mismos vicios del poder autoritario que pretenden combatir.
*Lea también: En la umbra, por Gustavo J. Villasmil Prieto
No se puede salir de la crisis con el engaño, negando la realidad, estigmatizando a quienes no comparten su visión (traidores, normalizadores) y aferrándose liberaciones dirigidas por fuerzas extrajeras (síndrome cubano). Corregir un error no es traicionar una causa; es, más bien, un acto de valentía, honestidad, y madurez.
Es urgente la recomposición de las fuerzas democráticas, la construcción de una coalición sólida y amplia ideológicamente que sea capaz de enfrentar y derrotar el proyecto totalitario que ha sumido a la nación en la desesperanza y la decadencia.
José Rafael López Padrino es Médico cirujano en la UNAM. Doctorado de la Clínica Mayo-Minnesota University.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo