Alarcón: El retiro de Henri Falcón sería un desastre para la legitimidad del Gobierno
“La única manera de que el sector democrático opositor pueda tener algún impacto en el proceso electoral convocado para el 20 de mayo es que Henri Falcón retire su candidatura”, opina Benigno Alarcón Deza, director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello (CEP-UCAB)
Autora: Elvia Gómez @ElviaGomezR Tomada de la revista del Centro de Estudios Políticos de la UCAB
El CEP-UCAB tiene un grupo permanente de expertos en varias áreas del conocimiento, que revisa permanentemente escenarios y ha previsto con bastante aproximación la deriva autocrática del país.
Alarcón trae al presente, porque le parece que hay similitudes con la situación nacional, lo ocurrido en el año 2000 en Perú, en el proceso electoral entre Alberto Fujimori y Alejandro Toledo, cuando el contendor desencadenó un proceso en plena campaña, que deslegitimó y desestabilizó al mandatario, lo que lo llevó, a la larga, a prisión.
“La elección del 20 de mayo no la vamos a poder parar y lo único que le generaría un daño real al Gobierno es que Falcón se retire. Con eso, sí es verdad que los niveles de participación se irían al suelo”, insistió el académico, experto en teoría de juegos, estrategia, conflicto y negociación.
Argumenta que la participación electoral caería a menos del 40% si el candidato opositor se retira de la contienda y eso eliminaría el peligro de que el Gobierno de Nicolás Maduro se relegitime por seis años más. “Creo que Maduro, ante un retiro de Falcón, tendría un escenario donde el día 21 de mayo sería peor que el día 19”.
“El mejor escenario para Henri Falcón es ganar la elección y que se le reconozca; el segundo mejor escenario es retirarse si, aun sabiendo que puede ganar, no tiene la certeza de demostrarlo y defenderlo. El tercer y peor escenario es ir a una elección que, ganándola o perdiéndola, termine en la incertidumbre y con él reconociendo unos resultados porque no tiene cómo contradecir el resultado oficial. Ese sería, entonces, el mejor escenario para el Gobierno: relegitimarse con un candidato que no tiene manera de contradecir los resultados que dé el CNE”.
–¿A dos meses de la cita electoral presidencial, qué le puede decir a un elector que se encuentra en el dilema de ir o no a votar?
–Votar es un derecho, no es condenable ir a votar o dejar de hacerlo. La gente tiene derecho a decidir si vota o no, ambas son maneras de expresarse. La gente, normalmente, vota para elegir, pero si votar no permite elegir, la pregunta debería ser: ¿tiene sentido votar en un proceso en el cual se vota pero no se elige? De cara a las elecciones del 20 de mayo vemos que las condiciones mínimas para que la gente decida no están dadas, porque los principios para que la elección se considere limpia y transparente no se han respetado y por eso no hay garantía de que la escogencia del elector sea reflejada en las urnas. Ahí hay una debilidad. Otro problema es el plazo. Se requiere tiempo para la organización logística (testigos, miembros de mesa, veedores), pero también para que el mensaje llegue a los electores y puedan comparar las ofertas. Además, eso requiere acceso a los medios de comunicación, y si el mensaje electoral no se puede expresar en igualdad de condiciones, el Gobierno tiene una ventaja enorme. También hay una limitación al derecho a elegir cuando hay candidatos a los que se les impide competir, bien porque los inhabilitaron, los apresaron o les eliminaron sus tarjetas. Ya el Gobierno “escogió” por el elector quién va a ser su candidato. Eso, sin mencionar que al haber el CNE eliminado la tarjeta de la MUD –que aglutinó también el voto de los electores que no querían hacerlo por un partido político– reduce los niveles de participación. Todo eso pone a la oposición en una posición de mucha debilidad.
–Uno de los aspectos que alimenta el debate es que nunca, desde que el chavismo llegó al poder, ha habido garantías electorales plenas y así la oposición ha concurrido y ganado, en algunas ocasiones.
–Ciertamente, no ha habido garantías ideales, pero la realidad es que hoy hay menos garantías que en el pasado. El tema de las garantías ha tenido un deslizamiento desde hace años para acá y se ha venido perdiendo. Había problemas con las garantías desde antes de la desaparición de Hugo Chávez, pero la caída dramática en las condiciones electores se produjo a partir de 2013, con la elección de Maduro, cuando se presentó un resultado muy controvertido. Luego de esa fecha debieron hacerse elecciones de gobernadores, y no se hicieron; y las de alcaldes se convocaron con un tiempo reducido. Debió haber elección de legisladores regionales y municipales y tampoco la hubo, y debió hacerse una elección presidencial a finales de este año y, después de una gran incertidumbre, se hizo la convocatoria con un plazo de apenas tres meses. Todas estas son señales muy importantes del deterioro de las condiciones electorales. Desde 2009, el CNE se ha negado a hacer una auditoría al registro electoral, y en un país donde la migración es importante y se calcula que se ha ido más o menos el 10% de la población, el registro electoral sigue creciendo. ¿Los que han emigrado han sido retirados del RE? ¿Qué garantía tenemos de que esos migrados no van a aparecer “votando”? Hay una gran incertidumbre, pero lo que sí está claro es que el proceso electoral se ha vuelto menos competitivo. Hoy tenemos condiciones con las cuales la oposición, aun siendo mayoría, no podría garantizar ese resultado electoral.
–¿De todo lo que falta qué le parece más grave?
–Que desapareció la observación electoral y sigue sin aparecer. Antes teníamos, al menos, cuatro grupos de observadores nacionales: dos que el CNE calificaba como proclives al oficialismo y dos a los que calificaba como proclives a la oposición, lo que es absurdo porque se supone que la observación es neutral. De esos, al Observatorio Electoral Venezolano le han sido negadas las credenciales de observación en los dos últimos proceso y a este de mayo ni siquiera los invitaron a la auditoría de las máquinas. Eso es un paso atrás en las condiciones.
–¿Entonces, cuál puede ser el centro del dilema entre votar o no votar?
–El problema con estos procesos sin condiciones es que para lo que sirven es para legitimar a quien “gana” esas elecciones. Lo central es que los niveles de legitimidad de ese tipo de procesos fraudulentos son proporcionales al número de personas que participan en ellas. No es lo mismo tener una elección fraudulenta sin condiciones, con el 20% de electores participando, a tener al 80% concurriendo. Evidentemente, la participación termina apuntalando la legitimidad de ese proceso aunque no haya reunido las condiciones necesarias. El dilema del elector podría resolverse así: si yo decido votar, pero no tengo garantías de que mi voto va a ser contado como yo lo emito, mi presencia ayuda a legitimar un proceso electoral que no necesariamente va a reflejar el resultado de la decisión que yo tomé.
–Aun teniendo presente las amenazas de la comunidad internacional, que ya ha adelantado sanciones económicas importantes contra el Gobierno de Nicolás Maduro, ¿que los electores participen masivamente el 20 de mayo legitimaría al Gobierno?
–Sí, lo legitimaría. Para el Gobierno, el mejor escenario es que haya una participación muy alta que le permita decir que ganó las elecciones, bien porque las ganó realmente o, no habiéndolas ganado, pueda atribuirse la victoria.
–¿Qué cambiaría en la relación del Gobierno con la comunidad internacional si gana?
–Si hay niveles de participación comprobadamente muy altos, pero no hay los mecanismos para comprobar realmente quién ganó y quién perdió –porque no hay una red de testigos de mesa y la estructura necesaria de vigilancia del voto, y tampoco hay un árbitro imparcial– eso pondría a la comunidad internacional en una posición difícil. Con niveles de alta participación, la comunidad internacional no puede ponerse en contra de lo que sería, supuestamente, la decisión de la mayoría. Una comunidad internacional que busca la democratización del país estaría en problemas graves si la mayoría del país sale a votar, si el resultado es “favorable” al Gobierno y si después de eso no hay ninguna reacción que demuestre que los resultados oficiales no son los resultados. Si el país entra en aceptación tácita de los resultados después del proceso electoral, habiendo habido una participación muy alta, la comunidad internacional no puede desconocer eso.
–¿Con todas las trabas existentes y conocidas por qué un porcentaje importante de electores de oposición manifiesta que va a votar?
–El elector se siente desarmado para poder hacer algo distinto a votar. El votante siente que el único recurso real que tiene para cambiar las cosas es el voto y, además, creo que el elector venezolano no quiere matarse. Por eso, aunque no crea en el proceso electoral, prefiere ir a votar. Pero ese elector va, por un lado, resignado, porque no tiene otros mecanismos. Por otro lado, va a votar en la medida en que su expectativa mejora con relación a que esto puede servir para “algo”, y viceversa, si le parece que no sirve, no va.
–¿Al elector le queda sólo el voto ante la orfandad de conducción política?
–Esto me recuerda el tema de las protestas del año pasado: me han preguntado si ese proceso no sirvió para nada. Bueno, eso es como decir que el voto tampoco sirve para nada y tenemos 18 años votando en desventaja. El voto o la protesta son medios, la clave está en cómo usarlos. No se puede decir que el voto –o las protestas– no sirven para nada porque no se ha logrado cambiar o desplazar al Gobierno con eso. Lo que me parece es que el elector, ante alternativas muy limitadas y que no controla, asume las que cree que controla. Si al elector le dicen: “usted ahora lo que puede hacer es votar”, pues lo asume porque no hay otra alternativa al alcance de sus manos. Pero, si luego lo convocan a protestar y cree que le sirve para algo, sale y protesta. Entonces, moverse y sacarle provecho a lo que tiene a la mano tiene mucho que ver con las expectativas: si tiene un mínimo de expectativas de que puedan servir para algo, va a ir a votar; si no, termina no yendo.
–¿Es posible que en lo que resta hasta el 20 de mayo la evolución política nacional lleve a Henri Falcón a retirarse y buscar con eso darle una sacudida a la estructura oficialista?
–Si no hay condiciones electorales y si Henri Falcón, ganando las elecciones no tiene garantías de que su triunfo sea reconocido, creo que ganaría más credibilidad rectificando su actitud que manteniéndose en el proceso. Hay que recordar la circunstancia que se presentó en Perú (año 2000), en aquellas elecciones entre Alberto Fujimori y Alejandro Toledo, cuando el contendor desencadenó, en plena campaña, un proceso que deslegitimó la reelección de Fujimori en segunda vuelta y lo llevó a renunciar desde Japón. Hubo ventajismo gubernamental, intimidación de votantes, sobornos, parcialización del árbitro y, finalmente, fraude electoral masivo. En la segunda vuelta, Toledo llamó a votar nulo, porque no había condiciones libres ni justas. Aunque Fujimori fue proclamado para otro mandato con el 74% de los votos, la inestabilidad política sembrada en la campaña lo llevó a dimitir, tras perder la mayoría parlamentaria. Entonces, volviendo al caso venezolano: es más capitalizable para Henri Falcón una actitud coherente con la realidad a la que está sometida esta votación que lanzarse en una aventura audaz, que se termine convirtiendo en una apuesta perdedora. Yo creo que si Falcón va a un proceso electoral contra viento y marea, sin poder garantizar que si gana los resultados van a ser respetados, el riesgo de que la gente vea a Falcón como cómplice de la relegitimación del proceso es muy alto. Creo que si Falcón decide rectificar y, si él está convencido de que no tiene las condiciones mínimas para poder garantizar los resultados y decide retirarse, yo creo que va a ganar mucha más credibilidad.
–¿En esa gama de opciones cuál sería el peor escenario para Henri Falcón?
–Su peor escenario es mantenerse en el proceso y perderlo, así su credibilidad va a estar en tela de juicio. El mejor escenario para Falcón es competir y ganar y que pueda demostrar que ganó. Pero si gana y no puede demostrarlo, va a estar en una situación muy complicada que lo puede convertir en cómplice, y la gente va a señalarlo por cooperar. La segunda mejor jugada de Falcón sería negarse a seguir con el proceso si no se cumplen las condiciones mínimas que le garanticen a él que, en caso de ganar, esos resultados van a ser reconocidos.
–Si se retira no sería simplemente renunciando a esa postulación. ¿Debería considerar Falcón asumir la conducción de la lucha por la consecución de un mínimo de condiciones y garantías electorales para unas próximas elecciones?
–Así es. Debería asumir la conducción de un proceso de desconocimiento de las elecciones del 20 de mayo y asumir la lucha por lograr un proceso electoral con un mínimo de legitimidad, que pueda ser reconocido. Esa sería el segundo mejor escenario para Falcón.
–¿Cómo afectaría al Gobierno un retiro de Falcón en fecha próxima al 20 de mayo?
–Creo que para el Gobierno, en términos de legitimidad, sería un desastre. En primer lugar, las cifras de participación caerían por debajo del 40% y así esa elección tendría muy poca credibilidad, y el objetivo que tiene el Gobierno de relegitimar a Maduro por seis años más tendría muchos problemas. Creo que Maduro, ante un retiro de Falcón, tendría un escenario donde el día 21 de mayo sería peor que el día 19 de mayo. Maduro quedaría en una posición de mucho cuestionamiento y una falta de legitimidad muy acentuada. Quizás el Gobierno tendría que replantearse ir a un nuevo proceso electoral, que no es el escenario que quiere ni busca, pero lo necesitaría.
–¿Si Falcón se retirara, eso podría abrir una vía para una transición democrática?
–Sí, creo que sí. Ese se parecería mucho al escenario Fujimori-Toledo. Creo que el retiro de Falcón de este proceso electoral y una caída significativa de los niveles de participación afectan la legitimidad de Maduro y aumentan de manera exponencial los costos de represión para el Gobierno. Sería muy complicado poder reprimir olas de protestas y movilizaciones que se producirían con motivo del retiro de Henri Falcón y que, aun así, se celebre la elección presidencial. Eso pondría al Gobierno en una situación muy incómoda dentro y fuera del país. Ya sabemos que la comunidad internacional democrática ha dicho que no va a reconocer este proceso electoral y, evidentemente, un retiro del candidato opositor y una caída de la participación, pondría a la comunidad internacional en una situación ideal para mantener su palabra. Cabría preguntarse: ¿en qué se traduce ese desconocimiento anunciado? No puede ser meramente declarativo, tendría que traducirse en algunos hechos, pero definitivamente sí colocaría al Gobierno en una situación tremendamente complicada. Y lo contrario: si el 20 de mayo concurre el 80% de la gente y no hay manera de demostrar cómo votó ese 80%, evidentemente, el Gobierno termina poniéndose en situación de ventaja y la comunidad internacional quedaría en una situación complicada con sus sanciones.
–¿Es posible hacer una medición confiable, con verificación internacional, de cuánta gente votaría en esas elecciones del 20 de mayo?
–Sí, es posible. Hay metodología para eso. Supongamos que Falcón se retira y pierde el derecho a tener testigos de mesa, entonces se pueden hacer conteos de salida –exit counts– sobre una muestra representativa de los centros de votación. Se puede tener una idea del porcentaje de votantes y hay para eso una metodología confiable. Si se hiciera así, la comunidad internacional aceptaría esa medición. Si hay momentos en los cuales los conteos son importantes son en estos momentos, para poder demostrar cuánto porcentaje de la población votó o no, cuál fue la participación real. Participando o no en el proceso electoral el conteo de electores es fundamental. Existe la metodología para hacer un conteo estadísticamente creíble y que nos permita saber con un margen de error del 3% cuántos votaron.
–Ese conteo, con o sin la participación de Henri Falcón, facilitaría a la comunidad internacional tomar sus decisiones respecto del Gobierno de Maduro.
–Sin lugar a dudas.
–En el debate público se acusa a Henri Falcón de presentar su candidatura como parte de un arreglo con el oficialismo, mientras que otros opinan que es un genuino opositor. ¿Qué opina?
–Vamos a partir de que Henri Falcón está, por razones genuinas, yendo a este proceso plena y absolutamente convencido de que puede ganar. Ya hoy sabemos que el CNE y el Gobierno no tienen prurito en seguir manipulando las condiciones electorales desde hoy y hasta el día de la elección, incluso el mismo día, como lo hicieron en las últimas elecciones. Sabemos que hay dudas sobre el número de personas que el CNE dice que participaron, y así se desprende de las denuncias de Smarmatic. Si Falcón compite convencido de que ganará, es su deber y su obligación poder garantizar las condiciones para que sus votos sean contados. Si Henri Falcón no puede garantizar las condiciones para que sus votos sean contados, meterse en un proceso electoral donde él no puede garantizar ese conteo, sería una aventura que terminaría haciéndole mucho daño a los esfuerzos del sector democrático venezolano y a los de la comunidad internacional. Entonces, hay que dejar un poco a la decisión de Falcón evaluar si él tiene o no las condiciones para garantizar el conteo de esos votos. Si no las tiene, hay que hacerle un llamado a la reflexión, porque una participación sin condiciones mínimas electorales y sin maquinaria para cuidar los votos, nos arrastraría a la tragedia de un proceso que solamente serviría a los fines de la relegitimación del Gobierno. Creo que ese es el llamado que hay que hacerle. Si vamos a las elecciones del 20 de mayo sin asumir responsablemente las limitaciones que tenemos, y vamos como si se tratara de una apuesta al azar a ver si la pegamos, podemos terminar haciendo muchísimo daño a las posibilidades de restaurar la democracia.