El partido del nunca jamás, por Simón Boccanegra
La verdad es que es difícil entender como una persona que se respete a sí misma puede militar en un partido cuyo líder es capaz de expresarse de manera tan grosera, tan desconsiderada e irrespetuosa como lo hizo Yo El Supremo con Ramón Martínez. Pero, en fin, eso es asunto de los aristóbulos y compañía, quienes dirán que una pasadita de manos del Supremo cura la dignidad lastimada de cualquier jalador. Allá ellos. Lo que a nosotros, como venezolanos, si nos interesa es lo que atañe a una concepción del poder que ve en toda opinión diferente a la del Supremo una traición. Lo que emerge desnudamente es una fusión de autoritarismo, autocratismo y militarismo, absolutamente incompatible con una visión democrática no sólo de la política sino de la vida misma. Los que van al PSUV ya saben que allí no hay posibilidad alguna de debatir con el toro que más muge y que cualquier opinión que no le guste acarrea la inmediata estigmatización como “traidor” del infeliz que se atreva a contradecirlo. Pero Chávez quiere más; quiere un país donde no sólo su partido le tenga miedo sino que todos los venezolanos le teman. El día que el país entero se comporte como la comparsa que le ríe los chistes a Yo El Supremo y se atemoriza ante sus aspavientos, aguajes y gritos, ese día si se podrá decir que este país se jodió.
Fe de erratas: En el Boccanegra del viernes pasado se menciona la cifra de “53 mil millones” como la deuda que se pagó al Banco Mundial. Cualquier lector avisado habrá notado que se trata de un error. Pero, por si acaso, aclaramos: la cifra real es apenas de 53 millones. La deuda pública total es de 76 mil millones de dólares.