Pizarro: El fraude pone al Gobierno en un camino que acelera su desenlace
El diputado asegura que desde hace mucho rato la Asamblea no es un Parlamento sino una trinchera. «Nos toca dar señales del país que viene con la transición, como la ley de garantías. Creo que hay que abrir una discusión sobre el país que viene»
Autor: Víctor Amaya / @victoramaya
-¿El domingo fue un antes y un después?
-El domingo profundiza la crisis política, la institucional y la social. Empujar el fraude constituyente pone al Gobierno en un camino que acelera su desenlace. El domingo, que también es un hito, marca una decisión que ha tomado el poder partiendo de supuestos erróneos: que el fraude desmoralizaría al país, que construirían una hegemonía tan fuerte que iba a inclinar y participar a cualquiera obligando reconocimientos, y que todo este invento les daría estabilidad política y dinero con los acuerdos internacionales, pero han chocado. El domingo marca una ruta de radicalización donde el gobierno busca desactivar el reclamo. En la alternativa tenemos una obligación: explicar que el gobierno es tan débil que tuvo que hacer fraude y chantajear gente.
-¿Esperaban este resultado y estaban preparados para ello?
-La política es el ejercicio de las realidades, donde se trabaja con lo que es. Teníamos mucha claridad desde el principio de que la única cosa más impopular que Maduro es la constituyente. Pero también sabíamos que harían su movilización y tendrían la complicidad institucional para llegar a un número e intentar darle legitimidad al resultado.
-¿Cómo calentar a la gente que sintió esos «8 millones» como un baño de agua fría?
-Nuestra lucha no está en el plano de la resolución, sino es más existencial. Tenemos unos objetivos políticos planteados liberación de presos, cronograma electoral, respeto a la Asamblea canal humanitario-, pero además cada quien tiene motivos individuales: alguien que se nos ha muerto por inseguridad o falta de medicinas, escasez, familiares que se fueron. Todo eso nos hace decir «ya basta». Ellos subestiman las razones de nuestra lucha. Y de este lado, la desesperanza se le combate con explicación y con pedagogía. Es natural que haya espacio para la duda y el cansancio, pero eso nos debe llevar a una conclusión: no hay fórmula mágica ni atajo, el cambio político depende de que seamos constantes.
-¿Cómo salir de esa desesperanza frente a la euforia de quienes avanzan?
-Reconocer quiénes son los ganadores y quiénes los derrotados. Nuestras razones están intactas. Estamos obligados a reconstruir y redefinir espacios tácticos donde avanzamos. Yo creo que el interior del país, las organizaciones de base, las reuniones de vecinos, hoy cobra una importancia tan alta como la marcha, la concentración, el plantón o las decisiones institucionales. El primer reto no es enconcharse. Hay que reconocer aciertos y desaciertos y trascender de la discusión política entre políticos. Son minoría quienes impusieron un fraude. Es impensable que este país sea gobernable y sostenible como está.
-No se pudo «parar» la constituyente, ¿la MUD tiene cómo asumir el liderazgo de lo que viene?
-La Unidad tiene un liderazgo sobre la calle y lo político por ser la coalición, pero hay una realidad objetiva: ese liderazgo es compartido con sectores sociales, la protesta espontánea y vecinal. Uno de los retos es terminar de articularla. Sí hemos avanzado: la postura de la Fiscal, de Germán Ferrer y Eustoquio Contreras, de Gabriela Ramírez, Nicmer Evans, de tantos los que se han parado a defender la constitución ha sido posible gracias a lo que nosotros hemos hecho. Hace seis meses éramos un país desolado luego de perder el revocatorio. Hoy en día somos un país en rebelión popular. Debemos derrotar la visión cortoplacista, aunque todos tenemos desespero por lograr el cambio pronto.
-¿Luego del domingo, la ruta electoral sigue siendo la pertinente?
-La vía del cambio político es electoral, constitucional, cívica y pacífica. Un país donde 9 de cada 10 quiere cambio no tiene por qué salir a meterse en una guerra que, además, no tiene cómo hacerla. Porque no hay dos ejércitos sino en manos del gobierno: la FAN y los colectivos. En 2007 ya pasamos por esa discusión. Hay que dar una discusión profunda, cómo vamos a un escenario de elecciones constitucionales en medio de una dictadura, con poderes complicados y en medio de un clima colectivo de cambio urgente e inminente. No podemos abandonar espacios, pero tampoco es una lucha de vanidades, de poner pendones en los postes. Esto es una lucha de resistencia y cada resquicio que se abra hay que asumirlo como trinchera de lucha.
-Hubo conversaciones con el Gobierno. ¿Qué no se ha dicho de lo que ha pasado?
-Eso se ha explicado en términos públicos. Plantear que un espacio de acuerdo pasa porque nos inscribamos a la constituyente era estafar a la gente. El gobierno se inventó esta historia para que una negociación hacia la sumisión fuera vista como un salvavidas ante el gran coco. Uno de los retos de la política es asumir que para tener una transición ordenada en algún momento hay que hablar. Ho Chi Minh decía «si los americanos quieren una guerra de 20 años la hacemos, pero si quieren resolver esto hablando aquí tengo la jarrita de té». Nosotros somos mayoría, y hay que abrir todos los frentes posibles para el cambio. Debemos presionar y mover conciencias para que la soberbia y prepotencia con que se ha asumido cualquier espacio de transición sean sustituidas por las garantías que la permitan.
-Otro reto es crear un frente unificado con sectores del chavismo crítico. ¿Qué ha faltado para que sí se concrete?
-A veces no le damos valoración necesaria al proceso de romper con el Gobierno. A quienes han tomado esa decisión valiente hay que reconocerlos en su fuerza, su dimensión y su identidad. Hay que abrir un compás de coordinación que permita acuerdos en lo medular, para coincidir en cosas de fondo como la Constitución del 99. Hemos avanzado en eso, y las discusiones secundarias han quedado superadas por la realidad. Es la hora de tender la mano. Es un llamado que aprovecho de hacer en TalCual, que es el último reducto del ñangarismo.
-¿Es esperable que ese frente se logre?
-Es esperable y necesa- rio. No lo simplifiquemos a una foto. A lo mejor no hay ni foto, pero que haya una coincidencia política de fondo que permita luchar, cada quien desde su trinchera, para que la Constitución del 99 prevalezca.
-¿Qué hará la AN ahora, incluso desalojada?
-Desde hace mucho rato la Asamblea no es un Parlamento sino una trinchera. Nos toca dar señales del país que viene con la transición, como la ley de garantías. Creo que hay que abrir una discusión sobre el país que viene, en el Parlamento con reconocimiento internacional. El Parlamento es la caja de resonancia de las verdades y la vida institucional de Venezuela hacia el mundo entero. Y el Parlamento pasa a convertirse en escenario de articulación del reclamo popular. La AN no puede bajar su Santamaría.
-¿Está dispuesto a ir preso?
-Con la ANC han amenazado de eliminar inmunidad y encarcelarlos. Claro que me da miedo la represión, la detención, el aislamiento. Pero más miedo me da que esto sea para toda la vida.
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