Tips del singular sábado pasado, por Simón Boccanegra
Estoy por creer que Chávez perdonó a Arias Cárdenas con el único objetivo de tenerlo como trompo servidor para sus cuchufletas. Lo que le hizo el sábado, durante el mensaje, recordándole en tono burlesco lo de la «gallinita» de su campaña presidencial y sus dos cambios de chaqueta, una dejando al chavismo y otra abandonando a la oposición, es como haberle dejado las tripas revueltas a quien en mejores tiempos se consideraba como el segundo comandante de los conjurados del 4F. Pero a Diosdado no lo trató mejor. Apenas si le palmeó el hombro cuando le pasó por el lado, sin dirigirle la palabra. Tengo para mí que el Líder Máximo ha venido empujando poquito a poco a Diosdado hacia el hombrillo de la «revolución» y que dentro de poco lo tira al Guaire. De quien era considerado como el hombre más poderoso del régimen, después del Máximo, hoy queda un oscuro diputado, metido allá en lo que en el hemiciclo llaman el dogout, y, contra toda expectativa, por lo visto ni siquiera fue considerado para presidir la Asamblea Nacional, cargo que, en sana lógica, le salía, dados sus antecedentes en la cúpula chavista. Del día del mensaje quedaron también dos muy buenas interrupciones al Presidente, durante su discurso. Una, la de Julio Borges proponiéndole discutir la «Ley Candado», contra la regaladera; otra, la de Alfredo Ramos, conminándolo a debatir y aprobar la Ley de Seguridad Social. En ambos casos, Chávez aceptó, sin desplantes, el reto. Por ahí va el camino de la oposición. Problemas concretos, esos que atañen a la vida de la gente. Vamos a ver qué hace el chavismo parlamentario con la agenda legislativa que ya han comenzado a desplegar los diputados de la alternativa democrática.