A 34 años del Caracazo, ¿por qué los cerros no han vuelto a bajar?, por Beltrán Vallejo
Mail: [email protected]
Esta pregunta lleva la misma cantidad de años del suceso, y hasta el día de hoy las respuestas no tienen un sí y un no definitivo.
Sin embargo, a estas alturas hay mitos que ya debieran estar enterrados sobre el origen, sobre el factor genésico del Caracazo, la mayor jornada de protesta social en Latinoamérica contra un programa económico o como drenaje del descontento popular ante condiciones sociales, económicas o políticas adversas para la población. Me refiero a la teoría conspirativa de que esos saqueos masivos de hace 34 años fueron planificados por sectores de izquierda o de ultraizquierda e incluso con apoyo internacional de un muchachote travieso llamado Fidel Castro.
Ni el Bogotazo fue planificado, ni el Cordobazo fue planificado, ni todas esas expresiones de violencia saqueadora colectiva, hasta en los mismos EEUU, tiene tras de sí una estructura que ejecute esas acciones de vandalismo como una orquesta con un preciso director, y donde además el final de las mismas siempre es la represión brutal y las matanzas callejeras por parte del ejército y demás fuerzas represivas del Estado.
Digo esto porque es como imposible generar un terremoto social de esa magnitud sobre la base de la acción de algunas organizaciones o de alguna dirigencia por mucho que lo deseen o lo estimulen hasta la saciedad; y en dichas pretensiones, su ámbito de concreción no traspasaría el límite de algunas algazaras callejeras o de algunos tumultos y saqueos focalizados.
Recientemente en Latinoamérica hubo expresiones de estallido social que pusieron en vilo el sistema todo: como lo fue el estallido social chileno en el 2019 y el estallido social colombiano, especialmente en Cali, en el 2021, recordando que en ambas jornadas la represión policial estuvo salpicada de decenas de muertos, centenas de heridos, detenciones, torturas y desaparecidos. No obstante, a pesar de la brutal extinción de esas protestas, a la larga el descontento popular sí logró mejor canalizarse por la vía electoral, y he ahí las elecciones de Boris y de Petro.
*Lea también: Amigos indeseables, por Paulina Gamus
Que la “Salida” en el 2014 en su perfil insurreccional tuvo algún deseo “entrañable” de provocar un estallido social; que las protestas callejeras con “escuderos” y todo del año 2017 también tuvieron algún deseo “soterrado” de generar saqueos, pues no me cabe dudas; pero que hubiera existido un plan consolidado para eso, una logística para eso, por supuesto que no los hubo porque en fin de cuentas los estallidos sociales no tienen naturaleza planificada, sistematizada u orquestada ni por vanguardias, ni por agitadores, ni por corporaciones sindicales ni por partidos políticos violentos, ni por fuerzas de choque, ni por ultrosos ni por fascistas.
No obstante, a pesar de mi posición tajante, no puedo dejar de reconocer que la teoría conspirativa sobre el Caracazo está más vigente que nunca. Eso se debe a que yo no me explico, y conmigo un gentío, ¿por qué la población en su mayoría que vive condiciones más paupérrimas que en aquel año, donde el deterioro de la vida en Venezuela es más contundente y donde los servicios públicos están más colapsados, y donde el alto precio de la gasolina o su escasez es el pan nuestro de cada día (recordando que ese fue el principal detonante del Carazo, según algunos estudiosos), no terminan pues todos esos factores de estimular el desespero de los pobres a lo “Caracazo”? ¿Por qué los cerros no bajan?
La respuesta puede ser: o que este régimen sí ha sido muy eficiente en evitarlo, o que las redes sociales no tienen la misma eficacia que según algunos sí tuvieron las televisoras de la época que poseyeron el tiempo de difundir los saqueos, o que el miedo a las fuerzas represivas de la dictadura chavomadurista es mayor en comparación a la represión de la Cuarta República, o que simplemente el pueblo venezolano ha dictaminado que no está dispuesto a aguantar plomo y que mejor otros protesten, que otros resuelvan sus problemas, o que simplemente la espontaneidad prenda.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo.