A 57 años de la tragedia de La Llovizna, por Rafael A. Sanabria M.
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El 21 de agosto de 1964 se instaló la XIX Convención Nacional de la Federación Venezolana de Maestros, acto realizado en el salón Cuyuní de la Siderúrgica del Orinoco, en Puerto Ordaz. Asistieron 500 delegados efectivos y 300 fraternales, algunos de la Confederación de Maestros de América Latina.
Para el domingo siguiente, el 23 de agosto, los dirigentes magisteriales atendieron una invitación del Concejo Municipal a una fiesta familiar en una isla del Parque Nacional La Llovizna y para llegar al lugar era necesario atravesar un puente colgante de madera. La estructura estaba formada por tablones de maderas gruesa y guayas de acero que se expandían por los 17 metros de largo por un metro y medio de ancho. En el espacio entre el piso y la guaya quedaba el vacío. En cada extremo, el puente tenía una armadura de tubos soldados que cedieron por el exceso de peso. El viejo puente no resistió la cantidad de personas que intentó cruzarlo y pararse, todos al mismo tiempo, para tomar fotos y apreciar la belleza del paisaje.
Cuenta Jesús Fuentes en un artículo en el Diario de Guayana el 14 de septiembre de 2015 que «los maestros venían alegres y contentos. Se bajaron de los autobuses como encantados y maravillados por la belleza de la naturaleza. Sin pensarlo, fueron directamente al puente colgante».
«Los vigilantes les sugirieron que se bajaran, que el puente no aguantaba tanto peso, pero no hicieron caso. El puente estaba construido sobre cuatro guayas de acero, fijadas en bases de concreto. No se rompió ninguna guaya sino que se desprendió una de las bases, haciendo que girara y luego se desprendió el puente con el fatal desenlace. La mayoría de los fallecidos quedaron atrapados debajo del puente dentro del agua. La gobernación del estado Bolívar informó que fueron 50 los fallecidos, entre maestros, familiares y turistas. Sin embargo, nunca se supo con exactitud la cifra de fallecidos».
Hubo tres días de duelo nacional y se ordenó construir en cada estado escuelas que tuviesen como epónimo a cada uno de los maestros fallecidos. Entre algunas víctimas de aquella tragedia estaban: Adolfo Navas Coronado (de Chacao), Lermit Hernández (El Sombrero), Noemí Higuera de Guzmán (de Valle de la Pascua), Víctor Lino Gómez (de El Cobre, estado Táchira), Josefina Molina de Duque (de Guaraque, estado Mérida), Salomón García Sierra (de Santa Ana, estado Táchira), Ana Maury de Contreras (de Ciudad Bolívar), José Luis Guztmán Rodríguez (de Carúpano, estado Sucre), Simón Andrés Peña (de El Cambur, estado Carabobo), Cecilia Bazán de Segura (de Aroa), Dolores Mendoza de Osorio (de Arichuna, estado Apure), Ramón Reinoso Núñez (de Paraguaipoa, estado Zulia), Víctor Padilla (de Maracay), Carmen Teresa Rosales Gómez (de Guacara, estado Carabobo), Tomás Rafael Jiménez (de Nirgua, estado Yaracuy), Pascual Ignacio Villasmil (de Chejendé, estado Trujillo), Consuelo Navas Tovar (de Caracas), Rafael Agustín Andrade Aponte, Cruz del Valle Rodríguez (de Carúpano, estado Sucre), María de los Santos Higuera (de Valle de La Pascua), Ciro José Maldonado Zerpa (de Turmero, estado Aragua), José Antonio Velazco Maldonado (de San Cristóbal), Juan García Roa (de Pueblo Hondo), Oscar Emilio Ortega Palma (de La Victoria, estado Aragua), José Gonzalo Méndez, Teresa Coronel de Aponte (de Valencia), Daniel Navea Acevedo (de La Serena, Chile).
En la asamblea que siguió al luctuoso hecho se acordó erigir un monumento en el sitio de la tragedia que conmovió a Venezuela.
Aquella tragedia marcó para siempre al magisterio venezolano y le estimuló en su lucha por lograr una mejor educación en el país, y las justas reivindicaciones del magisterio impulsadas por los maestros Luis Beltrán Prieto Figueroa y la maestra Mercedes Fermín. Ambos educadores se salvaron milagrosamente y presidieron la convención.
Ese suceso paralizó a toda Venezuela el domingo 23 de agosto de 1964, cuando en el salto La Llovizna del Caroní, en Santo Tomé de Guayana, una legión de hombres y mujeres de nuestro magisterio desapareció trágicamente en esas indómitas aguas.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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