A flor de piel, por Teodoro Petkoff
El RR los tiene locos. De otro modo no se explica el anuncio de una demanda contra TalCual por el fotomontaje del jueves pasado, de Chávez con una pistola en la mano zurda, la misma en la que a Bernal le habría gustado vérsela el 11A. La base de la demanda, según las palabras del ministro Jesse Chacón, es que no aclaramos que se trata de un montaje y que por tanto habríamos mentido.
¿Era necesario señalar algo tan obvio, dada la evidente desproporción del arma respecto de la mano que la esgrime? Tal vez en la Ley de Contenidos habrá que incluir un artículo que obligue a los autores de la cuña del detergente en la cual un tobo se transforma en lavadora a aclarar que se trata de un montaje cinematográfico. Pero comprendemos a Jesse. De Chávez puede esperarse cualquier cosa, incluso que en un acto público muestre una pistola, de modo que, de no aclararlo, muchísima gente podría creer que Chávez, en verdad, sacó la 9 milímetros en el acto de las mujeres.
¿No se pasó años asistiendo a mítines políticos uniformado de teniente coronel, a pesar de que tal cosa está expresamente prohibida por la reglamentación castrense? Se hizo tan banal este abuso que tampoco nos sorprendería que de pronto empuñase una pistola en uno de sus actos, sobre todo en aquellos en los que presa de un éxtasis místico-militar nos remacha el ritornello de que “la revolución está armada” –eso en un alarde de moderación, porque una vez mostró en un Aló Presidente una bazuca, con la cual supuestamente iban a tumbarle el avión en el intento de magnicidio número 326, y en alguna otra perorata sacó un FAL, ya ni recordamos para qué. Jesse Chacón, venezolano al fin, y conocedor de su jefe, tal vez no se equivoca.
TalCual debió aclarar porque de lo contrario todo el mundo podría creer que en verdad Chávez sacó una pistola en el acto del Teresa Carreño. Y eso sí que no. Eso sería calumniar a un hombre tan pacífico como Chávez, incapaz de portar armas, al mostrarlo pistola en mano ante las buenas señoras que lo aplaudían. Eso, dijo Jesse, es puro “terrorismo mediático”, más letal aún que las cadenas presidenciales, cuyo peor efecto, en definitiva, es el somnífero.
(Tal vez debemos aclarar que Jesse dijo sólo lo del “terrorismo mediático”, que lo del carácter somnífero de las cadenas es de nuestra cosecha, no vaya a ser que el jefe se confunda y cambie por enésima vez de ministro de Información).
Esa metafórica pistola en una mano que sostenía en verdad flores es mucho menos agresiva que la boca de Chávez escupiendo plomo cerrado ese mismo día –como todos los días. Jesse Chacón sugirió que este episodio debía servir para que “todos reflexionemos”. ¿Qué tal si la reflexión, para que sea realmente de todos, la comienzan quienes parecieran hablar desde un albañal cada vez que se refieren a sus oponentes –a quienes, para empezar, consideran “enemigos”, lo cual es bastante más peligroso que una foto trucada?
Hubo un general, Jesse, que fue presidente de Venezuela cuando ésta apenas se constituía en república independiente, Carlos Soublette. Algún jalabolas fue a denunciar ante él a un humorista de la época que se metía con el gobierno. La respuesta de Soublette es paradigmática: “Que el pueblo se ría de su presidente no es grave. Grave es que el presidente se ría de su pueblo”.
¿Okey, Jesse?