A punta de pistola, por Teodoro Petkoff
Chávez, evidentemente, debe padecer eso que él mismo llamó una “disonancia cognoscitiva”. Es bien probable que entre sus dos hemisferios cerebrales exista un cortocircuito. De otro modo no se explican las cosas que hace y dice.
Ayer, no más, soltó esta perla: “Si aprobaran el reglamento a punta de pistola para que el conteo de votos se haga manual, no lo aceptaremos”. Al tiempo que decía esto, literalmente colocó la pistola contra la sien de Carrasquero. Aquí el único que tiene no sólo pistolas sino tanques, cañones y aviones de combate para amenazar a medio mundo, como tan frecuentemente lo ha hecho, es Chávez. “No se equivoquen, la revolución está armada”, nos recuerda con frecuencia. Cada vez que habla del CNE es para tratar de intimidar a sus integrantes. Lo hizo desde La Habana, con una grosera admonición sobre la moral de los rectores del organismo comicial y lo hace ahora, con esa frase truculenta.
El Presidente no tiene porqué estar opinando a troche y moche sobre este asunto.
Para eso están los partidos de la alianza gubernamental. ¿Cómo puede no darse cuenta que una opinión suya, sobre todo emitida con el estilo “delicado” y “sutil” que lo caracteriza, constituye una muy antidemocrática e inaceptable intromisión en la soberanía del Poder Electoral? Este hombre tan celoso de la soberanía de su propio poder, ¿cómo puede ser tan desconsiderado con la de los otros poderes?
Amenaza a la Asamblea Nacional, amenaza al Tribunal Supremo de Justicia: la única conclusión posible es que no sabe lo que dice.
Pero no se quedó allí. Emitió también un criterio sobre cómo deben recogerse las firmas. Para él, la recolección debe hacerse en un solo día, de 6 am a 6 pm. Ya se sabe que, originalmente, esta proposición la hizo el PPT al CNE y en ese momento no se le paró demasiado, pero al retomarla Chávez la cosa cambia, aunque sea igualmente esperpéntica.
Hay en ello toda una concepción de la democracia que no es sino la de su restricción burocrática.
Chávez es partidario de la participación popular siempre que sea a su favor.
Le gustan los revocatorios, pero contra sus adversarios… o en California. Si es él el involucrado, ese derecho ciudadano debe ser rodeado de un campo minado.
Si las firmas se pudieran recoger en una única jornada –lo que, por cierto, no es lo corriente en los usos electorales planetarios – el criterio de limitar burocráticamente el derecho ciudadano a solicitar un referendo revocatorio, reduciéndolo a un lapso determinado, no es democrático –sobre todo si éste es tan irracional como el de doce horas–, y pone de bulto la concepción autocrática que subyace en muchos de los actos del gobierno. Oposición sí, pero no mucha, o mejor ninguna, pareciera querer decir Chávez. Es interés de los opositores a un mandatario recoger firmas lo más rápidamente posible, pero no toca al Estado, y mucho menos al presidente, fijar lapsos que ni la Constitución ni ley alguna se han encargado de establecer.