Acto de humildad, por Simón Boccanegra

Yo El Supremo devolvió a la Asamblea Nacional la Ley del Servicio Exterior. Formuló un conjunto de observaciones, exigiendo la corrección del texto. Cuando este minicronista leyó el titular de la noticia por un momento tuvo el absurdo pensamiento de que el hombre se había dicho a sí mismo que “ni tan calvo ni con dos pelucas” y que pedía a sus parlamentarios un poquito más de disimulo en eso de regalarle la Cancillería. Desde luego, me equivoqué. Es todo lo contrario. El Presidente cree que sus acólitos en la Asamblea se quedaron cortos. Le dieron la potestad de designar a TODOS los embajadores y no sólo a la mitad de ellos, como hasta ahora, pero se les olvidó hacer lo mismo con los funcionarios consulares. Exige, pues, que se corrija esa omisión.También a los cónsules los designará El.
Además, ya que los puede nombrar, exige que quede claro que también es El, el Todopoderoso, quien puede destituirlos. A los diputados, creyendo que eso está sobreentendido, se les pasó por alto ese detalle pero Yo El Supremo demanda que eso quede claramente establecido para que no haya galletas más adelante. El presidente de la Comisión redactora de la Ley, llenándose de coraje, en un rapto de poco común valentía, aseguró que, con toda seguridad, las observaciones del Presidente serían acogidas. ¡No faltaba más!