África nuestra, por Teodoro Petkoff
Es imposible negar que las grandes potencias occidentales tienen una deuda enorme con toda África, especialmente con la subhariana. Los horrores del colonialismo y de la trata de esclavos han dejado una huella imborrable en la historia de la humanidad. Mientras en América Latina nos preparamos para celebrar el bicentenario de las declaraciones de independencia, en la inmensa mayoría de los estados africanos ésta no llega al medio siglo.
En este sentido, debe saludarse el hecho de que América del Sur, que posee niveles promedio de subdesarrollo menores que los de las naciones africanas, procure establecer relaciones de cooperación y ayuda con estas, como las que pudieran instrumentarse a partir de encuentros como el de Margarita, que es el segundo de su tipo. El primero fue en Nigeria hace tres años.
Lo menos que se puede desear es que ojalá del inmenso caudal de buenas intenciones que caracteriza las Cumbres se materializara aunque fuera una décima parte y no sea esta otra tentativa fallida, como la primera Sur-Sur, que adelantaron conjuntamente Julius Nyerere y Carlos Andrés Pérez, en los 70 del siglo pasado.
Sin embargo, cincuenta años después de la descolonización, también hay que preguntarse por la responsabilidad de las élites africanas en la lamentable situación que padecen la mayor parte de sus pueblos. No es este el lugar para una discusión sobre el tema, pero cuando en una cumbre como la reciente, varios de los más conspicuos participantes son déspotas militares, algunos tan antiguos como Gaddafi, quien después de cuarenta años de mando mantiene a Libia más pobre y atrasada de lo que la dejaron los colonizadores; u otros como Mugabe, quien también se las ha arreglado para hacer de Zimbabwe un país en mucho peor situación que la antigua Rhodesia colonial, es válido inquirir si la ayuda que pueda prestar Sur América va a producir algún resultado mientras muchos de los países africanos sigan gobernados por élites corruptas, codiciosas e ineficientes, y por militares golpistas cuyo elogio hizo, no podía ser de otra manera, el gran campeón del antigolpismo…en Honduras, el golpista Chávez Frías.
La primera colonia británica en liberarse fue la actual Ghana. Kwame Nkrumah, su líder, era un héroe de la descolonización, como Mugabe.
¿Cuál fue su legado? Aparte de la pobreza crítica, una estatua de él mismo, de cuarenta metros de alto, cuya erección se tragó la mitad del PIB del país.
¿Cuál la herencia del guineano Sekou Touré, otro prócer de la descolonización, hoy tan olvidado como el anterior? Ojalá los gobiernos democráticos de Sur América puedan ayudar a que Áfríca supere muchos de sus males.
Ojalá que Brasil, que es el que más puede, no actúe en África con la vocación imperial que muestra en Sur América, donde detrás de cada centavo que invierten los capitalistas brasileños en otros países, acecha su gobierno (remember la represa de Odebrecht en Ecuador, con defectos de construcción, y la rabieta que cogió Lula con Correa, quien lo reclamó); comportándose ahora, como dijera, tal vez Teodoro Roosevelt del imperio, cuando éste era joven, que detrás de cada dólar iba una cañonera gringa. La misma advertencia se puede hacer al señor Chávez Frías, quien también tiene sus pujos subimperiales.