Al futuro en bicimoto, por Sergio Arancibia
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Brayan Z. es un joven guanareño, de 27 años de edad, casado y con dos hijos, que hace aproximadamente dos años atrás decidió salir a buscar mejor suerte en algún país de América Latina. En Guanare se ganaba la vida haciendo comida mexicana, en su casa, y vendiéndola en restaurantes especializados. No le iba mal, pero con la crisis económica el saco de maíz le salía cada día más caro que lo que había logrado ganar con la producción emanada del saco anterior.
Tomaron, en conjunto con su mujer, la valiente decisión de salir del país, por tierra, con uno de sus hijos de pocos meses de edad. Se demoraron 5 días en llegar a Perú, donde se quedaron poco más de un año. Trabajó allí en un restaurant de comida mexicana, pues eso es lo que el sabe hacer, pero allí no le cumplían las condiciones laborales que le habían prometido, y el entorno general era hostil hacia los trabajadores venezolanos. Decidieron salir de Perú y seguir viaje hacia Chile, también por tierra, pues los pasajes aéreos estaban fuera de su alcance económico. El viaje hacia Chile, en buses, les tomó cuatro días, de mal comer y mal dormir, pero llegaron finalmente a casa de una cuñada en Santiago.
Hoy en día Brayan trabaja a bordo de una bicimoto. En Chile está muy extendido el mecanismo de reparto de comida a través de personal que se mueve en bicicleta, la mayoría de ellos, o en bicimotos o motos, los menos. Hay aplicaciones comunicacionales que permiten a cualquier ciudadano pedir raciones de comida – no solo de pizzas- a diferentes restaurantes, los cuales son llevados rapidamente a domicilio por una abundante cantidad de transportistas. Repetimos, la mayoría de ellos en bicicletas, que cobran una comisión por cada carrera.
Todo el ingreso que ganan le es depositado, a cada uno, una vez a la semana por parte de la empresa dueña de la aplicación y que coordina todo el sistema. El trabajador, en todo caso, necesita tener bajo su propiedad el vehículo y el celular con GPS y la aplicación correspondiente. Brayan pudo comprar esos instrumentos de trabajo gracias a la cooperación de familiares y amigos venezolanos en Santiago, que le tendieron una mano, y lo ayudaron a ponerse en el mercado laboral.
Trabajando duro, desde las 8 de la mañana a las 11 de la noche, es posible ganar al mes una cantidad cercana a los 500 mil pesos chilenos, lo cual equivale más o menos a 700 dólares
Brayan no tiene sino visa de turismo, razón por la cual no tiene cédula de identidad ni cuenta bancaria. Ello implica que la empresa le deposita semanalmente su ingreso en la cuenta de un amigo, que le entrega integro el monto que corresponde. Son pequeños grandes mecanismos de apoyo que no le han faltado. No ve rechazo de la sociedad chilena, como lo sentía en Perú, pero ve muy duras y difíciles las condiciones laborales y las condiciones institucionales como para lograr una visa o un permiso de permanencia definitiva.
Si las condiciones cambiaran en Venezuela analizarían el volver a su tierra, donde les espera otro hijo que dejaron con su suegra. Si no, seguirán los dos jóvenes guanareños echándole pichón a la vida, montado uno de ellos en su bicimoto, trabajando duro y pendientes ambos de lo que decidan sobre su situación las autoridades migratorias del país.