Al tiempo de hoy, por Leandro Area
El régimen venezolano da muestras de un proceso de descomposición acelerado e irreversible que se sostiene solamente en el poder de monstruos autocráticos mundiales.
El negocio de la dictadura venezolana, tan próspero en ganancias y lealtades durante 20 años, al día de hoy ya da inevitables traspiés evidenciados en traiciones, desacatos, delaciones y fugas.
Se sienten, se les ve, derrotados. La película se les acaba y se levantan apresurados de sus asientos mientras los venezolanos nos morimos de hambre y de padecimientos. Allí está su legado. Ruinas.
De un tiempo a esta parte, el rol cohesionado de la comunidad internacional democrática ha sido fundamental en el debilitamiento del régimen de N. Maduro M. y en la aparición de un compañero de viaje salvavidas en nuestra desdicha mitológica convertida en dolores y éxodo. No estamos solos.
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Por su parte, la persistente lucha de la oposición democrática en las calles, asesinada y perseguida donde esté, evidencia el hilo de acción que enhebra lo distante con lo próximo, ha sido la columna vertebral, frágil y quebradiza sí, pero perseverante y resistente, sin la presencia de la cual estaríamos viviendo como simples espectadores de juguete la instalación de una voluntad impuesta desde fuera y no de un sueño de libertad que se hace realidad logrado desde dentro.
Con la aparición de Juan Guaidó en el escenario político, con su presencia y visión de estadista, en menos de cuatro meses apenas, se han acelerado varios frentes en el convencimiento de que el cambio político es posible.
La ilusión, la esperanza, la fe, se han despertado nuevamente en las grandes mayorías convencidas de su fuerza y de su responsabilidad.
Hoy más que nunca es tiempo de unidad democrática para evitar los errores que nos han hecho débiles desde la Independencia y también para rescatar los ejemplos que nos han permitido históricamente salir de la barbarie militarizada
Los días que corren son vitales para la reconstrucción del país de progreso con ciudadanía que todos aspiramos como necesidad existencial.
El futuro se aclara, es tiempo de unidad.
Vivimos momentos de parto colectivo.
El futuro es una meta y no un destino.
Tu presencia ciudadana es inevitable y será decisiva.