ALBArranco, por Teodoro Petkoff
La melancólica reunión de la ALBA, en Quito, la semana pasada, a la cual sólo asistieron tres jefes de Estado, Atila, Evo y Correa, acompañados por unos cuantos burócratas de segunda y tercera fila de Cuba, Nicaragua y Dominica y Saint Vincent-Grenadines, tiene carácter de síntoma. Los delirios de liderazgo continental de Atila se han devaluado más que nuestra moneda. Ya sólo está bailando en el ladrillito del minúsculo grupo que se reunió en la capital ecuatoriana. De resto, América Latina y el Caribe han ido desentendiéndose, sin ruido ni olas, pero claramente, de la patética «reencarnación» de Simón Bolívar.
En la propia ALBA es imposible no percibir el lento pero persistente distanciamiento entre las conductas e intereses políticos del gobierno ecuatoriano y los del venezolano. Debe recordarse que Ecuador no se cuenta entre los miembros fundadores de esa alianza y que sólo ingresó a ella a raíz del bombardeo del campamento de Raúl Reyes, que llevara a la ruptura de relaciones entre Ecuador y Colombia. Ante la peligrosa situación entonces creada, Correa se apresuró a buscar el punto de apoyo internacional y el contexto que la ALBA podía prestarle.
Sin embargo, los desenvolvimientos posteriores fueron llevando a la progresiva reconciliación entre los dos países, hasta que se llegó al restablecimiento de relaciones, por ahora a nivel de encargados de negocios. Correa no le paró para nada al público y molesto reclamo que Atila le hiciera a ese respecto, y mucho menos ha hecho motivo de fricción lo del personal gringo en bases colombianas. El liderazgo continental de Atila se ha ido disolviendo como vapores de la fantasía. Incluso, podrían abrigarse dudas de que la ALBA vuelva a reunirse alguna vez más.
Posteriormente se produjeron dos hechos que no estuvieron propiamente dirigidos a hacer la felicidad de Atila. Hillary Clinton se detuvo en Quito, para reunirse con el Presidente ecuatoriano, en un gesto cuya significación no pudo escapar a ningún observador. Casi simultáneamente, la ministra de economía de Correa dejó sentado que la política económica de su país no tiene nada que ver con la demencial que adelanta Atila aquí. Fue una discreta y suave bofetada.
Es obvio que la ALBA carece completamente de significación económica. Ecuador y Bolivia forman parte de la Comunidad Andina de Naciones y sus intercambios comerciales, así como sus relaciones con terceros, se hacen dentro de ese contexto y no dentro de los inexistentes mecanismos económicos del pequeño club. La inefable moneda común de la ALBA, el «sucre», no pasa de ser una fantasmagoría y el Banco de la ALBA está más perdido que el Banco del Sur. En verdad, Atila nunca ha visto la ALBA sino como caja de resonancia particular para sus extravagancias, colocando a los demás mandatarios en la triste condición de comparsas.
Para colmo, justo cuando estalla el escándalo de Pudreval, desde Argentina llegan los ecos de las demoledoras denuncias que hace el ex embajador en Venezuela, Eduardo Sadous, sobre los guisos de los miembros del gang Kirchner con su contraparte chavista, resonantemente ratificados después por el renunciante canciller Jorge Taiana, quien se fue porque ya no aguantaba el olor a podrido que despide el gobierno de su país.