Aldemaro Romero, por Simón Boccanegra
Con Aldemaro Romero se fue toda una época de la música venezolana. Este minicronista y su familia se honraron con su amistad y su brusca desaparición nos ha conmovido. Compositor fecundo y original, tanto en el campo de la música popular como de la llamada culta, compartía sus enormes conocimientos musicales con generosidad y amplitud. Fue un gran venezolano y por lo mismo la reacción del gobierno y, en particular, de sus instituciones culturales, no por esperada, resulta menos vergonzosa. Se necesita toda la pequeñez de alma, toda la mediocridad y los complejos que se empozan en el pantanoso espíritu del ministro de la Cultura, para haber permanecido mudo ante el fallecimiento de Aldemaro. Porque no es sólo cuestión de fundamentalismo político. Hay algo más: miseria moral. Por eso justo es reconocer el gesto de Lil Rodríguez, que ahora está al frente de TVes. En este ambiente de pánico en que viven los chavistas, en el cual nadie sabe cuándo le caerá la guillotina y todo el mundo mide sus palabras y sus actos, el que Lil Rodríguez -que fue amiga de Aldemaro y no volteó para otro lado ante la circunstancia- haya publicado una solitaria esquela de pésame asume casi el significado de un desafío. Probablemente involuntario, pero no por ello menos loable.