Alfabetaiza, por Teodoro Petkoff

Lo primero que se debe decir, antes de apuntar las críticas, es que ojalá esta tercera tentativa del gobierno de alfabetizar no sufra la suerte de las dos anteriores, que fracasaron. Si se trata de sacar a dos millones de compatriotas de las tinieblas de la ignorancia no se podría menos que desear que el esfuerzo tenga éxito. Sin embargo, hay razones para el escepticismo. La primera de todas es que este gobierno, tan incompetente, no hace nada bien. En lugar de buscar en el propio aparato institucional venezolano y en el diseño de las campañas anteriores las explicaciones del fiasco, piensa que con sólo traer unos especialistas cubanos basta para superar las insuficiencias mostradas por aquellas. Estas fracasaron porque no lograron generar un gran impulso nacional y por tanto no pudieron convocar a los miles de alfabetizadores voluntarios que son necesarios para alcanzar los fines de una tarea masiva. La falla está en el diseño. Si este es, como lo fue antes, estrechamente sectario y se le ven las patas al caballo politiquero, es imposible lograr la contribución de quienes podrían ayudar pero no desean ser instrumentalizados por los fines políticos del régimen. En este nuevo intento, la presencia de instructores cubanos, en lugar de ser una ayuda, afecta negativamente el propósito porque lo politiza aún más y aleja a los posibles colaboradores.
La metodología de alfabetización que se ha desarrollado en nuestro país desde los tiempos del profesor Félix Adam y que sirvió para las tareas alfabetizadoras de los primeros años de la vida democrática (que fueron muy exitosas), es tan buena como la cubana. En este sentido los cubanos no tienen nada que enseñarnos. El problema está en otra parte y es allí donde es evidente que no se coloca el dedo en la llaga. Poner en manos de Eliézer Otaiza la conducción del proceso alfabetizador, es realmente estrambótico. Evidencia el sesgo crasamente político que se le quiere dar al proceso y que amenaza con hacerlo fracasar de nuevo. Además, no sólo es una piratería más de las que nos tiene acostumbrados el gobierno, sino una falta de respeto al educador venezolano. Lo lógico habría sido fortalecer la dirección del Ministerio de Educación a cuyo cargo están las labores alfabetizadoras y hacer las correcciones necesarias, a la luz de la experiencia –tanto antigua como reciente.
Hay allí años de trabajo acumulados que es un crimen despreciar.
Una campaña alfabetizadora de masas requiere de un gran esfuerzo nacional, de una incorporación también masiva de quienes saben leer y escribir para ayudar a quienes no lo saben. No puede ser un esfuerzo sectario ni de intención política y mucho menos un show propagandístico para la exportación, que es a lo que huele hasta ahora. El gobierno tendría que estar dispuesto a llamar y a aceptar la colaboración de todos los venezolanos, sin discriminación política de ninguna clase, comenzando por la enorme masa de educadores, cuya pericia es invalorable. Pero, ha hecho todo lo contrario.