¿Amanecimos más integrados?, por Sergio Arancibia
Autor: Sergio Arancibia
El 1 de enero del presente año, mientras el grueso de la población de todos nuestros países se abrazaba y celebraba la llegada de un nuevo año, tenía lugar en el campo de las relaciones económicas internacionales un proceso silencioso y poco noticioso, pero que debe ser objeto de cierta atención. Ese día culminó el proceso de desgravación arancelaria establecido en el Acuerdo de Complementación Económica numero 59 firmado entre los cuatro países del Mercosur -Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay – y tres países de la Comunidad Andina de Naciones- Colombia, Ecuador y Venezuela. A partir de ese momento prácticamente el 100 % de todas las mercancías intercambiables entre los países mencionados pasó a gozar de una liberación arancelaria absoluta. A eso hay que agregar que Bolivia pertenece a la Comunidad Andina y tiene por lo tanto libre comercio con Perú, Colombia y Ecuador, y tiene a su vez tratados particulares con el Mercosur; y Chile, que no pertenece a ninguno de estos bloques subregionales, tiene tratados de libre comercio firmados y en plena vigencia con el Mercosur, como bloque, y con todos y cada uno de los países de la Comunidad Andina. Así que empezamos el año 2018 con un grado altísimo de libre comercio entre todos los países de la América del Sur.
¿Significa eso que crece aceleradamente el comercio entre todos nuestros países? Desgraciadamente no. ¿Significa esa situación que los socios comerciales fundamentales de cada uno de nuestros países se encuentran en la misma región? No. ¿Significa que la principal opción para comprar las mercancías que necesitamos es ver qué país de la región está produciéndola, para poder importarla desde allí? No, eso no es así.
Para cada uno de nuestros países los socios comerciales fundamentales, para comprar y para vender, se encuentran fuera de la región. A veces es China, o la Unión Europea, o Estados Unidos.
Con la eliminación de los aranceles se cierra prácticamente un ciclo de los procesos de integración en la América del Sur. Con excepción del período en que el Pacto Andino intentó programar el desarrollo industrial de los países que lo componían – lo cual no fue una experiencia exitosa– durante décadas el esfuerzo integracionista ha estado centrado en alta medida en reducir aranceles en forma bilateral o multilateral. En forma rápida en algunos casos, o en forma más lenta en otras, la reducción de aranceles ha sido el epicentro de las negociaciones y preocupaciones conducentes a la integración regional. Esa situación se ha logrado finalmente, pero eso no ha generado un proceso intenso de atracción y de acercamiento comercial entre todos los países de la región. Las razones de esta situación tienen que ver con la calidad y la competitividad de los productos que intentamos vender en el mercado internacional. A la hora de comprar bienes manufacturados, bienes de capital, o bienes de tecnología de punta, los que ofrecen las mejores calidades, los mejores precios y la mejor tecnología, y por lo tanto la mayor competitividad, son los países del mundo desarrollado y China. Los bienes de la misma especie producidos en los países hermanos de la región no tienen el mismo grado de competitividad aun cuando gocen de liberación de aranceles al moverse a través de las fronteras regionales. El diferencial positivo de aranceles, a favor de los productos latinoamericanos, no logra compensar el diferencial negativo de productividades presentes en los diferentes puntos de origen.
Con la eliminación de los aranceles se cierra prácticamente un ciclo de los procesos de integración en la América del Sur
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