¡Amarra tú loco, Chávez!; por Teodoro Petkoff
El caso de Isaías Rodríguez es grave no sólo por lo que revela sobre la putrefacción de las instituciones del Estado y por la luz que arroja sobre la situación interna del mundo oficialista sino también por lo que dice sobre la peregrina personalidad de un individuo que ocupó durante siete años el cargo de Fiscal General. Todo indica que durante siete años la custodia de la legalidad de los actos del gobierno y del estado estuvo en manos de una persona de cuya salud mental hay serias razones para sospechar. El poeta es, obviamente, un psicópata de librito. Ese mismo señor que sostenía haber leído «sinceridad» en los ojos de Vásquez, a quien le clavó la calificación de «testigo estrella», ahora declara que este es un «mitómano».
«Yo he conocido gente -dice el ex fiscal, doblado ahora en psiquiatra o psicólogo- «que se inventa mitos, los dice y se los cree él mismo». Ahora, pues, Isaías coincide con quienes siempre sostuvimos, con base en informaciones provenientes de Colombia, que él se había ido a buscar un mitómano, un estafador, para sustanciar la acusación contra los supuestos autores materiales e intelectuales del asesinato de Anderson. Pero no se detiene ahí. Haciéndose el sutil, desliza la increíblemente estúpida sugerencia de que quienes llamaron mitómano a Vásquez «debe ser porque habían tenido contacto con él». Se necesitan bolas, de verdad, para sostener tamaña canallada. En todo caso, si hubiere podido ser así, vimos lo que Isaías necesitó años para descubrir: que el tipo es un mitómano. Esto lleva inmediatamente a una pregunta. Si Isaías fuera una persona decente ¿no debería pedir el mismo que se revise el caso de pies a cabeza puesto que las acusaciones y condenas fueron hechas con base en las declaraciones de un mitómano, de un sujeto «que se inventa mitos»? Pero Isaías no es una persona decente. Isaías es igualito a su testigo estrella. No se da cuenta que él mismo acaba de destruir toda la «investigación» al admitir que ella se sustentó sobre «mitos» inventados por el delincuente que él mismo buscó en Colombia para montar su perversa tramoya.
Isaías, además, sostiene ahora, con la misma penetrante mirada que le permitía leer sinceridad en los ojos de su amigote, que Vásquez está desquiciado por los «impactos personales» que experimentó durante su «militancia» con los paramilitares colombianos. Olvida el ex fiscal que para la época en que él empujó a Geovanny al estrellato un tal Jorge 40, jefe paraco, envió un comunicado informando que este individuo nunca había estado con ellos. ¿Debemos recordarle a R o d r í g u e z que el próximo cuento debe ser de vaqueros? Encima de todo, en su desesperada defensa de los delitos que cometió, Isaías dice tener otro «testigo estrella».
También un colombiano, ex jefe de informática del DAS, hoy detenido en su país por ilícitos cometidos en el ejercicio de su cargo.
¡Amarra tú loco, Chávez!