Amemos nuestros verdugos maduristas, por Cristian Silva Potellá

Jesucristo, la más grande expresión de amor hasta ahora conocida, en su sermón del Monte llamaba a “amar a nuestros enemigos y bendecid a quienes nos maldicen”.
Es fuerte este mandato. Me pregunto cómo voy a amar al jefe del Clap de mi calle, barrio, urbanización o sector que me retiró de la lista argumentando discrecionalmente alguna razón para quitarme “mi caja” y entregársela a un familiar u otro camarada.
Cómo voy amar a los responsables directos, visibles, reconocidos y confesos de la emigración forzada de mis hijos, nietos, primos, sobrinos, –de mi mujer, mi marido– que se fueron sin papeles, sin alegría, llenos de incertidumbre, necesidades, rabia y dolor.
Cómo voy a llenar este vacío, impotencia, que me desgarra el alma cuando veo tantos abusos, corrupción; como en las alcabalas abusan Guardias Nacionales, policías nacionales, estadales, municipales, milicianos, cuerpos de inteligencias, Conas, FAES, solo por mencionar algunos cuerpos de “seguridad” del Estado.
Cuántas mujeres –obligatoriamente– deben vender su cuerpo, prostituirse o hacer actividades vejatorias a la dignidad humana remotamente imaginadas en su Venezuela.
Cuántos actos de desprecio, humillación, xenofobia, vejación, –solo por ser venezolano– soportan heroicamente nuestros hermanos por huir en búsqueda de su sobrevivencia y ayudar a quienes se quedaron en esta “patria socialista y revolucionaria”, maltratada, herida y abusada.
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Quién condona, repara o se responsabiliza por tanto odio, dolor, separación de familias; destrucción de matrimonios, hijos abandonados, tanto dolor y angustia acumulada. Tantas muertes producidas intencionalmente utilizando delincuentes comunes, colectivos, cubanos camuflados como agentes de seguridad, carestía de alimentos, medicinas, transporte y servicios públicos. ¿Quién repara y paga el daño producido en forma intencional y deliberada?
Reconozco, admiro y agradezco a los hermanos colombianos y de otras naciones suramericanas, quienes aún en contra de su comodidad y riesgo de perder la estabilidad económica, social y política de sus respectivos países, dan cobijo, alimentos, asistencia en salud, vivienda y oportunidades de trabajos a millones de compatriotas nuestros
Doy gracias a Donald Trump y al pueblo norteamericano por asistir moral y financieramente a nuestra patria bolivariana. Por querer ayudar a resplandecer la luz de la libertad y la democracia en Venezuela, aportando sus instituciones, barcos hospitales de asistencia a connacionales en la diáspora; asistencia y voz fuerte en foros internacionales, así como su reciente ayuda económica para la Asamblea Nacional y sus diputados, nuevos héroes de la patria.
Doy gracias a Dios por permitirme hasta ahora elevar mi palabra de protesta, aliento y acompañamiento en medio de tanto dolor; dentro y fuera del territorio venezolano.
¿Será que debo amar también a otros venezolanos y hermanos sin gracia –por no llamarlos desgraciados– causantes de la miseria, el hambre, desnutrición, destrucción del Parque Industrial, ¿Agroindustrial, Pdvsa, de la autonomía universitaria, y de la educación en general, en fin, de todo vestigio de progreso y civilización en el país?
Jesús, ¿será que debo amar a los esbirros que dejaron ciego al joven Rufo en el estado Táchira; viudas a madres de militares y civiles; de diputados asilados, encarcelados, exiliados?
Me disculpan… pero todavía no lo sé… la patria debe pasar por una espinosa terapia y senda de justicia, confesión de culpas, arrepentimiento, castigo, reparación espiritual, material y perdón.
Secretario general estado Sucre
Unidad Visión Venezuela
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