América Latina, el nuevo basurero del plástico de Estados Unidos
Cada año, millones de toneladas de desechos de plástico salen de Estados Unidos, vía mar o tierra, rumbo a países de América Latina para que, en teoría, sean reciclados. Pero un grupo de organizaciones de la sociedad civil en distintos países de la región denuncian que el reciclaje es solo un pretexto que usa el país norteamericano para deshacerse de los residuos que no son aptos para reciclar y enviarlos a países en desarrollo, el nuevo basurero, aprovechando su falta de regulación y control aduanero. Interpol alertó en 2020 que el traslado de estos residuos está desarrollando patrones criminales
Aunque el fenómeno ha existido desde hace años, en 2018 hubo un cambio radical en el tablero geopolítico de desechos que agudizó el comercio de residuos de plástico de países desarrollados a los no desarrollados.
En enero de ese año, China, que recibía 45% de los desechos plásticos del mundo, impuso restricciones a la importación de 24 tipos de residuos sólidos, incluyendo los plásticos.
El flujo transfronterizo de los desechos plásticos por parte de Estados Unidos y Europa, principalmente, tuvo entonces que cambiar de ruta en busca de nuevos territorios. En ese reacomodo, países del sudeste asiático, como India, Indonesia, Vietnam y Malasia, se volvieron los nuevos destinos de las miles de toneladas que antes importaba China.
Pero no fueron los únicos. Diversas organizaciones civiles de la Alianza Global para Alternativas a la Incineración (Gaia, en inglés) han documentado en los últimos tres años que la decisión de China también está afectando a América Latina, especialmente a México, El Salvador y Ecuador, que se han convertido –en menos de cuatro años– en los recipientes emergentes de la basura plástica de Estados Unidos.
«Es el colonialismo de la basura», asegura Gaia en su reporte más reciente, publicado el 15 de septiembre de 2022. «Mientras grandes potencias mundiales se jactan de sus cifras de reciclaje (…), gran parte de ese paraíso sustentable se alimenta gracias al envío a otros países de cientos de contenedores repletos de residuos plásticos».
El informe de Gaia dice que, en el mejor de los casos, estos residuos se reciclan, pero en muchas otras ocasiones «terminan en destinos imposibles de rastrear, incinerados, enterrados o reciclados en condiciones que nunca se aprobarían en los países exportadores», y propiciando problemas para la salud de las comunidades recolectoras.
Este falso reciclaje es posible porque en los países de América Latina hay condiciones que lo permiten: generalmente se tienen regulaciones débiles sobre importación de residuos, falta control en aduanas, no hay suficiente infraestructura para reciclar; además de que hay vínculos opacos entre gobiernos y empresas recicladoras, y una ausencia de datos sobre importaciones y exportaciones de residuos.
Todos estos factores han vuelto a la región un terreno irónicamente fértil para recibir la basura de otros, disfrazada de «residuos reciclables», sin prácticamente ninguna restricción.
Los datos del Import/Export Census Bureau de los Estados Unidos muestran que en 2020 y 2021 Estados Unidos exportó 200 mil toneladas de residuos plásticos a América Latina. El informe de Gaia reporta que la mayoría de ellos llegaron a tres países: México recibió 147 897 toneladas; El Salvador, 20 975; y Ecuador, 12 791 toneladas.
Esos residuos incluyeron etilenos, estirenos, PVC, botellas de politereftalato de etileno, mejor conocidas como PET, y «otros plásticos o mezclados», pero no hay información exacta de la composición de las importaciones ni sobre cuántos de esos plásticos fueron reciclados y cuántos terminaron acumulados, enterrados o incinerados.
El problema ha alertado, incluso, a la Organización International de Policía Criminal (Interpol). En un reporte de agosto de 2020, la organización advirtió que el traslado de residuos plásticos estaba generando patrones criminales: se declaran falsamente como «destinados a la recuperación», o como «no peligrosos», cuando en realidad están contaminados o mezclados con otros flujos de residuos.
En ese informe, la Interpol advirtió que el sector de los residuos «sufre una serie de actividades ilegales, perpetradas de forma más o menos organizada con el fin de obtener beneficios evitando los costes del tratamiento adecuado de los residuos o creando oportunidades de negocio ilegales y rentables».
Diversas situaciones están permitiendo una nueva colonización en América Latina a través de los residuos plásticos. Y una de ellas son los huecos en las regulaciones internacionales.
«Reciclaje», ruta para evadir el Convenio de Basilea
Hace exactamente 30 años, en 1992, entró en vigor el Convenio de Basilea, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que buscaba que todos los países firmantes limitaran el movimiento transfronterizo de desechos peligrosos para así proteger el ambiente y la salud humana.
El Convenio de Basilea fue una respuesta a un fenómeno que estaba sucediendo en los años 80: varios buques, provenientes de países desarrollados, vertían desechos tóxicos en países en vías de desarrollo como Nigeria, Filipinas y Haití, a cambio de atractivos pagos.
Muchos años después, en 2019, tuvo efecto la Enmienda de Prohibición, que justamente prohibía que los países desarrollados exportaran residuos peligrosos a países en desarrollo.
Fue hasta enero de 2021 que entró en vigor la Enmienda de Residuos Plásticos, la cual establece que antes de que los exportadores envíen «desechos plásticos contaminados, mezclados o no destinados al reciclaje ambientalmente racional», deben obtener el consentimiento de los países receptores, y estos tienen el derecho de rechazarlos.
Ahí está la clave de lo que sucede ahora. Como existe la posibilidad de que los países receptores se nieguen a recibirlos, algunas empresas exportadoras e importadoras han encontrado una ruta para evadir la norma: por un lado, declaran los residuos como destinados al reciclaje y, por otro, esquivan los controles (si es que los hay) para verificar que sean aptos para ello.
Es una fórmula infalible: los países exportadores se deshacen así de los residuos que son difíciles y costosos de reciclar, y las empresas importadoras de los países destino reciben el pago por este reciclaje sin tener que demostrar que realmente lo hacen. Todo a la vista de gobiernos que no tienen el control o el interés de evaluar qué se transporta ni a dónde.
De acuerdo con el informe de Gaia de 2020, «las empresas de los países de ingresos altos han estado exportando al extranjero productos mixtos, muy contaminados, y residuos plásticos a menudo no reciclables para evitar los costos de rediseñar, desarrollar leyes de Responsabilidad Extendida del Productor o infraestructura de reciclaje, entre otros».
Esto también es resultado de que el reciclaje en Estados Unidos es cada vez más caro. El informe de la Interpol destaca que «las instalaciones de reciclaje estadounidenses han aumentado significativamente sus tarifas de procesamiento» debido a «los mayores niveles de impurezas en los residuos de plástico tratados en el país».
Un ejemplo es una de las principales plantas de reciclaje, ubicada en Alabama, que, según la Interpol, ha duplicado sus tarifas de procesamiento, pasando de 30 a 65 dólares por tonelada desde octubre de 2019. De manera que resulta más barato y fácil enviarlo a otros lugares, como México.
Pero los residuos plásticos no son los únicos que se importan por fuera de las regulaciones internacionales. El Convenio de Basilea, específicamente las Directrices sobre el Movimiento Transfronterizo de Residuos Electrónicos, tiene otros huecos que están permitiendo la exportación de residuos electrónicos muy peligrosos con fines de «reparación».
En el punto 12, esas Directrices reconocen que muchos equipos eléctricos y electrónicos usados se exportan a países en desarrollo «supuestamente para su reutilización», pero un elevado porcentaje de ellos «no son adecuados para su uso posterior o no son comercializables, por lo que deben eliminarse como desechos en los países receptores».
Delegados de la organización Basel Action Network advierten en un comunicado publicado el 25 de octubre de 2022 que «mientras un exportador afirme que sus contenedores de chatarra electrónica están destinados a la reparación, todas las autoridades pueden mirar hacia otro lado, ya que Basilea no es aplicable».
Destacan, además, que este «hueco» en la ley debe repararse y discutirse en la 11ª reunión de las Partes del Convenio de Basilea, que ocurrirá en Ginebra, Suiza, en mayo de 2023, pues «el statu quo ya es inaceptable», dicen.
México: el vertedero de su vecino del norte
No hay otro país en la región que haya recibido en los últimos años tantas toneladas de residuos plásticos de Estado Unidos como México.
Según los datos del Sistema de Información Arancelaria Vía Internet de Comercio Exterior (Siavi) de México, las 58 243 toneladas de residuos plásticos que el país recibió en 2017 pasaron a 130 316 toneladas en 2021.
Pero más que las cantidades, importa la forma en la que entran al país. El informe de 2022 de Gaia dice que «es posible que muchos residuos plásticos estén entrando desde Estados Unidos por la frontera terrestre, con pocos o nulos controles aduaneros».
Una revisión sobre la incineración de plásticos, publicada en 2019 por investigadores de la Universidad Federal de Tecnología, en Nigeria, advierte que «los humos de los residuos de plástico liberan aditivos halogenados y cloruro de polivinilo, mientras que los furanos, las dioxinas y los bifenilos policlorados (PCB) son liberados por la incineración de plásticos en el medio ambiente».
Estar en contacto con ellos puede generar irritación en los ojos o el tracto respiratorio, pero también afectaciones más graves como efectos carcinógenos o daños en huesos, hígado, o en los sistemas nervioso, digestivo o respiratorio.
«¿A dónde van estos plásticos que se están importando? ¿Se están yendo a cementeras, a rellenos sanitarios, a tiraderos clandestinos? No sabemos. Hemos preguntado a gobiernos municipales y gobiernos estatales. Nadie sabe quién está reciclando residuos plásticos importados aquí en México», dice a SciDev.Net José Manuel Arias, integrante de la Asociación Ecológica Santo Tomás A.C. y uno de los autores del reporte del caso México.
Ecuador: los opacos vínculos entre empresas y gobierno
En junio de 2019, el gobierno ecuatoriano lanzó un comunicado de prensa en el que aseguraba: «Ecuador no es ni será receptor de basura de ningún país del mundo». Era su respuesta a una denuncia periodística sobre los flujos globales de residuos plásticos que incluyó al país como el único latinoamericano en la lista de los 13 mayores receptores de estos residuos por parte de Estados Unidos.
Pero los datos más recientes, publicados en febrero de 2022 por la Alianza Basura Cero de Ecuador, en coordinación con Gaia, muestran lo contrario: entre 2018 y enero de 2022, Ecuador importó 48 473 toneladas de desechos plásticos que entraron al país en transporte marítimo; de ellas, 27 338 toneladas (57 %) provinieron de Estados Unidos, convirtiéndose así en el tercer país de América Latina que más desechos importó de dicho país.
Las investigadoras a cargo de ese estudio: María Fernanda Solíz Torres, de la Universidad Simón Bolívar, en Quito, y la periodista de investigación, Susana Morán Gómez, integrantes de la Alianza Basura Cero de Ecuador, reportan en su informe que 75% de los desechos plásticos que entraron al país por la partida arancelaria 3915 lo hicieron bajo la denominación «desperdicios plásticos».
Se trata de una clasificación ambigua que impide conocer con mayor detalle el tipo de desecho que ingresa al Ecuador.
En su libro La partida 3915. Importación de desechos plásticos en Ecuador, publicado en 2021, Fernanda Solíz expone que en 2020 el gobierno nacional, a través del Servicio Nacional de Aduana del Ecuador, puso «candado a los datos relacionados con las empresas que exportan desechos», usando el pretexto de que se trataba de información personal que debía solicitarse a cada empresa.
De acuerdo con la investigación de la Alianza Basura Cero de Ecuador, los requisitos no se han venido cumpliendo pues estas empresas aseguran que importan plásticos para sus propios procesos productivos cuando, según varias entidades ecuatorianas, más del 90% de los residuos se entierran.
La ironía parece obvia: las empresas importan plásticos para reciclar cuando en el país hay un exceso de plásticos que no se reciclan.
A pesar de que México y Ecuador, además de El Salvador, del que todavía no se tienen muchos datos, han sido los recipientes emergentes de los residuos plásticos de Estados Unidos, eso no significa que no haya señales similares en otros países.
En Argentina, por ejemplo, la Alianza Basura Cero consiguió datos de la Dirección Nacional de Sustancias y Productos Químicos (DNSyPQ) que muestran un aumento considerable de las importaciones de residuos de PET (el único tipo de residuo plástico que informan): en 2011-2015 se importaron 200 toneladas de residuos de PET, mientras que en 2016-2020 fueron 1864 toneladas.
El informe más reciente de la Alianza Basura Cero en Chile, publicado en junio de 2022, advierte que de 2015-2017 a 2018-2020 las exportaciones de estos materiales disminuyeron en 5000 toneladas.
La solución
Aunque las organizaciones de la sociedad civil están haciendo esfuerzos importantes para visibilizar la importación de residuos plásticos de Estados Unidos a América Latina, su trabajo no ha impactado en las políticas públicas y en obligar a los gobiernos a respetar la Enmienda de Desechos Plásticos del Convenio de Basilea.
«Me llama la atención el desconocimiento de las autoridades de este comercio transfronterizo, cuando ellos deberían estar a la vanguardia de estos fenómenos internacionales», reconoce Susana Morán.
«La lógica colonialista es lo que define bastante bien lo que estamos viviendo los países latinoamericanos», apunta el chileno Matías Roa.
«Son lógicas comerciales sin sentido, en las que países del norte venden una imagen y un camino hacia el futuro, mientras, por detrás, en su patio trasero tienen todo desordenado, sucio, contaminado. Y, tristemente, nosotros somos parte de ese patio trasero sucio», añade.
Para él, como para muchas de las personas que están monitoreando estos traslados de residuos plásticos en los últimos tres años, la solución está en el nivel sociopolítico. «Lo mejor que podemos hacer es exponer estos temas, educar al respecto y lograr incidencia a nivel político», dice Roa.
Susana Morán pone el foco en la esencia del problema o, mejor dicho, en su solución: el mundo sigue pensando a dónde llevar los plásticos, en lugar de pensar cómo dejar de consumirlos.
Para ella, «fue un descubrimiento saber que existe un movimiento, un comercio internacional de desechos plásticos, cuando lo que lo que deberíamos propender, como sociedades en general, es disminuir el consumo de este tipo de productos». Y, sobre todo, «exigir que las empresas que los producen sean responsables con su entorno».
*Para este reportaje se solicitaron entrevistas con autoridades de la Secretaría de Medio Ambiente de México, pero hasta el cierre de edición no hubo respuesta a dicha solicitud. También se solicitó entrevista con autoridades del Ministerio de Medio Ambiente de Ecuador; la entrevista fue negada, pero enviaron por escrito respuestas a las temáticas planteadas para la entrevista.
Este artículo se publicó originalmente en SciDevNet América Latina. Para leerlo completo en IPS haga click aquí.