Análisis | Elecciones regionales y parlamentarias: ni por las buenas ni por las malas

El chavismo parte con ventaja en sus elecciones, en un ambiente electoral que luce apático y donde podría haber alta abstención
Las encuestas de opinión de este momento ubican la intención de voto para estas elecciones parlamentarias y de gobernadores en un porcentaje que oscila entre 35%-38%. De ellos, no todos están seguros de ir a votar, y claramente no todos lo harán.
No hay condiciones emocionales en la población para atender de forma masiva el llamado de estas elecciones. A simple vista, luce completamente explicable. La gobernabilidad en Venezuela está muy lastimada y el deterioro es general. Hace tiempo que no se oye nada relevante de la gestión de un gobernador. Ni siquiera un gobernador chavista está seguro de poder afirmar que terminará su mandato: puede terminar como ministro a los dos años.
No hay condiciones económicas para una fiesta electoral, ni muchísimo menos. Lo sucedido el pasado 28 de julio, con el duro proceso represivo que vino después, tiene contenidos e implicaciones muy protuberantes, sobre las cuales, como es natural, no se ha reflexionado. Las explicaciones oficiales han sido poco convincentes, no han abundado los detalles para dejar a la gente tranquila. Todavía hay personas saliendo de la cárcel por ejercer el derecho a manifestarse. Este episodio no ha terminado de ser digerido por completo por la población.
El llamado hecho por María Corina Machado para que la población se abstenga el próximo domingo cae sobre un silente estado de irritación, de una molestia inercial que tiene una explicación que va más allá de la política, producto de una realidad cotidiana plagada de insuficiencias, que nadie desconoce en este país.
De todos los estratos sociales y políticos de Venezuela, únicamente el chavismo duro, aquel que es incondicional con la revolución bolivariana -un 18%-20% de la población- parece totalmente decidido a participar en estas elecciones.
La probable ausencia de las mayorías nacionales es un problema para el oficialismo chavista y su narrativa de movimiento popular invicto, pero no un impedimento. El chavismo tiene técnica para pasarle por encima a estos vacíos. Se ha encerrado en las paredes de su militancia y de sus consignas y puede movilizar algunas personas para felicitarse por su victoria. No es muy difícil adelantar maniobras sobre una ilusión de mayoría en tiempos de post verdad. Las cargas del futuro, pensaran en el gobierno, se enderezan en el camino.
En un marco de poca participación política, por supuesto que el oficialismo chavista parte con ventaja y probablemente obtenga la mayoría en las gobernaciones y la bancada mayoritaria del parlamento.
El aparato político chavista del PSUV, empotrado en el Estado venezolano, hará lo de siempre: movilizar logísticamente a sus electores, aunque ahora sean muchísimo menos que antes, y hacer lo necesario para especular con las circunstancias del momento. Una de esas circunstancias es la abstención.
Las corrientes disidentes opositoras que están participando en esta elección -el partido Un Nuevo Tiempo y la tendencia de Henrique Capriles que se fue de Primero Justicia-, no tienen metas especialmente ambiciosas. Enunciadas, sin embargo, se aprecian bastante optimistas. Son espacios claramente minoritarios en el campo democrático.
Una bancada electoral aceptable-algunos políticos que no han querido identificarse han llegado a hablar de 60 o 70 diputados, y acaso unos 5 o 6 gobernadores (las encuestas les asignan 3 o 4). El más importante de ellos sería Manuel Rosales en el estado Zulia, que le daría continuidad a una importante plaza en la oposición.
Queda claro que el fomento a la participación de opositores como Henrique Capriles, Manuel Rosales, Juan Requesens o Tomás Guanipa forma parte de un ensayo aperturista del régimen para descomprimir la presión en su contra y dar una imagen de pluralismo político mejor a la actual.
Miraflores, como siempre, administra las tensiones con ellos. El mensaje es el mismo: aquel no se ponga a estar ganando elecciones o pensando en quitarles el poder, puede participar. Si no dan guerra y tienen una gestión de bajo perfil, se les permitirá existir. Si se crecen en exceso o cuestionan de más, es probable que se les acose institucionalmente y se les sancione. Estos políticos opositores no la tendrán fácil con estas reglas de juego.
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