ANÁLISIS | Nadar contracorriente (pero en las Cataratas del Iguazú)

Con la decisión de participar en las elecciones parlamentarias y de gobernadores, queda concretada la división de Primero Justicia y de la oposición, en un escenario nacional que es mucho más indiferente de lo que algunos políticos suponen
Una de las corrientes de la oposición venezolana, encabezada por Henrique Capriles y Manuel Rosales, ha pactado un acuerdo con las autoridades de la revolución bolivariana para garantizar su participación en las venideras elecciones parlamentarias y de gobernadores de mayo de 2025. Aún a pesar de lo sucedido el pasado 28 de julio de 2024.
Capriles integra una plancha como candidato a diputado bajo el paraguas de Un Nuevo Tiempo, en un acuerdo en el cual están presentes, también, dirigentes como Stalin González, Tomás Guanipa, Henri Falcón, Pablo Pérez, Felipe Mujica o Luis Emilio Rondón. Rosales es la carta más conocida como candidato a gobernador.
En el seno de la oposición venezolana se produce una nueva ruptura, que tiene como epicentro la interpretación en torno a la utilidad actual del voto, probablemente estimulada por el oficialismo, que en cualquier caso deja las cosas más o menos igual a como estaban: una amplia mayoría todavía simpatizando con los postulados de María Corina y González Urrutia; y este grupo emergente de sectores moderados, interesados en el deslinde con la Plataforma Unitaria, que quieren dejar atrás el tiempo de Machado buscando nuevos desarrollos en un careo electoral.
Los postulados de Capriles y Rosales encuentran soporte civil en organizaciones como Decide, recientemente presentada al público, en el cual se hace una especie de renovación de fe pública del voto como instrumento político.
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En Un Nuevo Tiempo se asume que el distanciamiento con la Plataforma es temporal, pero muchos de sus dirigentes piensan que es importante encontrar algún camino de coincidencias con los partidos que todavía pueden hacer política en el país. Algunos de sus dirigentes opinan que es necesario adelantar alguna política de distensión con el oficialismo, esperando mejores oportunidades para plantearse un proyecto de poder.
La decisión de participar en estas elecciones ha concretado también la división de Primero Justicia: Capriles y sus seguidores internos llevaban rato cuestionando a la actual dirección nacional del partido, haciendo observaciones estatutarias, exigiendo medidas contra el actual estancamiento, y proponiendo “un nuevo rumbo”, presumiblemente para trascender la situación del 28 de julio.
El Consejo Nacional Electoral admite los recaudos de Un Nuevo Tiempo y la tarjeta de electores de Henrique Capriles, pero veta la posibilidad de participar a organizaciones como el Movimiento por Venezuela, perteneciente a la Plataforma, liderado por Simón Calzadilla y Andrés Caleca, que acompañaron la candidatura de Edmundo González, pero no han querido renunciar a las estrategias electorales de movilización popular. Quedan también por fuera partidos particularmente moderados en sus procedimientos, como el MAS, y Centrados, que dirige Enrique Márquez y hoy está en prisión.
El oficialismo está colocando los nuevos límites del ejercicio político del país. En las consultas electorales de la institucionalidad chavista el límite extremo de la oposición es este. Nadie en Venezuela es capaz de garantizar que no se repetirá un escenario como el del pasado 28 de julio, pero la calistenia electoral plantada puede regresarle algunas calorías de pertinencia y popularidad a políticos que no conocen sus mejores momentos en materia de poder de convocatoria.
“En sus conversaciones con el gobierno Capriles intentó convencer a Jorge Rodríguez para que permitiera participar al Movimiento por Venezuela, y el chavismo siempre se negaba”, cuenta una fuente cercana a este partido que ha preferido mantener su nombre en la reserva. “Quieren cortar de raíz cualquier política que le dé continuidad a las reivindicaciones de Machado, o regrese el debate a aquellos días”.
La incertidumbre en torno al comportamiento institucional del CNE es muy alta, y por lo tanto, el margen de maniobra de Capriles, Rosales y compañía es estrecho y resbaladizo en esta circunstancia.
Es cierto que la cita electoral se produce en un escenario de extrema debilidad política para el PSUV. Para algunos observadores no sería nada difícil que el oficialismo permita a la oposición ocupar algunos espacios y ofrecer una imagen de amplitud frente a sus críticos. Ese escenario sólo se concretaría si el oficialismo logra mover aceptablemente a su militancia, un evento que todavía está por verse.
El oficialismo ha evidenciado públicamente, en varias ocasiones, su desprecio por Henrique Capriles y Manuel Rosales y el resto del estamento opositor. Rosales, Capriles, Florido, González, Guanipa, pueden eventualmente quedar electos, y luego podrían ser amenazados, hostigados, cuestionados, cercados, allanados y eventualmente removidos, para salir por la puerta de atrás con alguna palanca institucional del universo revolucionario. Le sucede a los opositores, y a veces también a los chavistas. Ha sucedido de manera permanente en los últimos 25 años.
*El periodismo en Venezuela se ejerce en un entorno hostil para la prensa con decenas de instrumentos jurídicos dispuestos para el castigo de la palabra, especialmente las leyes «contra el odio», «contra el fascismo» y «contra el bloqueo». Este contenido fue escrito tomando en consideración las amenazas y límites que, en consecuencia, se han impuesto a la divulgación de informaciones desde dentro del país.