Año pírrico, por Teodoro Petkoff
Ese muchachito, quejumbroso a ratos y bravucón a otros, en que se transformó Ego Chávez en los días siguientes a la derrota de la reforma constitucional, debería reflexionar más seriamente sobre lo ocurrido. Si en lugar de estar como un chamito que lloriquea porque uno más grande le quitó el trompo y las metras, se fijara mejor en lo que le ha pasado a lo largo de este año 2007, verdadero annus horribilis para él, tendría que preguntarse, a la luz de los resultados, qué es lo que ha hecho mal, qué errores ha cometido.
El año comenzó con su diktat: «He decidido crear un partido único de la revolución. No lo he discutido con nadie». Ahí está el punto, precisamente: no lo discutió con nadie. Ni con sus partidos aliados ni con su propio movimiento. A todos, en el mejor estilo de la «democracia participativa», les «participó» su voluntad. Para un tipo acostumbrado a que esta es la ley, tuvo que haber sido un shock la actitud de Podemos, PPT y PCV. Esa fue la primera campanada que no oyó; la que rechazaba su estilo de relacionarse con los suyos como si fueran un mero rebaño.
Tampoco le paró a la reticente actitud de sus partidarios ante el PSUV. Pasaban los meses y el partido no cuajaba. Se fue todo un año y aún no existe.
Una persona menos ensoberbecida se habría preguntado si eso no era signo de un malestar más profundo entre quienes estaban llamados a ser sus militantes. Pero Ego Chávez no tenía tiempo para preguntarse pendejadas, ocupado como estaba en atender los problemas de la galaxia. Así que tampoco oyó la segunda campanada: cerró RCTV y el rechazo alcanzó niveles superiores al 80% de la población, cotas a las cuales no habría podido llegarse de no haber habido millones de sus votantes que expresaron desaprobación. No se había molestado en sondear cuál era la opinión de aquellos. Peló bola. Sin embargo, ciego y sordo, prendió el motor de la Reforma Constitucional y ahí mismito éste comenzó a pasar aceite.
«Podemos» asumió la vocería de la base popular que se preguntaba con qué se comía eso del «socialismo del siglo XXI» y luego figuras otrora tan prominentes de su entorno, como el general Baduel y Marisabel Rodríguez, cuestionaron severamente el proyecto. Tampoco había habido consulta ni debate previo. Volvió a pelar bola.
La «democracia participativa» nunca fue más ficticia que durante 2007. Millones de venezolanos que hasta ahora habían confiado en su liderazgo, ya se preguntan a dónde los está conduciendo. Por tanto participaron a su manera: le dijeron NO.
Por ahora, tal vez no son sino desacuerdos. Pero, ¿tan seguiditos? Así comienza el desamor. Es que amor con hambre no dura.