Antes/ahora, por Marisa Iturriza
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– I –
Hace unos días Rodolfo Izaguirre escribió un emotivo artículo sobre la visita que hizo al Guri durante una etapa de su construcción, en el cual describe el impacto que le produjo la magnitud de ese proyecto tan ambicioso, la formidable maquinaria manipulada para lograrlo, el cuidado esmerado del impacto al medio ambiente y sus maravillosos paisajes, el desempeño del capacitado personal involucrado, las cómodas viviendas asignadas a los trabajadores residentes, la inmensa cocina con las provisiones necesarias para proporcionar comida sana y abundante dentro de sus instalaciones, eso y todo lo demás que vio le produjeron la entusiasmada sensación de que sí, sí podíamos avanzar hacia un futuro de dignidad y progreso, ahí estaba la muestra.
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– II –
Quizás porque se trataba de Guayana, ese texto me remitió a la tarde de un Domingo de hace años, cuando regresando del recorrido habitual a las galerías de arte para contemplar las obras de los artistas, en la entrada de la casa nos esperaba un pequeño grupo vestido convencionalmente, no como los indígenas torpemente pintados en murales de la autopista conocida antes con el nombre del mestizo Francisco Fajardo.
Estos venían a comprar unas máquinas de coser para las mujeres y a mostrarle a Perán tallas en madera y unos tejidos primorosos ejecutados con fibras vegetales, iguales a los que se llevaron los escultores franceses para mostrarlas en su regreso a Paris. Me llamó la atención la niña, probablemente hija del «capitán», muy educada para sus más o menos cinco años y medio: ¿Puedo ir a la terraza? ¿Puedo sentarme aquí? Era imposible, pero tenía la sensación de haber visto antes esa trigueñita de grandes ojos oscuros de mirada serena.
(I) Las noticias que vienen del Guri y alrededores no son lo favorable deseado. La producción en general ha decaído, el desempleo ha aumentado, los trabajadores se quejan, los dirigentes sindicales que les representan con suerte son encarcelados si no les sale muerte, en vez del acero el AMO saca el oro que, junto con otros metales según dicen, sale a toneladas tras depredar el ambiente, envenenar los ríos y exterminar la población nativa, mientras escasea el agua y la electricidad (estuvo un rato fuera y borró lo que tenía)
(II) Si vive, la de los grandes ojos oscuros es adulta. Lamentablemente, de su lar vienen noticias de abusos e indígenas muertos. No tuve un deja vu si no que ella se parecía a la de la olvidada foto colgada tras una puerta. La de la foto que soy yo.
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