Antístenes y la Escuela Cínica, por Gisela Ortega
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La Escuela Cínica, (-el cinismo, significa canino. – del griego Kyon argós: “perro ágil”) fue un movimiento fundado en la antigua Grecia, por el filósofo Antístenes (444-365), durante los siglos IV y III, a.C. Interpretó la doctrina socrática considerando que la civilización y su forma de vida era un mal y que la felicidad venía dada siguiendo una vida simple y acorde con la naturaleza. El hombre llevaba en sí mismo los elementos para ser feliz y conquistar su autonomía era de hecho el verdadero bien. De ahí el desprecio a las riquezas y a cualquier forma de preocupación material. El ser humano con menos necesidades era libre y más feliz. Ciertos aspectos de la moral cínica influyeron en el estoicismo, pero si bien la actitud de los cínicos es crítica respecto a los males de la sociedad, la de los estoicos es de indiferencia.
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El cinismo, estuvo integrado también, por los filósofos más reconocidos y representativos de su época: Diógenes de Sinope, Crates de Tebas, Hiparquía, y Menipo de Gadara, los cinco fueron famosos por sus excentricidades de las cuales cuenta mucho Diógenes Laercio, y por la composición de muchas sátiras o diatribas contra la corrupción de las costumbres y los vicios de la sociedad griega de su tiempo, practicando una actitud muchas veces irreverente, la llamada anaideia.
Anaideia, en la mitología griega es una palabra cuyo significado es desvergüenza, provocación o irreverencia. Hija probablemente de Nix o Eris, es compañera de Hibris –la vanidad-. Su opuesto es Eleos –la misericordia-. Constituye uno de los tres rasgos básicos de la figura de los filósofos cínicos, junto con la adiaforía o indiferencia y la parresía o franqueza y libertad en el hablar. Es la anaideia la que lleva a la comparación de estos filósofos con los perros –o kyon- de donde deriva la palabra cínico, ya que, como estos nobles animales, que viven con los humanos mantienen sus costumbres naturales, los filósofos cínicos se comportan sin pudor, con irreverencia y desparpajo, siguiendo la satisfacción de sus necesidades, tanto físicas como espirituales.
Antístenes, poseía una amplia cultura y escribió numerosos libros. Negaba la realidad de las cualidades, puesto que implicarían que un determinado ser es y no es al mismo tiempo, de los cuales actualmente se conservan dos breves fragmentos: la primera definición del enunciado: “como aquello que dice lo que algo es o era.”, y la otra enseñanza según la cual: “quien conoce el nombre conoce la cosa.” Gozaba de una buena posición económica. Fue uno de los filósofos más relevantes de su época. Estudió retórica bajo Gorgias, Hipias de Élide y Pródico de Ceos, y más tarde se convirtió en discípulo directo de Sócrates que tuvo una influencia decisiva en algunas de las escuelas que se formaron en este periodo, tanto por sus teorías como por su actitud y su forma de vida.
Estuvo presente en la muerte de Sócrates mientras discutían sobre la inmortalidad del alma y esperaban a que llegara el momento de beber la cicuta, el veneno que le causaría la muerte. La tranquilidad del viejo maestro en tan decisivos momentos causó una profunda impresión en todos los que estaban allí presentes. Probablemente esto influyo en la insistencia posterior de Antístenes en la ataraxia.
Los cínicos se identificaron con la figura del perro, por la sencillez y desfachatez de la vida canina. Tomaron como modelo la naturaleza y los animales. Usaban barba, llevaban alforja y cayado, practicando juego de palabras a manera de metodología: a aquellos que proponían ideas y teorías incomprensibles, ellos ponían el gesto, el humor y la ironía.
Un buen día Antístenes decidió vivir como un perro y fue por eso llamado cínico, que significa canino, prescindió de todo lo superfluo y fundó su propia escuela, que en principio fue llamada: “escuela socrática menor”. Lo hizo en un gimnasio en las afueras de Atenas, llamado Cinosarges, que quiere decir ”perro ágil”, ya que su comportamiento se asemejaba al de los canes. El cambio fue tan radical que se manifestó también externamente: comenzó a vestir un manto, un zurrón y un bastón, indumentaria que se convirtió en el uniforme del cínico. Prescindió de una manera decisiva de todo lo que no se puede llevar encima, con la intención de librarse de los caprichos de la fortuna y regir su propio destino.
El objetivo de Antístenes era la de alcanzar la felicidad y las virtudes de un ser humano y, según afirmaba, esto se conseguía si se dependía solo de sí mismo. Lo fundamental para el cínico era la autarquía, es decir la independencia de todo condicionamiento exterior, la autosuficiencia, que podía aprenderse pero que requería un esfuerzo. Atrás quedaba todo aquello que consideraba que ya no pertenecía al sabio, la familia, el dinero, la fama y sobre todo sus antiguos pensamientos. No era exactamente ascético, pero despreció el lujo y todo lo que fomentaba los placeres artificiales de los sentidos. “He sido más bien loco que voluptuoso”, dijo.
Antístenes, vivió según su propia ley, la que él mismo eligió para sí. Las leyes establecidas y las convenciones sociales no eran importantes para este sabio, que como todos los cínicos despreciaba las normas, las instituciones, las costumbres y todo lo que representaba una atadura para el hombre. Predicaba una vuelta a naturaleza como revulsivo a la domesticación social y cultural que se imponía en las ciudades. Proclamó su hermandad no sólo con la raza humana sino también con los animales. Fue un hombre sobre el cual se amontonaron las leyendas, incluso en vida. Todo el mundo sabe que Alejandro Magno lo visitó y le preguntó si deseaba un favor; “solo que no me quites el sol”, replicó
Con el tiempo, el concepto de cinismo fue transmutado, y hoy se asocia a la tendencia a no creer en la sinceridad o bondad humana, ni en sus motivaciones, ni en sus acciones, así como una predisposición a expresar esta actitud mediante la ironía, el sarcasmo y la burla.
Dos mil años después de que ciertos filósofos griegos hubieran abrazado el cinismo clásico, en el siglo XVII y XVIII escritores como William Shakespeare, Jonathan Swift y Voltaire, siguiendo las tradiciones de Geoffrey Chaucer y François Rabelais, utilizan la ironía, el sarcasmo y la sátira para ridiculizar la conducta humana y reactivar el cinismo.
En el aspecto literario, figuras del siglo XIX y XX como Oscar Wilde, Mark Twain, Dorothy Parker y H.L. Mencken utilizaron el cinismo como forma de comunicar sus opiniones bajo algunas manifestaciones de la naturaleza humana.
Bertrand Russell (1872-1970), filósofo y matemático inglés, autor del ensayo escrito en 1930, Sobre el cinismo de la juventud, pudo describir la medida en que –a su modo de ver- el cinismo había penetrado en las conciencias occidentales en masa, y puso acento especial en las aéreas parcialmente influidas por el cinismo: la religión, la patria (el patriotismo), el progreso, la belleza y la verdad.
Muchos filósofos modernos y contemporáneos han tenido una influencia notable del cinismo antiguo. En la filosofía de Juan Jacobo Rousseau, Federico Nietzsche, Michel Onfray o Peter Sloterdijk se puede notar un influjo del cinismo de Antístenes y Diógenes, muy marcado, de modo que a través de ellos perviven en el pensamiento posterior ideas y propuestas del cinismo antiguo como la preferibilidad de la naturaleza frente a la convención, la necesidad de transformación valorativa de la sociedad, o la libertad de palabra o el valor de la autarquía.
Con el transcurrir de los siglos, la palabra cínico fue perdiendo su significado inicial derivando en nuevas acepciones debido a los sucesivos cambios de valores que refleja la sociedad actual. Hoy no se admira a una persona sencilla y frugal, sino que se exalta a ricos y famosos, solo por el hecho de poseer tales privilegios. Eso los convertiría en cínicos. ¿Porqué? Porque el rico y famoso haga lo que haga probablemente no irá a la cárcel, porque tendría más y mejores abogados, a menos que se tope con alguien más rico y famoso. Cómo fue el caso de Ghislaine Maxwell, quien con toda su fortuna fue condenada a 20 años de cárcel para que no hablara de otros mucho más ricos y famosos. ¿Es eso cinismo?
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