Apartheid petrolero, por Simón Boccanegra
Lo que está ocurriendo en los campos petroleros del Zulia es alarmante. Patotas enviadas desde Lara y Falcón, en lujosos autobuses de turismo, que obviamente no podían haber sido contratados por quienes viajaron en ellos, pretendieron desalojar de sus viviendas, por la fuerza, a trabajadores de Pdvsa despedidos. Esta nueva muestra de «humanismo revolucionario» es una canallada. Aun en el supuesto de que los despedidos ya no tuviesen derecho a esas viviendas, porque habrían dejado de ser empleados de la empresa petrolera, existen procedimientos legales y civilizados para producir el desalojo. Pero si, como en este caso, esos trabajadores cuentan con una decisión judicial que admitió un amparo para ellos, porque su status laboral está en discusión ante los tribunales, la magnitud del atropello sube de punto. Hace pocas semanas vimos esa otra peculiar demostración de «nobleza» revolucionaria que fue la de prohibir a empresas petroleras privadas la contratación de trabajadores despedidos de Pdvsa durante la razziavengativa que siguió al paro. Por lo visto el gobierno pretende crear un régimen de apartheid para las dieciocho mil familias de petroleros despedidos. No son personas, no tienen derechos. Y pensar que hay por allí algunos viejos militantes de la izquierda, con el cerebro esclerosado, diciendo que «esto es lo que habíamos soñado toda la vida». ¡Qué miseria moral!