Aquella “victoria de mierrr…”, por Gregorio Salazar
Cuando Hugo Chávez decidió en el año 2007 someter a un referéndum dos proyectos de reformas constitucionales que indistintamente convertirían a Venezuela en un estado socialista, un amplio sector del electorado venezolano se encontró frente a una disyuntiva semejante a la del presente: participar a pesar de que el sistema electoral venezolano ya operaba bajo un evidente sesgo de parcialización hacia el poder central o abstenerse para intentar deslegitimar la nueva carta magna que emanara de esa consulta.
Participábamos en ese entonces de las deliberaciones que tenían lugar en el seno del Bloque Gremial, Profesional y Sindical, que se reunía en la Federación Médica Venezolana con la asistencia de los colegios profesionales, la mayoría bajo el control Acción Democrática, y otras organizaciones independientes, así como el movimiento estudiantil.
Un buen número de los colegios profesionales estaban plegados a la línea abstencionista de AD, mientras que varias organizaciones independientes o de distintos signos políticos eran partidarios de acudir a las urnas de votación para impedir la aprobación de la reforma, que además del vuelco socializante incluía también la ampliación del mandato de 6 a 7 años y la reelección indefinida.
La lógica de la argumentación la cual se logró revertir la línea abstencionista fue la siguiente: “Se sostiene que Chávez se robará el referéndum utilizando su control sobre el CNE. Y la alternativa que se propone es no participar de esa farsa. Sin embargo, la no participación significará regalarle a Chávez la victoria en el referéndum y de paso ahorrarle las prácticas delictivas, con lo cual alcanzará su objetivo de cambiar, y además limpiamente, la Constitución”.
Después de muchos debates, la decisión final del Bloque fue acudir a votar para impedir la aprobación de la reforma constitucional y sumarse decididamente al llamado a la participación.
Y así como se produjo el viraje en el conglomerado de esas organizaciones, nacionalmente se fue fortaleciendo y movilizando la corriente para detener la reforma en las urnas de votación. AD y Bandera Roja terminaron por desistir de su decisión inicial de abstenerse.
Paralelamente a la marcha unitaria de la oposición en torno a ese objetivo se fue produciendo una desmovilización en sectores del chavismo que observaban con recelo el cheque en blanco que iba a recibir quien no ocultaba sus deseos de perpetuarse en el poder y de desfigurar la Constitución del 99, la misma que paradójicamente el propio caudillo había proclamado apenas ocho años atrás como “la mejor del mundo”.
Se estima que, por lo menos, tres millones de chavistas se abstuvieron de dar su apoyo a la perversa iniciativa reformadora.
El resultado, inesperado para muchos, fue la gran “¡victoria de mierrr..!, furioso canto de derrota de Chávez que circuló a la par de las fotografías de sus manos desgarradas por su golpiza contra las paredes de su despacho miraflorino.
La careta de demócrata terminó de rodar aparatosamente y el mundo democrático pudo comprender mejor que quien estaba al frente del gobierno en Venezuela era un vulgar autócrata.
Apelando a nuevas violaciones de la Constitución, Chávez logró imponer posteriormente el cambio que más le interesaba: la reelección indefinida.
Sin embargo, si a lo largo de los últimos once años ha sido posible denunciar la deriva antidemocrática de Chávez y defender y luchar dentro y fuera de Venezuela por un cúmulo de irrenunciables garantías es porque el paquete de reformas llevado por Chávez al referéndum de 2007 fue derrotado en las urnas de votación.
Los tiempos han cambiado y la maquinaria de opresión y del control del voto del chavismo se ha perfeccionado. Cierto, pero en vía directamente proporcional se desbordó su incapacidad para darle a los venezolanos posibilidades mínimas para resolver sus necesidades fundamentales.
Eso lo entiende cabalmente el 80% de la población, que ve su existencia amenazadas, y lo evidencian las protestas generalizadas y la estampida de más de 4 millones de venezolanos.
Estamos otra vez frente a la opción del No. Lamentablemente, la oposición partidista atraviesa por su peor momento en dos décadas, fragmentada y confrontada entre ella.
El triunfo fraudulento de Maduro se da como un hecho en las elecciones del 20M, a pesar de la inmensa oportunidad que sigue existiendo de derrotarlo en las urnas, si chavistas y opositores, convencidos de que esta hora trágica no puede esperar, decidieran darle un revolcón electoral, como primer paso para otros avances, a quienes destruyeron a Venezuela y no tienen propuesta ni interés para rescatarla.
Una unidad de ese calibre y dimensiones es lo que puede hacer posible, a pesar del ventajismo y la parcialización del CNE, otra “victoria de mierrr…”. La del 2007 también se creyó imposible, pero se impuso la decisión ciudadana.