Argentina baila, por Fernando Rodríguez

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La decisión del presidente argentino de dejar el grupo de Lima es noticia a retener. A pesar de sus aparentes obviedades. Sí, claro, Maduro la verá con buenos ojos, sobre todo después de serias magulladuras que le propinó el compañero Fernández a propósito de las denuncias de la ONU –no del Miami Herald– sobre su sistemática y alevosa violación de los derechos humanos. Pero tampoco debe sorprender mucho en principio.
La posición más bien moderada asumida por el país del sur no dejó de ser sorprendente para no pocos que esperaban que Cristina, tan desenfrenadamente amorosa con el chavismo y que muchos creían que era el verdadero poder detrás del trono (el muy famoso periodista Lanata lo ponía en sus sketchs cómicos, como una marioneta que ella manejaba), iba a volver por las suyas y reponer la intensa fraternidad y complicidad perdidas durante el macrismo. No fue así, aunque rodó la cancillería hacia ese espacio intermedio donde anda, por ejemplo, México, con su curiosa política internacional que soportó las vejaciones de Trump con un astuto servilismo y se inmiscuye sin remilgos con otros más chiquitos, olvidando cuando le conviene su “histórica” y muy acomodaticia imparcialidad. Y no hay que olvidar que Maduro en el estado de descomposición en que está no es compañero muy deseable, pudiese contaminar muchos virus.
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Algunos especulan que si bien Cristina no ha mostrado los colmillos –por el contrario, desapareció prácticamente de la escena–, dejándole todo el escenario a Fernández, al parecer para dedicarse a capear los juicios en su contra por fabulosos y extravagantes delitos de corrupción, sigue mandando en las sombras.
Y a ella se le deberían cosas como esta. Es el juicio político que no debe hacerse porque es puramente especulativo, más cercano al chisme barato que a la prudencia discursiva. Y tampoco el acontecimiento tiene demasiado de sorprendente, yo diría que lo curioso era que estuviese allí. No cambia mucho el futuro, cualquiera que sea, por último.
Se va Fernández diciendo que el grupo no ha hecho nada y que él propone un diálogo y elecciones. Cosa en la que dicha así, en abstracto, casi todo el mundo está de acuerdo, si se concreta es que brotan las querellas. Y hasta podríamos acompañarlo en el señalamiento de que no ha logrado nada por evidente y es muy probable que justamente se esté en eso, reacomodando el asunto para poder ser eficaz. Pero lo significativo, y eso si es importante, está en que a Fernández no le guste que en el grupo esté un solo sector de la oposición. El propone un «diálogo inclusivo», donde esté la «oposición en su conjunto», además de sectores de la sociedad civil como la Iglesia, empresarios y asociaciones varias. Suena conocido.
Yo supongo que no se refiere a la invisible mesita sino a otros sectores afectos al voto con concesiones y a lo mejor con permanencia de Maduro, por llamarlos de alguna manera, entiendo que bastante dispersos; y la Iglesia y los empresarios suena a algunos clérigos que se ha venido manifestando individualmente y los empresarios, seguro son gente de Fedecámaras. Lo que sí suena raro, que el peronismo acompañe una vertiente ciertamente circulante en la oposición venezolana.
Y uno puede preguntarse si es a favor del compañero Maduro; preguntarse, dije. Aunque también salgan beneficiados con el gesto los sectores de la otra oposición.
En todo caso, pudiese ser un signo duro del juego internacional que se mueve tan sigilosamente. Además, Argentina forma parte del grupo de contacto, del cual no se ha ido, y Borrell acaba de volver a poner el diálogo sobre el tapete. Por otro lado, los Estados Unidos de Biden parece afianzar su posición a favor de Guaidó y en contra de cualquier solución que pase por convivir con el madurismo, así sea muy a distancia. Eso de andar cazando chavistas y sus familiares escondidos en la inmensa geografía americana disfrutando de sus bienes mal habidos, como ha revelado en estos días el señor embajador gringo, suena muy fuerte, muy despreciativo.
Total, que a falta de información veraz y oportuna uno tiene que hacer unas inferencias bastante barrocas para entrever el juego que se está jugando, adentro y afuera. Apostar
Fernando Rodríguez es filósofo. Exdirector de la Escuela de Filosofía de la UCV.
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