Aristóbulo El Huerfanito, por Simón Boccanegra
Pobrecito Aristóbulo. Hay que devolverle su nombre. Ya no se le puede decir Chavistóbulo. Ahora es Aristóbulo El Huerfanito. Hugo, después que lo embarcó en esto, dejando a un Pablo Medina mohíno y despechado, ahora, tranquilamente, se fue para Europa y dejó al negro literalmente colgado de la brocha. Nunca esta figura ha sido más exacta. Eso le pasó a Aristóbulo por parejero, por olvidarse de lo que él ha sido. Si desde el comienzo se hubiera negado a ese acto bufo del Poliedro, montado con recursos del Gobierno, con Chávez levantándole el brazo; si desde el comienzo hubiera marcado una distancia con el Gobierno, negándose a hacer ese papel de muñeco de un ventrílocuo, y hubiera entrado a competir como lo que fue siempre (un revolucionario con discurso propio), entonces no estaría hoy en esa patética condición de marido cornudo. Engañado. El ingenioso Aristóbulo, de cuya velocidad mental salió eso de la lumpia que Chávez se fumó, fue quien en verdad se metió ese tabaco chino. ¿Cómo pudo haber creído que años de trabajo sindical de base podían ser sustituidos por el efecto Chávez? ¿Cómo pudo dejarse confundir con esa tropa de desconocidos e incompetentes que están donde están porque Hugo les levantó el brazo?