Armas de guerra en las cárceles, ¿cómo es eso?
¿Usted ha oído hablar de un fusil ruso llamado «Dragunov»? La verdad es que no tendría por qué. Es un arma muy especializada, que mide un metro con 225 milímetros, con la cual operan los francotiradores. Chávez le compró a Rusia 5 mil de estos superfusiles para crear un cuerpo de francotiradores. Pues bien, uno de estos bichos, que mide casi metro y medio, fue encontrado entre las armas incautadas en Yare. ¿Cómo es esto posible? Se trata de un artefacto sometido a la custodia de la FAN. Solamente un militar, con acceso al sitio donde reposan los «Dragunov», pudo haberlo sustraído y vendido a un pran de Yare. Pero hay más, también fue encontrada una ametralladora ligera M-60, americana, que igualmente mide más de un metro y pesa sus buenos kilitos. Tampoco al alcance de un ama de casa que tiene un hijo preso en Yare. En este caso también hay que concluir que sólo militares tienen las facilidades para entrar a los arsenales y robar armas. Además, pregunta uno: ¿cómo entraron estas armas a Yare? Es obvio que no fue en la ropa íntima de las y los visitantes. Entraron en su estuche, muy bien embojotadas y pagadas a muy buen precio. Armas en las cárceles hablan de uno de los peores delitos cometidos por Chávez en su paso por Miraflores: la destrucción de la institucionalidad. Las armas en manos de los presos muestran un deslave institucional, un derrumbe de las instituciones claves del Estado.
El Estado chavista no controla el país. Si no puede controlar a hombres que están presos, qué va a controlar a la delincuencia que actúa en la calle. La tremenda peligrosidad de una situación como esta obliga a sacar a Chávez del poder el 7-0. No es un jefe de Estado ni de Gobierno digno de confianza. Las cárceles lo clavan en la picota.